Lole, la esperanza blanca que no quiso girar a la izquierda
Hay dos fotos de gobernadores peronistas reunidos en el CFI. Las publicó la desaparecida agencia DyN. Y hace unos meses las recuperó un colega. Las fotos transpiran muchas cosas: sobre todo, poder, incertidumbre y voracidad de futuro. Una, la que ilustra esta página -la que nos importa hoy, acá-, muestra al scrum de peronistas que gobernaba las provincias, que se podría decir que son “el país”, cuando Fernando De la Rúa era presidente.
Ahí está, Carlos Ruckauf, camisa blanca, en el centro, expansivo, dando indicaciones, extrañamente serio para un hombre que sabía sonreír. Enfrente José Manuel De La Sota, el cordobés que enseñó a perder varias veces para al fin ganar, que escruta unos papeles. A su lado, Adolfo Rodríguez Saá rebusca con los ojos algo que está más allá, donde la lente no llega. Con su mirada transmite más intriga que sorpresa.
Junto a Eduardo Fellner, aparece Néstor Kirchner, casi fuera de cuadro, periférico en esa mesa donde los capos, los poderosos, eran otros. Ya le tocaría a él. Al fondo, entre un novato Carlos Rovira y un replegado Gildo Insfrán, está Carlos “Lole” Reuteman, impasible, los hombros caídos. Observa como si estar ahí fuese un error, como si no tuviera que estar ahí. O no quisiera.
Son los meses previos a la caída de De la Rúa. Cuando el CFI se convirtió en un polo alternativo a la Casa Rosada. Eran “los gobernadores”. Una selección peronista que, sin un jefe-presidente que los mandara o castigara, convivía en un inusual un estado de horizontalidad. De ahí, de esa mesa, salieron dos presidentes (Kirchner, Rodríguez Saá), otro intentó y no llegó (De la Sota), uno se mancó rápido (Ruckauf). Dos, uno visible, el otro subrepticio, todavía reinan: Insfrán y Rovira.
Dos, además, fallecieron. Este miércoles, Reutemann se convirtió en el tercero. El Lole, un peronista atípico que durante los 30 años que hizo política se mantuvo en un mismo andarivel ideológico: debutó patrocinado por Carlos Menem y su último episodio electoral fue asociado a Mauricio Macri. Podría haber dicho que siempre estuvo en el mismo lugar, que los que se movieron fueron los otros. Y hubiera tenido razón.
Otra cosa. Mandó en el PJ santafesino, uno de los más ásperos de la galaxia peronista, pero Reutemann siempre pareció un no político.
Fue, post de la Rúa la esperanza blanca. O la esperanza del peronismo blanco. Eduardo Duhalde, obsesionado por impedir que Carlos Menem vuelva a ser presidente, lo tentó para ser su heredero. Mauricio Maronna escribió una postal deliciosa -para un libro que está en camino- sobre un almuerzo en la quinta de Olivos entre Reutemann y Duhalde. Tendrán que leerla.
Más allá de runrunes y mitos, hay una explicación política de por qué pronunció uno de los no políticos más famosos de la política criolla. Luego de la crisis del 2001, con las calles convulsionadas de protestas y caceroleros y la irrupción, como actor político, de los piqueteros, el Lole entendió que no era su hora. Lo que venía, o debía venir, era un presidente “progre”. No era él. “Se viene el tiempo de la centroizquierda”, se justificó tiempo después.
Vino Kirchner y Reutemann ya no tendría otra oportunidad
Hosco, solía atender los llamados periodísticos en su habitación del hotel donde se alojaba en Capital pero apenas responder, casi monosilábico, pocas dudas. Era una figurita difícil. En marzo de 2017, luego de permanecer varios meses internado en EE.UU. donde le extirparon un tumor, por alguna razón Reutemann quiso dar un reportaje. Su enfermedad estuvo cruzada, como buena parte de su vida, por silencios y secretismo. Me tocó, como periodista del diario “Clarín”, entrevistarlo.
“No vi un fantasma, nadie me amenazó, ni me sacó en paños menores. Alguien dijo que me mostraron una foto en una posición incómoda en los hangares del aeropuerto de Sauce Viejo. Si hay algo que tengo sano, es el culo”, dijo risueño sobre su célebre rechazo a ser candidato cuando, según los números que le mostraba Duhalde, tenía 40% de intención de voto. “No me veía ahí adentro. No me veía en Casa Rosada, en Olivos, los granaderos, los aviones Tango hechos pelota”, agregó. Me sorprendió dónde Reutemann percibía la decadencia: los aviones presidenciales.
Tenía, en esos días, una mirada amable sobre Mauricio Macri, su último socio político tras una breve, y accidentada, convivencia con Sergio Massa allá por el 2013. En el tirón final, rechazó sin estridencias, una invitación imprecisa para integrarse al bloque de senadores del Frente de Todos (FdT), movimiento que impulsó Cristina Kirchner, que fue la puerta para incorporar a Menem y a Rodríguez Saá a la bancada panperonista.
Reutemann no quiso: se quedó suelto, un electrón libre, una banca ya inocua, en cierto modo vitalicia. Falleció este miércoles. Le faltaban casi seis meses para terminar su tercer mandato consecutivo como senador.
PI/WC
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