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“Autoextinción”: la advertencia del líder indígena y filósofo brasileño Ailton Krenak

Ailton Krenak

Gabriel Tuñez

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Treinta y cinco años pasaron desde el día en que Ailton Krenak pronunció su discurso, histórico para las comunidades indígenas de Brasil, frente a la Asamblea Constituyente que en septiembre de 1987 debatía una reforma constitucional que, en algunos puntos, representaba un incremento en la vulneración de los derechos de los pueblos originarios en un país que acababa de salir de una dictadura que había gobernado durante 21 años. “Los pueblos indígenas han regado con sangre cada uno de los ocho millones de kilómetros cuadrados de Brasil”, dijo frente a los legisladores en el edificio del Congreso, el mismo que junto a otras sedes de gobierno en Brasilia fue saqueado y destrozado por militantes bolsonaristas a comienzos de este año. Mientras hablaba pausado y firme ante la Asamblea, Ailton, vestido de traje de color blanco y corbata, comenzó a pintarse el rostro de negro con una pasta surgida de una planta nativa de Brasil, una tradición indígena que simboliza el duelo. Aquel gesto emblemático, que llamó la atención de la opinión pública y la dirigencia política brasileña, transformó a Ailton (Krenak es el nombre del pueblo originario al que pertenece y no su apellido) en un referente entre los defensores de los derechos indígenas en Brasil y el continente, pero también en una de las voces más reveladoras del pensamiento latinoamericano contemporáneo.

A partir de aquel momento, Ailton, que es filósofo y chamán, participó en la fundación de la Unión de Naciones Indígenas (UNI), un foro intertribal que estableció la representación del movimiento indígena a nivel nacional. Durante su trayectoria fue reconocido con los títulos de comandante de la Orden del Mérito Cultural de la Presidencia de la República de Brasil y doctor honoris causa por la Universidad Federal de Minas Gerais, el estado donde está establecido el pueblo Krenak, en las márgenes del río Doce. También, en 2020, recibió el Premio Juca Pato al intelectual del año, por parte de la Unión Brasileña de Escritores, la misma distinción que a lo largo de la historia, entre otros, obtuvieron los escritores Jorge Amado y Cora Coralina, el sociólogo y ex presidente Fernando Henrique Cardoso y el historiador Sérgio Buarque de Holanda, padre del músico Chico Buarque.

Ailton es autor de los libros “O lugar onde a terra descansa” (2000); “O amanhã não está à venda” (2020); “Lugares de origen” (2021), en coautoría con el profesor de Historia brasileño Yussef Campos; “Ideas para postergar el fin del mundo” (2021); y el reciente “La vida no es útil”, editado y publicado semanas atrás por Eterna Cadencia como parte de la serie Pluriversos. Los textos reunidos allí surgieron de conversaciones, conferencias y debates en los que participó Ailton y que fueron transcritos y editados.

“La vida no es útil” es, además del título, uno de los capítulos del libro. Allí, el líder indígena brasileño plantea que el cambio climático en el planeta “no deja a nadie fuera” y, en ese contexto, “los pueblos originarios, en diferentes lugares del mundo, todavía guardan vivencias preciosas que pueden ser compartidas” para reducir sus consecuencias. “Estamos experimentando un cambio gradual en las condiciones de vida en el planeta y todos estaremos al mismo nivel. Una persona que tiene 300 billones de dólares y cualquiera de nosotros vamos a estar todos en la misma. El camino es mirar a nuestro interior. Tenemos que parar de desarrollarnos y comenzar a involucrarnos. No conozco a ningún pueblo que haya salido solo al mundo. Nos movemos en constelación”, asegura.

Una persona que tiene 300 billones de dólares y cualquiera de nosotros vamos a estar todos en la misma

El calentamiento global, la defensa de los derechos de las comunidades indígenas, la destrucción de los ecosistemas y la pandemia de Covid-19 son algunos de los temas abordados por Ailton en el libro. “Destruir la selva, los ríos, los paisajes, así como ignorar la muerte de la gente, demuestra que no hay un parámetro de calidad en la humanidad. Estamos viviendo una tragedia global. Aunque algunos colectivos humanos piensen más allá de la línea de flotación, son solo una muestra gratis de esa humanidad. Necesitamos evocar, en medio de todo esto, alguna visión para salir de este pantano”, afirma en uno de los tramos del libro.

En medio del “desastre” que, a su criterio, enfrenta la humanidad. Ailton sostiene que la comunidad Krenak decidió atravesar ese “desierto” como lo ha hecho en otras ocasiones. Una de ellas fue en noviembre de 2015, cuando una represa de residuos mineros perteneciente a la compañía Samarco, controlada por las multinacionales Vale y BHP Billiton, se rompió y contaminó el río Doce con 45 millones de metros cúbicos de desechos tóxicos cerca de las localidades de Mariana y Bento Rodrigues, en Minas Gerais. El alud de lodo recorrió 650 kilómetros por el río hasta el Océano Atlántico, arrasó todo a su paso, causó la muerte de 19 personas y devastó la diversidad en las tierras de los Krenak. Se trató, según Ailton, de un “crimen ambiental” que afectó la vida de la comunidad “de forma radical: nos quedamos sin agua, sin peces, sin lugar para los rituales y las fiestas. Los niños ya no podían jugar más allí”, recuerda.

Ailton, que tiene 69 años, afirma en el libro que la humanidad se encuentra ante la “oportunidad de decidir si quiere o no apretar el botón de la autoextinción”. Pese a esta advertencia, el chamán indígena asegura que no es “un predicador del apocalipsis”, sino que lo que intenta “es compartir el mensaje de otro mundo posible”.

“Cuando pensamos en la posibilidad de un tiempo más allá de este, estamos soñando con un mundo donde nosotros, humanos, tendremos que estar reconfigurados para poder circular. Vamos a tener que producir otros cuerpos, otros afectos, soñar otros sueños, para ser acogidos por este mundo y poder habitarlo”, opina Ailton. 

La pandemia es uno de los temas abordados en “La vida no es útil”. Para el referente índigena, “fue impresionante” cómo la mayoría de la humanidad, “salvo algunos excéntricos”, aceptó la convocatoria a quedarse en casa y mantener el distanciamiento social. “Entonces, si somos capaces de escuchar semejante orden, todos al mismo tiempo, ¿por qué no podríamos escuchar la orden de dejar de saquear el planeta? ¿De parar de destruir ríos y bosques?”, cuestiona.

Cuando pensamos en la posibilidad de un tiempo más allá de este, estamos soñando con un mundo donde tendremos que estar reconfigurados para poder circular. Vamos a tener que producir otros cuerpos, otros afectos, soñar otros sueños

En agosto de 2021, diferentes comunidades indígenas brasileñas denunciaron al entonces presidente Jair Bolsonaro por genocidio ante la Corte Penal Internacional de La Haya. Entre otras acusaciones, el ex mandatario, que actualmente vive en Estados Unidos, fue responsabilizado de provocar la muerte de 1.100 indígenas al reducir durante la pandemia el accionar de los organismos públicos de protección sanitaria en favor de las comunidades originarias. Los pueblos indígenas denunciaron también en aquel momento deficiencias en el proceso de vacunación, como la falta de información y la discriminación contra los miembros de esos grupo.

Aquella denuncia también incluyó como delitos adjudicados a Bolsonaro la promoción de “invasiones y ataques de mafias agrícolas” a las tierras indígenas, la deforestación, quema de pastizales y destrucción del ambiente y la minería ilegal, todas acciones enfocadas, principalmente, en la región de la Amazonia. Según las imágenes satelitales captadas y relevadas por el Instituto de Investigación Espacial de Brasil (INPE), la deforestación llevada a cabo durante los cuatro años del gobierno de Bolsonaro en los bosques de la Amazonia destruyó más de 44.000 kilómetros cuadrados de bosques, una superficie equivalente o superior a las de Dinamarca, Países Bajos, Suiza o Bélgica.

Solo en diciembre de 2022, el último mes de gestión bolsonarista, se registró un aumento del 150% de deforestación respecto al mismo mes de 2021. La Amazonía cumple un papel clave para el planeta porque absorbe y concentra el carbono emitido hacia la atmósfera. Sin embargo, esta capacidad se está reduciendo como consecuencia de la deforestación y los incendios de bosques. Por el contrario, un estudio hecho por científicos brasileños y publicado en 2021 en la revista Nature aseguró que la selva había emitido cerca de un 20% más carbono a la atmósfera que de lo absorbido en el período entre 2010-2019. Por ese motivo, el destino de la Amazonía, según los expertos, es central para la solución de la crisis climática y restaurar ecosistemas degradados en la región. En eso coincide Ailton: “Pensemos en la vida atravesando montañas, cuevas, ríos, bosques. La vida que la gente ni sabe lo que es y piensa que es solo una palabra. La vida es trascendencia, está más allá del diccionario”.

CC

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