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ENTREVISTA

Guillermo Carmona, secretario de Malvinas: “Reino Unido no puede mantener su colonialismo eternamente”

Guillermo Carmona

María García Arenales

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No importa que hayan pasado casi 41 años desde que terminó la guerra de las Malvinas. Desde entonces, el país mantiene la demanda de la soberanía de las islas y, lejos de ser solo un fenómeno de la política, es un reclamo social que forma parte la identidad argentina. “Hasta en el Mundial de Qatar la canción más popular que coreaban los hinchas argentinos tras el triunfo hacía referencia a Maradona, Messi y los 'pibes' de Malvinas, en referencia a los soldados conscriptos”, dice Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico sur de Argentina, quien habló con elDiario.es con motivo de su visita a España, donde se reunió con diferentes autoridades para visibilizar esta causa. 

Ocupadas por Reino Unido desde 1833, las islas Malvinas cuentan con cerca de 12.000 kilómetros cuadrados de superficie, están ubicadas a unos 500 kilómetros de la Patagonia argentina y son un lugar geopolítico estratégico en el que destaca la riqueza de sus recursos naturales, pesqueros, minerales e hidrocarburíferos. Argentina confía en que finalmente logrará un proceso de negociaciones con Reino Unido para recuperar la soberanía del archipiélago, aunque de momento Londres no parece estar por la labor.

En junio de 1982 finalizó la guerra de las Malvinas, un conflicto corto pero cruento, que causó la muerte de 649 soldados argentinos y 255 británicos. ¿Qué significa a día de hoy la cuestión de las Malvinas para Argentina?

Es una política de Estado que está consagrada en la Constitución nacional desde 1994, donde se condensan los 190 años de reclamación argentina desde la usurpación británica en 1833. En segundo lugar, es una prioridad en la política exterior argentina. No puede ser de otra manera si consideramos que parte de nuestro territorio está ocupado por una potencia extranjera y, además, extrarregional. Y en tercer lugar, Malvinas es una causa nacional que moviliza al conjunto de la sociedad argentina. 

El año pasado, cuando conmemoramos 40 años de esa guerra, quedó reflejada la vigencia que tiene la causa en el país. Desarrollamos más de 1.000 acciones de visibilización y se coronó también con el Mundial de fútbol, porque Malvinas también estuvo presente en el sentimiento popular. 

Quiero resaltar que estamos en el siglo XXI y solo quedan 17 casos de colonización en el mundo, en 10 de ellos la potencia administradora es Reino Unido, lo cual habla de una actitud de reticencia al respeto del derecho internacional en materia de descolonización por parte de los gobiernos británicos. No parece viable que Reino Unido pueda sostener este tipo de situaciones eternamente.

La guerra no logró lo que los militares de la dictadura argentina se proponían y, de hecho, la derrota precipitó el fin de ese régimen. ¿Para qué sirvió?

Las guerras no sirven, las guerras ocurren cuando no se evitan. Desde el punto de vista de la política y el derecho internacional tiene que ver con situaciones de facto, no de derecho. En Argentina ha ocurrido un proceso de maduración muy importante, que ha sido el de homenajear a los caídos y a los veteranos de la guerra, al mismo tiempo que sostener la condena a la aventura militar de la dictadura. Quienes fueron a la guerra no decidieron hacerla y tampoco tomaron decisiones políticas ni militares. Los soldados cumplían con su deber, con su profesión. Hemos madurado en ese sentido, visualizar que la guerra implicó un retroceso en materia de política internacional y diplomática, retrocesos que han tenido que asumir los gobiernos democráticos; y al mismo tiempo, reconociendo esa situación, podemos homenajear a aquellos que dieron su vida o la pusieron en riesgo en esa guerra. Este año se cumplen 40 años desde que el país recuperó la democracia y tenemos la oportunidad para poner en valor el fuerte vínculo entre Malvinas y la democracia. 

Los valores que ponemos en el centro de nuestras argumentaciones son el respeto del derecho internacional, el respeto de la integridad territorial de la Argentina, el valor de la diplomacia en la búsqueda de una solución pacífica, negociada y duradera. Nuestro objetivo es retomar las negociaciones que quedaron suspendidas, no con la guerra, sino que las congeló unilateralmente Reino Unido antes del conflicto, en febrero de 1982. 

En 2016 el entonces presidente Mauricio Macri llegó a un acuerdo con el Gobierno británico de Theresa May para reanudar los vuelos del continente a las islas y la explotación conjunta de pesca e hidrocarburos en la zona marítima del conflicto. ¿Sigue vigente?

El Gobierno de Macri avanzó en una negociación con los británicos en 2016 y, entre los muchos aspectos cuestionables, había uno sobre la remoción de los obstáculos para el desarrollo económico y sustentable de las islas que implicaba dejar sin efecto la legislación en materia hidrocarburífera y pesquera. El actual Gobierno [que dirige Alberto Fernández] dejó sin efecto esas dos disposiciones.

Para la cuestión Malvinas y otras vinculadas a la soberanía, el macrismo tuvo una posición de resignación y, si no hubiera sido por el Congreso y por la reacción social popular, se habrían infligido graves daños a la política exterior argentina y a las políticas soberanas. Uno de los campos donde eso ocurrió fue sin duda en la cuestión Malvinas, ya que el presidente Macri tuvo una actitud condescendiente hacia las pretensiones británicas. El macrismo buscaba de algún modo facilitar la situación de ocupación colonial y eso produjo una fuerte crítica que motivó un mayor compromiso del actual Gobierno en reposicionar la cuestión Malvinas como una política de Estado. 

Nosotros lo que queremos es aplicar la Constitución, que establece como un objetivo permanente la recuperación del ejercicio pleno de soberanía sobre las Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes.

Argentina ha denunciado recientemente ante Naciones Unidas el despliegue en las Malvinas de las denominadas “Fuerzas de Seguridad de Kosovo” así como la explotación y exploración de los recursos naturales por parte de Reino Unido en el archipiélago. ¿Qué está ocurriendo?

En las Malvinas viven poco más de 3.500 personas, pero hay una dotación militar de unos 1.500 efectivos, es por tanto uno de los territorios más militarizados del mundo, aparte de la sofisticación del armamento militar y de la base militar que establecieron allí los británicos. Más recientemente apareció otro agravante, que es la introducción de tropas kosovares para entrenamiento militar, un hecho de suma gravedad que supone otro grado más en la militarización.

También ponemos en evidencia la violación al derecho internacional por parte de Reino Unido en la actividad pesquera y la hidrocarburífera, ya que la resolución 31/49 aprobada por la asamblea general de las Naciones Unidas prohíbe las acciones unilaterales mientras no se alcance un acuerdo negociado por la cuestión de soberanía. 

La ONU ha llamado a ambos países a reanudar las negociaciones, pero Reino Unido se ampara en el derecho a la libre autodeterminación de los habitantes de Malvinas para no retomar un diálogo. Buenos Aires asegura que Londres incumple el derecho internacional.

El pasado 3 de enero se cumplieron 190 de la usurpación británica. Fue una invasión militar a las islas Malvinas que vino acompañada de la expulsión de la población argentina que se encontraba en las islas, que eran los argentinos pioneros que habían dado continuidad a la presencia española antes del proceso de descolonización de Argentina, antes de la revolución de mayo de 1810. Pretender que la población que fue implantada allí como parte de la acción colonialista sea la que decida a quién pertenecen esos territorios no se ajusta a la realidad de los hechos y, en todo caso, es el pueblo argentino el de que debe opinar sobre los hechos, que fue el desplazado. Pero también es contrario al derecho internacional, que a partir de las resoluciones de Naciones Unidas, no reconoce el derecho de autodeterminación en los casos en los que ha habido afectación de la integridad territorial, como es el caso de Malvinas. 

Argentina no reconoce por tanto el referéndum que se celebró en 2013 en Malvinas, donde el 99,8% de los isleños votaron a favor de seguir siendo un territorio británico de ultramar. ¿Es así?

No tiene el reconocimiento de Naciones Unidas, es un referéndum de autocomplacencia. Es importante enfatizar que este falso referéndum intentó disimular de algún modo la debilidad de los argumentos de Reino Unido respecto a su ocupación colonial sobre Malvinas. Argentina reconoce los derechos civiles, sociales y económicos de los habitantes que viven allí como cualquier habitante de Argentina, cualquiera que quiera acceder al sistema de salud o educación gratuita, puede hacerlo por ser habitante del territorio nacional. Y quienes nacieron en Malvinas, con el solo hecho de tramitar el documento nacional de identidad, tienen los derechos políticos, pueden votar y ser elegidos como candidatos [a diferentes cargos]. Argentina responde al compromiso internacional que es respetar los intereses de los habitantes de la isla, respetar su cultura y costumbres. 

El régimen migratorio que aplica el colonialismo británico en Malvinas es restrictivo y discriminatorio hacia las personas físicas y jurídicas argentinas. Se trata de un régimen colonial que intenta dar una fachada de supuesto autogobierno y de apertura de las islas al mundo. 

Pero en los últimos años las Malvinas sí han ido ganando autonomía. Reino Unido aprobó una Constitución en 2009 que da más poderes al gobernador de este territorio y han avanzado en el desarrollo económico y social. Si las Malvinas decidieran ser una nación independiente en los próximos años, ¿Argentina estaría de acuerdo? 

Las Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del sur son territorio nacional argentino. No corresponde al derecho de la autodeterminación, no es la voluntad de quienes habitan las islas de quien depende el destino de sus territorios. Es una disputa entre Argentina y Reino Unido. 

Hay una fachada presuntamente democrática en torno al ilegítimo gobierno, las decisiones no las toma la presunta Asamblea Legislativa, sino la actual delegada nombrada por el rey Carlos III, la gobernadora de las islas, quien tiene el control efectivo. La máxima autoridad legislativa la tiene el parlamento británico, es el que dicta la ley para Malvinas y resto de los territorios de ultramar británicos. Respecto a las condiciones de vida, es cierto que tras la guerra Reino Unido asumió un rol más activo en función de la economía y vida social de las islas, pero hay que tener en cuenta que antes de la guerra los que garantizábamos las condiciones de vida, éramos los argentinos. 

Son dos casos diferentes, pero ¿qué opina sobre Gibraltar?

Son dos casos con historias distintas, pero son dos casos de colonialismo en los que se desplazó a la población nacional que había antes de la invasión inglesa y ambos tramitan ante el Comité especial de descolonización de las Naciones Unidas. Creo que España y Argentina tienen una lucha común contra estos vestigios del colonialismo, con historias muy distintas, ya España también tiene un pasado colonial. 

Que exista una colonia británica en Europa pone en evidencia esta persistente actitud colonialista de Reino Unido, porque que exista en América del sur o ciertos lugares de África, Océano Índico u Oceanía, podría naturalizarse más, pero que se dé en Europa resulta repudiable. 

Por ese pasado colonial de España, ¿cree paradójico que reclame la soberanía de Gibraltar?

En Argentina está muy vivo el sentimiento popular en la causa Malvinas, aparece en las distintas expresiones de la vida social. Esto tiene que ver con que los pueblos de América Latina y el Caribe tienen una especial sensibilidad frente al colonialismo, ahí puede haber una vivencia distinta, lo cual no quita relevancia a la lucha contra este resabio del colonialismo que perdura en territorio español. El hecho de que España tenga un pasado colonial, no le quita relevancia al reclamo de soberanía sobre Gibraltar.

MGA

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