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Reacción oficial

Para el Gobierno, la marcha por Cristina fue más un guiño al pasado que un gesto de poder

Luego de un mensaje grabado, los militantes en Plaza de Mayo escucharon el llamado telefónico de Cristina Fernández de Kirchner.

Pedro Lacour

19 de junio de 2025 06:51 h

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“Si esta cárcel sigue así, todo preso es político”, coreaban miles en Plaza de Mayo. Con banderas de La Cámpora, columnas del PJ, sindicatos alineados y la imagen de Cristina Kirchner en banderas y pancartas, el peronismo volvió a ocupar su lugar en la calle en medio de una escena blindada por las fuerzas federales. Pero en el corazón del poder no hubo conmoción. Ni reacción. Desde la Casa Rosada y la residencia de Olivos, el Gobierno eligió transitar la jornada con una mezcla de monitoreo y distancia. “Lo que pasó hoy pertenece a la sección policial”, sentenció un funcionario con despacho en Balcarce 50.

Fue una frase que sintetizó la línea bajada desde la cúpula libertaria desde que la Corte Suprema dejó firme la condena contra la expresidenta en la causa Vialidad. Para el Gobierno, el fallo no debe ser tematizado, ni amplificado, mucho menos confrontado. Este miércoles, mientras la voz de la expresidenta era amplificada por los parlantes, el presidente Javier Milei optó por el silencio: no emitió declaraciones, no grabó mensajes y no alteró su hoja de ruta. Se mantuvo en Olivos desde el sábado, y recién volverá este jueves a la Casa Rosada, donde grabará una entrevista con un canal local en un intento por retomar la iniciativa política. Al día siguiente encabezará el acto por el Día de la Bandera, que no será en Rosario —por razones de seguridad— sino en el Campor Argentino de Polo.

En la lógica del oficialismo, Cristina Kirchner ya no representa una amenaza, sino un símbolo en retirada. La Plaza, interpretan, fue motiva, pero no estratégica. “Fue una marcha para ella. No para lo que viene”, deslizaron cerca de la “mesa política” que este miércoles volvió a reunirse en la Rosada, conformada por Karina Milei, Guillermo Francos, Martín Menem, “Lule” Menem y el asesor Santiago Caputo. La consigna, en privado, es clara: Cristina sigue teniendo poder simbólico, pero no articula futuro. La ven como una figura en proceso de canonización, no de reconstrucción.

Esa lectura refuerza la decisión de no intervenir en el conflicto. “La Justicia hizo su trabajo. Nosotros no tenemos nada que ver. No es política, es Derecho”, repitieron voceros del Ejecutivo. La estrategia es evitar la trampa de la polarización clásica, donde la calle pone un tema y el poder responde. El mileísmo no quiere compartir escenario con el kirchnerismo: lo necesita como antagonista, pero ya no como rival. La distancia también se marca desde el lenguaje. “Cristina no está presa por lo que piensa, sino por lo que hizo”, dicen sin vueltas.

El operativo de seguridad de este martes, coordinado por la ministra Patricia Bullrich, se convirtió en otro instrumento para reafirmar esa narrativa. Vallado desde la madrugada, presencia de Gendarmería y Policía Federal, monitoreo en tiempo real desde la Casa Militar: todo en función del protocolo anti-piquetes, que en el Gobierno consideran una bandera de gestión. “Nadie pretende que la gente no se exprese, pero el Gobierno va a hacer todo para que el protocolo se cumpla”, señaló el vocero Manuel Adorni en su conferencia matutina.

Pero no solo la seguridad fue parte de la respuesta. También la gestión. Mientras la Plaza se llenaba, en los organismos públicos el Gobierno activaba su propia forma de ordenar: a los trabajadores que adhirieron al paro impulsado por ATE se les notificó que se les descontará el día. UPCN, el otro gremio estatal, optó por la libertad de acción. La instrucción, sin embargo, fue la misma: el que no trabaje, no cobra. En el oficialismo lo leen como otro capítulo de su narrativa de “orden vs. caos”.

En Olivos, mientras tanto, el Presidente mantuvo su ritmo habitual. El lunes participó de reuniones internas y siguió los acontecimientos con atención, pero sin alteraciones. En su entorno confían en que el pico de atención mediática por la condena a Cristina empezará a diluirse esta misma semana. “Después de esto, la agenda vuelve a ser nuestra”, afirman.

A diferencia de otros momentos de tensión callejera, esta vez el Gobierno no se replegó ni se endureció. Intentó seguir funcionando. En el fondo, lo que dejó la marcha para Milei no es temor ni presión, sino la supuesta confirmación de que el kirchnerismo se reagrupa, pero no renace. De que puede llenar una plaza, pero no una expectativa. “Nosotros seguimos gobernando. Ellos, movilizando”, sintetizó un armador libertario, convencido de que la elección ya está hecha y que la provincia de Buenos Aires “se gana caminando”. Faltando un mes para el cierre de listas bonaerenses, sin embargo, escasean las certezas.

PL/JJD

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