Cualquier día de la semana, por la tarde, hay patrulleros estacionados sobre la calle Ramón Carrillo 375, afuera del Hospital J. T. Borda. Dentro del predio, en la entrada de la Guardia, se ven policías acodados en sus vehículos. Están en los pasillos, en salas comunes, al reparo de los árboles y en las esquinas del terreno. Siguiendo como una sombra a pacientes con consigna policial o simplemente patrullando por el hospital: siempre con el arma reglamentaria a la vista, entre pacientes con trastornos mentales.
Poco a poco el Borda fue aumentando la presencia policial hasta adquirir una lógica más parecida a una cárcel que a un centro psiquiátrico. El hospital endureció el control de ingreso y egreso, sumó dos servicios de admisión (en total son tres) para recibir a personas que delinquieron, se redujeron las visitas de los sábados y se eliminaron la de los domingos. La atmósfera se volvió opresiva y el clima –entre el personal, pacientes y una policía armada y uniformada o de civil que se desenvuelve cada vez con “mayor prepotencia y altanería”–, tenso.
“Hace tiempo recibimos pacientes derivados por la Justicia como si el hospital fuera un ámbito carcelario. Desde que se desarmaron las Unidades 20 y Salud se retiró del programa Prisma, esas personas –con padecimiento mental y causas penales– quedaron sin destino y comenzaron a llegar al Borda, por eso se llenó de policías”, explica Gabriela Sánchez, secretaria de la Comisión Interna de ATE en el Borda.
Este medio intentó comunicarse en distintas oportunidades con autoridades del hospital y del área de Salud Mental de la Ciudad, pero hasta el momento no hubo respuesta. “La Dirección del Hospital no rechaza a estas personas judicializadas. Según ellos, en una oportunidad los médicos de guardia no admitieron una internación porque no creían que tuviera la pautas necesarias, y terminaron procesados por no obedecer una orden judicial. Desde entonces se internan, pero con la policía custodiándolos”, revela la gremialista Sánchez.
Este hecho ocurrió en agosto del 2022. En aquel momento, uno de los tres médicos del Borda procesados por incumplimiento de deberes de funcionario público tras no admitir una internación judicial, denunció en una nota en La Izquierda Diario: “Dejamos de ser agentes de salud para cumplir un acto estrictamente administrativo”.
“Antes de esto –agregó el médico– un juez citó al equipo de guardia y hasta el director del hospital con el fin de pedir explicación de por qué no se cumplió con otra orden de internación. Estuvieron seis horas hasta que pudieron dar declaraciones ante el juez penal. Luego de tales disciplinamientos es difícil poder trabajar sin temor a ser reprendido”.
Por su parte, los empleados denuncian que los agentes de seguridad empezaron a ocupar espacios de trabajo de enfermeras y, por las noches, según afirman comenzaron a armar “ranchadas” de truco con música elevada. “Cuando una enfermera que está sola a la noche les pide que bajen la música porque los pacientes duermen, la amedrentan, la intimidan o le piden el documento”, cuenta Sánchez
Primero se hicieron parte del entramado del neuropsiquiátrico y, después, según los empleados, empezaron a desconocer algunas reglas. “Un compañero de limpieza abrió la puerta del baño que estaba usando un policía. El policía le gritó, lo insultó y le dijo: ‘Mirá que te puedo dar un tiro’. Están completamente desbordados e impunes”, dice Paula, otra enfermera del hospital que solicitó reserva de su apellido.
“Una vez vi, en un servicio donde hago módulos, que un policía hizo levantar a un paciente de la mesa del comedor porque según él ‘era la mesa donde comían ellos’”, suma Analía. “No hay protocolos y nosotras mismas tenemos que poner límites y frenar al personal armado. La verdad tenemos miedo”.
“De repente tenés a uniformados pidiéndote datos. Yo no tuve problemas porque no soy varón joven y morocho, pero compañeros sí tuvieron problemas, ahí se ve la discriminación, arbitrariedad y prepotencia”, dice Sofía Zurueta, tallerista del Frente de Artistas del Borda.
“La policía pone en peligro a los pacientes y al personal. Hay conflictos todos los días. Imaginate ser paciente, entrar al baño del servicio y encontrarte ahí a un policía armado. Si ya estás atravesando un padecimiento psicológico, te imaginás lo peor”, agrega Daniel Calvo, que coordina el taller de Periodismo en la institución.
“Muchas veces son usuarios que vienen con ideas de persecución, con pensamientos delirantes. Para ellos, ver a un policía representa control, vigilancia, y eso agrava sus cuadros”, dice la enfermera Paula.
“Nos quieren tener como ratas o zombies”
El Taller de Periodismo y Comunicación se desarrolla a lo largo de una mesa al lado de la cual permanece una muestra artística creada por los pacientes más inquietos de la institución. Cubriendo la totalidad de una cama venida a menos, la figura de una enorme cucaracha con el abdomen abombado tiene las patas colocadas de tal forma que parecen moverse en el aire.
“Es Gregorio Samsa”, avisa Daniel. “Lo hicieron los compañeros, y tiene la panza hinchada de tanta medicación”. Sobre la mesa de luz, hay una radio que representa la voz de los pensamientos intrusivos que ocurren en muchas cabezas y, a unos 30 centímetros de un valle de cajas de cigarros, hay un paquete abierto de yerba. “Los cigarrillos y la yerba… de algo hay que pasar los días”, dice uno de los pacientes.
De 13:30 a 15:30 se desarrolla el taller de periodismo en un salón en el fondo del hospital. “Hay pacientes que se acercan a enfermería angustiados porque tienen un policía armado al lado de la cama. Los mismos pacientes nos dicen: 'No puede usar nuestro baño, tiene un arma'. Ellos mismos se sienten en riesgo”, advierte la enfermera Analía.
“Por este clima de tensión y miedo, a muchos compañeros le tuvieron que aumentar la dosis de medicación”, dice la tallerista Zurueta. “Ver a tantos policías de esta forma a muchos les remonta a lo que ocurrió en 2013, y es producto de mucho malestar”, comenta Gabriela Sánchez.
El 26 de abril de 2013, la entonces Policía Metropolitana ingresó de madrugada al Borda para habilitar el inicio de las obras del proyectado Centro Cívico, pese a una orden judicial que lo prohibía. Las fuerzas derribaron el Taller Protegido 19 y desataron una represión contra trabajadores y pacientes que intentaban impedir el avance. El operativo dejó al menos 50 heridos, incluidos usuarios de la institución.
Para Juliana Colángelo, psicóloga y parte del Frente de Artistas del Borda, estos encuentros “devuelven las opciones a los pacientes que están sobremedicados y han perdido la autonomía”. “Sobre todo ahora, que el hospital es como un comodín donde traen a personas sin saber bien por qué, con policías por todas partes”.
El taller ha llegado a su fin. Daniel sale de la sala y vuelve con gaseosa y dos paquetes de galletitas. “Deberíamos estar acompañados de médicos especialistas en psiquiatría y otras disciplinas y no de policías, no somos delincuentes”, dice un paciente que participa desde hace años en el taller.
“La policía no puede estar en el hospital público. En uno privado puede ser, no sé, pero acá no”, agrega otro compañero.
“Convirtieron el hospital en una cárcel”, dice una mujer internada hace varios años. “Nos quieren tener como ratas de laboratorio, como zombies. Todos cómplices”.
Hechos graves
El primer episodio grave ocurrió hace dos años, cuando un policía de consigna abrió fuego dentro del Hospital Borda tras afirmar que un paciente lo había atacado. “Disparó al techo y de milagro no terminó en tragedia”, contó la gremialista Sánchez. El agente no estaba identificado y el paciente -un hombre con padecimiento mental- terminó acusado de intento de homicidio. “Un hospital psiquiátrico con una persona armada adentro podía haber sido una masacre”, advirtió.
Tras ese disparo, la situación escaló. Hubo una marcha al Ministerio de Seguridad, pero los episodios continuaron: médicos encontraron siete armas abandonadas en un consultorio, servicios fueron trabados desde adentro y una enfermera debió denunciar que agentes -algunos de civil- jugaban a la pelota en el salón. “No hay convivencia posible; se ponen en un lugar de superioridad y se niegan a dar nombre y apellido”, dijo Sánchez.
Según denuncian, el jueves 30 de octubre, un policía de civil interrumpió una discusión entre dos enfermeros, golpeó por detrás a uno de ellos y esposó a otros tres que intentaron intervenir. “Estaba totalmente sacado”, relató Sánchez. Los tres trabajadores pasaron 24 horas detenidos y enfrentan una causa por agresión a un policía, pese a que testigos señalaron irregularidades, como la aparición posterior de otro agente que alegó tener el tabique roto sin haber sido visto antes.
Tras el hecho, los trabajadores realizaron una asamblea y denunciaron el riesgo de que el policía estuviera armado y sin cartuchera, con el arma visible en plena pelea. Se abrió una mesa con el Ministerio de Seguridad y se firmó un acta que exige que toda consigna policial ingrese registrada con nombre, apellido, placa, horario y paciente a custodiar. “El asunto del arma sigue sin resolverse. Llegaron a proponer que el hospital tenga una armería, algo que rechazamos de plano”, sostuvo la sindicalista.
“Espacio depositario de pacientes judicializados con policías armados”
Tras cumplirse 15 años de la sanción de la Ley de Salud Mental que exigía la desmanicomialización, el Borda no sólo siguió siendo un hospital monovalente sino que hoy se convirtió, según sus trabajadores, en “una gigantesca comisaría” o en “un espacio depositario de pacientes judicializados con policías armados”.
“Se están imponiendo medidas que profundizan el encierro. Seguridad, rejas cerradas, cambios en criterios de acceso, restricciones a las visitas de familiares. Todo avanza hacia un hospital que se parece más a una cárcel que a un dispositivo de salud mental”, dice la tallerista Juliana Colángelo.
Los trabajadores advierten que no solo llevan personas en situación de calle sino también casos peligrosos. El más conocido es el del femicida Mariano Bonetto, quien asesinó a dos jóvenes en La Boca. “Terminó en el Borda y luego desapareció sin registros claros”, comenta Zurueta.
Este proceso comenzó a notarse después de la pandemia, pero se habría recrudecido con la decisión política de tener una “Ciudad limpia”. Según un informe reciente del CELS (“Manicomios porteños: la transformación que no llega”), las internaciones en los hospitales neuropsiquiátricos de la Ciudad aumentaron en 2024, con subas claras en tres de los cuatro monovalentes: el Borda pasó de 893 a 1.036 ingresos, el Alvear de 581 a 676, y el Tobar García de 148 a 154, mientras que el Moyano volvió a ubicarse en el rango de 560 internaciones, consolidando una tendencia general de crecimiento respecto del año previo.
“La Ciudad está llevando adelante una especie de limpieza social. Hoy la guardia recibe patrulleros que traen personas levantadas de la calle”, dice el tallerista Daniel Calvo.
“El Borda tiene esa especie de Dios que nos mira y evita tragedias, porque está todo dado para la tragedia”, concluye Sánchez y Zurueta agrega: “La desmanicomialización no solo no avanza sino que retrocede”.