La fantasía de Silvia Prieto, series de septiembre

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A lo mejor te confundió/mi forma de ser/Quién sabe si entendiste alguna vez, yo tampoco sé muy bien cómo es. Ningún mensaje, Rosario Bléfari

Uno. “Cuando terminé el secundario hice un test vocacional y salía que me inclinaba hacia una carrera… por ejemplo Letras. Empecé Letras y no me convenció el área de literatura y decidí orientarme hacia la lingüística. Porque me parece muy interesante: el lenguaje es muy rico, el lenguaje es muy misterioso. Y eso sí me gustó estudiarlo, ver cómo se maneja, las reglas que tiene. Todo eso me gusta, cómo se comunica la gente, cómo a veces nos entendemos a media lengua. Porque a veces hay muchos supuestos, muchos sobreentendidos. Porque la gente no dice todo, dice una parte y se entiende igual. Es muy interesante eso”. La que habla frente a cámara es una mujer que se llama Silvia Prieto. Lo hace hacia el final de la película Silvia Prieto, de Martín Rejtman, cuando corren los títulos. Antes y después de ella habla otra Silvia Prieto y otra más, y otra más: una muy joven que cuenta que es de Chaco y viajó a Buenos Aires a estudiar diseño gráfico porque le gustó el nombre de esa carrera sin saber de qué se trataba, otra que tiene dos hijos y le gusta escribir cada tanto (“en mis ratos, cuando trato de buscarme a mí misma escribo, me enriquece muchísimo”), otra que dice que estudió para ser “counselor” y que tiene “una vida común, pero linda”. La pregunta es parte de esos sobreentendidos de los que habla Silvia Prieto: aunque no lo vemos, suponemos que algún productor les preguntó a cada una de ellas quiénes son, qué es de su vida. Cada Silvia Prieto se ofrece entonces en su individualidad y al mismo tiempo en su repetición. Cada una arma una versión posible en su relato. Primero las vemos todas juntas tomando el té, intentando ver qué las une además del nombre y a la vez haciendo un esfuerzo por subrayar lo que las hace únicas. Pero las palabras, inevitablemente, las van llevando en la conversación a lugares comunes, como la profesión, el barrio donde viven, la composición familiar (en ese tironeo, en esa pretensión de ser alguien y al mismo tiempo fundirnos entre otros –pareciera mostrarnos Rejtman– estamos un poco todos, nos llamemos Silvia Prieto o no). El gesto de incorporar esa zona documental es curiosísimo –y magistral sin ser denso, como todo el cine de Rejtman que siempre parece levitar– después de haber visto una hora y pico de una película de uno de los artistas más extraordinarios del país. Alguien que por lo general suele rodearse también de otros artistas muy singulares. Sin ir más lejos, Rosario Bléfari, una Silvia Prieto que en la película fantasea con cambiar su vida o su forma de ser el día en que cumple 27 años. Una mujer que quiere ser otra hasta que encuentra que hay otra que se llama como ella. Una mujer que da vueltas, que no dice todo, que se mueve entre contingencias, como en toda la filmografía de Rejtman, a partir de intercambios absurdos y reales (de dólares enrollados con bandas elásticas en latitas a sacos, cafés, lámparas de botella, maridos: un mundo encantador, permutable, rejtmaniano).

Dos. “No salió. No me desferreyricé, que siempre es mi objetivo”, me dijo entre risas hace unos días el escritor Gustavo Ferreyra, también un personaje excepcional dentro de la literatura argentina, en una entrevista pública de la que conservo el audio. Hablaba de su novela La familia, un texto monumental para el que, contó, se propuso “poner toda la carne al asador”. Durante su juventud (“tenía 20 años, era bastante zonzo”, aclaró) Ferreyra fantaseaba con que en algún momento iba a “dominar la técnica narrativa al estilo Joyce” para después “poder pasar a otra cosa”. “Joyce era como una cosa que uno dice ‘no hay nada más allá de este tipo’. Cuando leí el Ulises dije: ‘este tipo es un monstruo horrible pero, bueno, es lo más grande que hay’”, me comentó el escritor. Sin embargo, después de varias novelas donde ya había puesto todo su ferreyrismo al fuego y tres años de escritura para La familia –otro lugar común que en manos y palabras de Ferreyra se destartala, se hace media lengua, se desfamiliariza ese intento por ser otro no ocurrió: “Además varios me decían ‘vos ya sos experimental, ¿cuánto más podés ser?’. Entonces dije ‘bueno, escribo lo que sale, escribo la obra que sale’. Es que siento que hay una obra que emerge. Es una fantasía, obviamente, pero siento que para mí, como escritor, es una fantasía necesaria: que hay algo que es una obra a la cual me debo. Me debo a esa obra y es lo que escribo. Esto de hacer de la contingencia una necesariedad es un engaño inevitable del ser humano. Y en mí es así también como escritor. En última instancia, cuando termino una obra, qué sé yo, digo ‘era esa obra, no podía ser otra’”.

Tres. “Un buen nombre es lo más valioso que uno puede tener”. Eso decía varias veces un locutor en una publicidad que veía en la televisión cuando era chica y me encantaba. Era el aviso de un banco, el Banco Río, que irónicamente con el tiempo cambió de nombre. Las imágenes mostraban una sucesión de nenes y nenas que decían frente a cámara cómo se llamaban. “Mi nombre es Constanza”, decía una; “Marianito”, lanzaba otro. Después venían varios más que sonreían casi sin dientes. Hasta que llegaba el momento en el que una decía “me llamo Agustina” y viéndola en casa siempre me conmovía. Todos eran únicos y al mismo tiempo una contingencia: si yo, también Agustina, podía ser la de la tele o viceversa. Un nombre propio y no tanto. En el segundo tramo del aviso venía el interrogante sobre el futuro, sobre eso que los chicos querían ser cuando fueran grandes. La pregunta, otro sobreentendido: seguramente algún productor les había preguntado de antemano a cada uno de ellos o les había indicado la respuesta que iba a quedar mejor para promocionar al banco. Aparecen lugares comunes, fantasías y también salidas insólitas, como la de una nena que habla de trabajar con una computadora “para tocar todos los botonitos”. Lo importante, de todos modos, es el buen nombre, “lo más valioso que uno puede tener”. Esa premisa resuena en mi cabeza y me hace reír cada vez que me llega un correo con una consulta médica para Agustina Larrea. Es que tengo una Silvia Prieto (¿o yo soy la Silvia Prieto de ella?) que es ginecóloga. Una vez por semana (algunas veces más, otras menos), alguien me manda un estudio, una inquietud, una buena noticia o alguna no tan buena. Después de responderles que soy Agustina Larrea –aunque no esa que esperan– y que tienen mal la dirección, me quedo pensando si a Agustina Larrea le pasará lo mismo. Quiero decir, si le llegarán mensajes que son para mí. Llego a fantasear con que más allá hay una vida que me estoy perdiendo; con que, lejos de mi correspondencia que suele ser bastante pedestre, Agustina Larrea recibe mensajes con propuestas fabulosas, con invitaciones a viajes o a proyectos increíbles. Y ella, que para algo es ni más ni menos que Agustina Larrea, elige cambiar su vida, como Silvia Prieto cuando cumple 27. Y acepta. 

Cuatro. “A lo mejor te confundió/mi forma de ser/quién sabe si entendiste alguna vez/yo tampoco sé muy bien cómo es”, canta Rosario Bléfari en Ningún mensaje, la canción que dispara mi computadora. La dejo hasta el final, no toco ningún botonito.

Cinco. Cuenta Martín Rejtman en el libro Es solo una película (La Crujía, 2023), de Pablo Chernov y Fernando Krapp: “La reunión de las Silva Prieto del final de la película fue una producción aparte para encontrarlas. Se buscó a las Silvia Prieto reales a través de la guía telefónica pero, como se dice en la película, había solo dos. Después llamaron a todos los Prieto preguntando si no tenían algún pariente de nombre Silvia. Y al final fuimos a los padrones electorales. Ahí es donde apareció la mayoría y las convocamos para la escena final. Una sola no aceptó. En el estreno de la película en el BAFICI, cuando terminó la proyección, una mujer se acercó para hablarme y me dijo: ‘Yo soy la Silvia Prieto que dijo que no’”.

Empieza esto que se llama Mil lianas. Una versión, algo que se parece a otra cosa. Una vez más, por acá.

1. Series del mes. Las principales plataformas anunciaron, una vez más, diversos lanzamientos que llegarán a las pantallas para ver en formato hogareño a lo largo de todo el mes. Hay series nuevas, regresos esperados y películas que desembarcan en el streaming después de su paso por festivales y salas de cine.

Por mi parte, le pongo algunas fichas a Task, una serie de HBO Max que se estrena el domingo 7 de septiembre. Con Mark Ruffalo como protagonista y agente del FBI a cargo de investigar una serie de robos violentos, está ambientada en los suburbios de Filadelfia y fue creada por Brad Ingelsby, el mismo de Mare of Easttown (si se les pasó, hablamos hace un tiempito de esa serie protagonizada por Kate Winslet por acá). Pero, por supuesto, hay mucho más. Les dejo en este enlace una suerte de guía que armé con tráilers, fechas y datos de películas y series destacadas para ver por streaming este mes. 

La guía con series y películas destacadas que llegan al streaming en septiembre se puede leer por acá.

2. Pequeños lectores, de Yael Frankel. Con el tiempo cambió la idea que tenía de la ilustración como algo íntimamente relacionado con la belleza. Poco a poco dejé de buscar en ese camino; no me interesa el adorno, lo bello (¿qué será lo bello?), el póster para colgar en la pared (aunque las paredes de mi casa y de mi estudio están repletas de ilustraciones propias y ajenas); no pretendo eso como un ideal; prefiero, sobre todo cuando hablo de un personaje, indagar en su interior y darle ciertos rasgos entrañables –y no solo en términos gráficos. Para conseguirlo, procuro dotarlo con alguna cuota de ‘humanidad’. Pero cómo lograr eso si es algo que no quiero resolver gráficamente ni describir en el texto? Entonces, me pongo un objetivo: intentar, con mínimos detalles, que esa cuota de humanidad, por ejemplo, sea visible en su propia incongruencia o en sus contradicciones”, afirma Yael Frankel en Pequeños lectores (Gris Tormenta, 2025).

Repleto de ese tipo de reflexiones, de una búsqueda genuina a través de su obra y de introspección sobre algunos hitos de su vida, en este ensayo la escritora e ilustradora argentina indaga en su propio recorrido como artista, pero también como niña y como madre de niños lectores. Frankel es una de las autoras más destacadas en el rubro de los llamados “libros álbum”, aquellos donde la ilustración y el texto comparten la función narrativa. Gran parte de ellos –aunque no exclusivamente– están dedicados al público infantil, un asunto que la llevó en Pequeños lectores a pensar en la creación, la edición y la circulación de libros para chicos. 

Entrevisté hace unos días a Yael Frankel para hablar sobre su nuevo libro. Pueden leer la nota por acá.

Pequeños lectores, de Yael Frankel, salió por el sello Gris Tormenta. Más, en esta entrevista con la autora.

3. Filba internacional. Hablábamos arriba de la fantasía o la posibilidad concreta de ser otros y por estas horas se anunció la llegada de una nueva edición del Filba internacional, que este año justamente tiene como premisa o título “Alter”. “¿Para qué se escribe, y para que se lee, si no es para ser otro? Si hay una tendencia natural en la literatura –en quienes la leemos, en quienes la escriben– es la de viajar hacia otra cosa. Esa sola inclinación –que está en su raíz– justifica su existencia y quizás garantiza su resistencia a la extinción”, plantean desde el festival literario, que se llevará adelante en Buenos Aires del 25 al 28 de septiembre y que contará con la presencia de escritores internacionales y locales muy interesantes.

La programación, de la que les iré comentando más en próximas ediciones de Mil lianas, se puede ver completa por acá. Atención: aunque son todas gratuitas, hay algunas actividades que requieren de inscripción previa en la página y esa opción se habilita a partir de hoy.

“En la realidad cotidiana vive la realidad fantástica de la imaginación, el deseo, el delirio, los relatos. En una persona hay muchas personas. En un minuto hay muchos días. Y si ese milagro de sensibilidades expandidas sucede, es porque existen las literaturas. Lo otro, lo alterno –una persona, una idea, un lugar– es lo ajeno, lo desconocido, lo que puede asustar y fascinar, por partes iguales, lo que contrasta con lo que creemos que somos y siempre, queramos o no, nos constituye”, apuntan desde Filba.

Del 25 al 28 de septiembre tendrá lugar una nueva edición del Filba. La programación completa se puede ver por acá.

4. Glauber Rocha online. Como todos los meses, les recuerdo que Lumiton, mi plataforma favorita para ver películas en casa, renovó su programación con ciclos online y gratuitos que se podrán ver a lo largo de todo septiembre desde Argentina. Uno que me interesa especialmente este mes es el que le dedican al cineasta brasileño Glauber Rocha.

Hasta el 29 de septiembre se podrán ver seis películas clave de su filmografía, como Barravento, Tierra en trance, La edad de la Tierra, Dios y el diablo en la tierra del sol, El león de siete cabezas y El dragón de la maldad contra el santo guerrero. Se accede por acá.

“Glauber Rocha fue un destacado cineasta, escritor y político brasileño nacido en Bahía, reconocido como emblema y fundador del movimiento del Cinema Novo, movimiento cinematográfico surgido en la década de 1950, que buscaba retratar la realidad social y política de Brasil desde una perspectiva crítica y comprometida, fusionando el arte y la política como parte de la vida social. Aunque el Cinema Novo se centraba en la realidad social, los cineastas también experimentaron con técnicas cinematográficas, como el uso de montaje no lineal, narrativas fragmentadas, simbolismo visual, y elementos del realismo mágico. Además, dentro de las inquietudes aparecía la construcción de una identidad visual relacionada con la idiosincrasia, lo que implicaba dar protagonismo a las historias, las personas, las problemáticas y contradicciones de los pueblos latinoamericanos”, detallan desde Lumiton.

El ciclo online y gratuito de películas dedicado a la filmografía de Glauber Rocha se puede ver por acá.

Banda sonora. Pasé buena parte de este año escuchando Dan’s Boogie, lo último de la banda indie Destroyer, los canadienses con Dan Bejar a la cabeza. Por estos días el grupo lanzó el videoclip de la canción Travel Light, que me gustó mucho y me pareció una buena excusa para sumar algunas de las canciones del disco a nuestra banda sonora compartida. Como todos los viernes, la encuentran acá.

Una linda noticia de esta semana (y también una excusa para escuchar sus canciones): Juana Molina anunció que antes de fin de año estará listo su próximo álbum, que se llamará Doga y presentará en vivo con dos fechas: 21 y 22 de noviembre en La Trastienda de Buenos Aires. “Después de casi 7 años de grabar y grabar y grabar y casi siete años de pensar que no tenía nada, nos llevamos la sorpresa de que en realidad tenía miles de horas de música. Grabaciones en diferentes circunstancias, lugares y personas”, adelantó en su cuenta de Instagram

Bonus track. Atención si andan por Buenos Aires este fin de semana: el sábado 6 y el domingo 7 de septiembre tendrá lugar el Festival Argentino de Historieta en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038, CABA). Con entrada libre y gratuita, participarán más de 40 sellos de todo el país; habrá charlas, talleres, feria editorial y proyecciones. Pueden leer más sobre la programación y ver los horarios de algunas actividades, por acá.

“Entre las actividades destacadas habrá talleres infantiles de dibujo para reinventar nuevas historias de Astérix; talleres de guión, en los cuales se podrán repasar algunos de los recursos específicos de la historieta; se realizará un 'Tinder de historieta', un espacio para que se conozcan entre sí guionistas y dibujantes que estén buscando formar duplas. El festival comenzará con un homenaje a Daniel Divinsky, el sábado a las 15 horas, y finalizará con la presentación, el domingo a las 19 horas, de la nueva novela gráfica de Tute Ensayo para mi muerte”, informaron los organizadores de FAH. 

Posdata. Arrancamos hablando de Silvia Prieto y les recuerdo que la película está disponible para ver en Mubi. Antes de despedirme, aprovecho para agradecer, como todas las semanas, a quienes me escriben con comentarios sobre Mil lianas. Me encuentran, o a mi versión virtual, por acá.

¡Hasta la próxima!

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