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Con un discurso de Alberto Fernández y un reconocimiento a 200 graduados y docentes, la UBA celebró su bicentenario

Alberto Fernández y el rector de la UBA, Alberto Barbieri, en las escalinatas de la Facultad de Derecho, junto a las personalidades reconocidas.

Julieta Roffo

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Los nombres fueron tantos que la locutora aceleró el ritmo: este jueves, en el salón de actos de la Facultad de Derecho, la Universidad de Buenos Aires (UBA) celebró su bicentenario y, como parte de los festejos, reconoció a 200 personas, entre graduados y docentes de esa casa de altos estudios. Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta, Axel Kicillof, Beatriz Sarlo, Elena Highton de Nolasco, Ricardo Lorenzetti, Facundo Manes, Daniel Filmus, Alberto Kornblihtt, Dora Barrancos, Tomás Abraham, Nora Cortiñas y Roberto Lavagna fueron los nombres de algunas de esas 200 personas que la locutora leyó en el acto, y también parte de los participantes de la convocatoria, acotada por el aforo máximo permitido en ese salón y con barbijo alusivo repartido entre los invitados.

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“Consideramos la educación universitaria como un deber indelegable del Estado y también como un derecho público y social”, dijo Alberto Barbieri, rector de la UBA, cuando fue su turno de hablar. Y destacó las “luces y sombras” de la historia de la universidad que conduce, que según la consultora británica QS es hace siete años la mejor calificada de Iberoamérica y ocupa el 69° puesto a nivel global: “Dentro de las luces podemos nombrar el reformismo, la participación de los estudiantes, la gratuidad, el ingreso irrestricto, la masividad que tiene hoy la UBA. Pero también hubo momentos oscuros: las dictaduras se ensañaban con las universidades”, definió.

Para hablar del bicentenario de la universidad, el Presidente adoptó un tono autobiográfico: “Entré a los 17 años por esa puerta. Toda mi vida está cruzada por la historia de la UBA, un lugar fantástico donde uno puede encontrar respeto a la diversidad y pluralidad en grado extremo”, dijo Fernández, y recordó que su padre fue alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA), que su hermana se graduó como abogada antes que él, y que su hermano menor también se recibió en la UBA. “Aquí me hice amigos, aquí aprendí, tuve mis mentores. Aquí me eduqué aprendiendo de Bidart Campos y leyendo a Zaffaroni”, reseñó, y concluyó: “Toda mi vida estaré agradecido a lo que está universidad me ha dado”.

“La gratuidad de 1949 fue fundamental para construir una escala social ascendente (...) permitió que los hijos de los obreros pudieran estudiar, que accedieran todos y que no haya una condición económica que limite la posibilidad de estudiar y aumentar nuestro conocimiento”, señaló el primer mandatario, y destacó: “Pensar la educación como un bien público es algo que nos ha distinguido en el mundo entero y es algo que nos ha hecho especiales en Latinoamérica”.

Mirando a su alrededor, mencionó a algunos egresados del CNBA y de distintas facultades que lo rodeaban en el salón: “Veo al gobernador bonaerense y a Horacio, al doctor Pedro Cahn, que me ayudó en el momento más difícil de mi vida a entender lo que no sabía. Axel, Felipe (Solá) y 'Wado' (De Pedro): tres del Buenos Aires al hilo. A Elena (Highton de Nolasco) y a Ricardo (Lorenzetti), miembros del tribunal superior de nuestra patria. A un hombre inmenso como Adolfo Pérez Esquivel, qué alegría que tengamos entre nosotros a un Premio Nobel, uno de los cinco que dio esta universidad. Todo esto lo dio la UBA”, destacó, y sumó: “Tengo un extraño privilegio que es inmerecido: cerrar el acto por el bicentenario de la universidad que más amo, a la que todo le debo”.

La artista Elena Roger fue la encargada de abrir y cerrar el acto: primero, apenas después del minuto de silencio que honró a quienes murieron por CoVid-19, cantó el Himno, y después, “Renaceré”, de Astor Piazzolla, y “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez. En las fachadas de la Facultad de Medicina y de la sede de la avenida Las Heras de la de Ingeniería, a través del mapping, se habían proyectado imágenes para narrar la historia de la UBA. Desde el edicto que la creó en 1821 hasta las clases por Zoom que se impusieron en plena pandemia: en el medio, las primeras mujeres que pudieron recibirse -más de sesenta años después de que se inaugurara la universidad-, la primera transfusión de sangre del mundo y también la primera cirugía televisada, ambas hechas por profesionales de la UBA, la Reforma Universitaria, la Noche de los Bastones Largos y los cinco Nobel argentinos.

En el centro de toda la narración, una universidad que concentra actualmente a más de 300.000 estudiantes -casi el doble que hace veinte años- y que, por su reputación académica y la tasa de empleabilidad de sus graduados, se ubica entre las cien más destacadas del mundo. Y que se mantiene con un presupuesto estancado, diez veces más chico que el de pares regionales como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Sao Paulo.

JR

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