Entre la inercia y las ganas genuinas de repasar, de ver de qué estuvo hecho un año o un determinado período de tiempo. Entre la imposición y la ñoñada. Entre la falta de originalidad (¿originaliquéeee?) y la última migaja de entusiasmo restante. Cada vez que llega este momento del año –el de los balances, el de las listas, el de “lo mejor de”– me siento un poco ridícula. Por ahí porque, como conté alguna vez acá, las obras artísticas que más me interesan son aquellas que justamente se corren de cualquier temporalidad. Las orgullosamente anacrónicas, las huidizas.
Sin embargo, acá estoy otra vez, revisando, obligándome a recortar con culpa, viendo qué poner en una selección personal del año, que como todas, implica sesgos, omisiones, arbitrariedades, decisiones que no le hacen justicia a todo lo que ocurrió en 2025.
También lo escribí hace un tiempo por acá (¿originaliquéeee?): tal vez en este momento tan ensordecedor del año lo mejor sea parar la oreja para escuchar algún eco, quedarse en las resonancias más que en lo estridente. Porque el eco no es ruido, ni estorbo, ni invasión, ni lo opuesto al silencio. Es sonido que aparece como una luz que titila a lo lejos; una reminiscencia muy fugaz, un recordatorio, una forma de la memoria que insiste. Sin eco, no hay presente, ni un lugar transitorio al que volver –somos, también, aquello sobre lo que insistimos o lo que las insistencias hacen de nosotros–. Por eso las obras o los momentos más luminosos de un año –o de cualquier tiempo que decidamos recortar arbitrariamente– vienen con una pregnancia adherida. Con ese perfume conocido que reverbera aunque no lo hayamos usado nunca, que busca el camino para que su sonido se vuelva a oír aunque sea un instante.
Arranca una nueva edición de Mil lianas. Viene con libros, series y algunas cosas de 2025 que siguen haciendo eco en mí. Para aferrarse, más que nunca, en medio del desconcierto.
1. The Pitt. Es una de las series más reverberantes de las que se estrenaron y pude ver este año (para los amantes de los rankings, mi podio deforme y personal lo completan Pluribus, Task y El Eternauta y la segunda temporada de Severance).
The Pitt –algo así como un pozo, un lugar bajo, una fosa– es el nombre despectivo que le pusieron los propios empleados al hospital estadounidense en el que trabajan. Se trata de un centro de salud que recibe todo el tiempo personas con emergencias de lo más diversas ubicado en Pittsburgh, Pensilvania. Estrenada este año por HBO Max, The Pitt acude al clásico género del drama médico para contar el vértigo que viven tanto los pacientes como los trabajadores en cualquier hospital con falta de recursos.
Clásica, sencilla y atrapante a la vez, la serie tiene como protagonista a Michael Robby Robinavitch (encarnado por Noah Wyle, quien hace varios años también participó de otro enorme referente del género, ER Emergencias), un experimentado médico que tiene a su cargo el sector que recibe pacientes en estado grave o con cuadros extraños que debe dilucidar. Al frente de un grupo que incluye otros colegas, enfermeros, asistentes sociales y pasantes que aspiran a ser médicos en el futuro, se cruzan así las intrigas personales, los amores, los secretos del protagonista, con los dramas de quienes llegan a la guardia en busca de soluciones. Entre los asuntos que los médicos deben resolver, pese a la escasez de dinero en la institución, hay consumos problemáticos, conflictos de salud mental y las heridas que padecen familias arrasadas por la pobreza.
Algo que distingue a The Pitt de otros programas del rubro es su ritmo: cada episodio cuenta en tiempo real, como hacía la serie 24, una hora del turno de los protagonistas. La primera temporada, que tiene 15 capítulos, refleja así las quince horas de trabajo de corrido que tienen que hacer los empleados de The Pitt. Por los tiempos que narra, además, otra característica particular de la serie es que refleja con crudeza las consecuencias y las heridas que dejó la pandemia de Covid 19. Por suerte HBO ya anunció que a partir del 8 de enero llegará la segunda temporada a las pantallas. Les dejo el tráiler para que vayan poniéndose a tono.
La serie The Pitt está disponible en HBO Max. Más sobre otras series destacadas de 2025 en los siguientes enlaces: Pluribus, Task, Severance, El Eternauta.
2. Libros argentinos de 2025. Se va un año más en el que pude leer y entrevistar a escritores y escritoras contemporáneas. Una tarea que, más allá de las condiciones cada vez más precarias e inciertas que nos corroen a quienes trabajamos en los medios argentinos –o, peor, con ellas encima– me resulta muchas veces gratificante. Por estos días armé un balance con algunos libros destacados de 2025 que incluye, en algunos casos, las entrevistas que hice con sus autores. Lo encuentran por acá (para los amantes de los rankings, mi podio deforme y personal en este rubro sigue la lógica de la lista con los seis primeros que van a ver ahí: López López, de Tomás Downey, Historia natural, de Marina Yuszczuk; Terminal 2020, de Osvaldo Baigorria; Poesía y errancia, de Alicia Genovese; Mi niñera de la KGB, de Laura Ramos y Argentinos, ¡a las cosas!, de Martín Kohan).
También armé otro repaso (lo encuentran acá) con grandes rescates literarios de libros argentinos que hicieron algunas editoriales locales. En ese caso, el libro que tuvo más eco para mí –y lo sigue teniendo– es Cuentos completos, de Diego Angelino.
El balance 2025 con libros destacados de autores y autoras de Argentina se puede leer por acá. Y, en este enlace, el repaso por grandes rescates literarios del año.
3. Lo que es mío, de José Henrique Bortoluci. “Hacerse adulto es acercarse y alejarse de ese dialecto familiar, de la lengua viva de la infancia. No es una tarea fácil. Ejecutamos el lento trabajo de elegir palabras, ser elegidos por otras, prescindir de muchas, revolvernos contra términos y usos, construir un archivo personal y, con el tiempo, producir un relato intermedio, vacilante, entrecortado, como un coro siempre desentonado en el que graves y agudos, palabras nuevas y viejas no dejan de producir una curiosa disonancia”, apunta el brasileño José Henrique Bortoluci en este libro y luego agrega: “Solo podemos hablar nuestra propia lengua cuando ajustamos cuentas con la lengua de nuestros padres”.
Como comenté en esta edición de Mil lianas, Lo que es mío –sin dudas una de las lecturas que caló profundo en mí este año– está escrito por un hijo que quiere retratar a su padre, Didi. El hombre es un camionero por más de cinco décadas en un Brasil que se mece entre el genuino anhelo del progreso, la desigualdad y una violencia arrasadora. Jubilado ahora, con el diagnóstico de un cáncer que pone en tensión a un cuerpo que ya arrastraba una gran cantidad de heridas, Didi revisa algunos episodios de su vida mientras que su hijo observa sus palabras, escucha a los médicos, sigue con atención las noticias que azotan a un país en conflicto y a un mundo en pandemia.
Bortoluci es un académico –el primero en acceder a la universidad en una familia de las clases populares brasileñas– que sabe que las grandes biografías, por lo general, no reparan en las vidas como las de este hombre que atravesó miles y miles de kilómetros para ganarse el pan y volver cada tanto a la casa familiar. Este hombre que, con sus propias palabras, con sus deseos, con sus historias ruteras –todo lo que es suyo–, es, ni más ni menos, que su padre. Sin embargo, con nobleza y la mirada de un hijo que se acerca y se aleja de la estirpe, intenta escribirla convencido de que “no hay texto sin filiación”.
En un gesto similar al de Didier Eribon con su Regreso a Reims y con el perfume de algunos textos de Annie Ernaux, aunque desde una mirada latinoamericana profunda y un poco más luminosa, Bortoluci desanda el camino paterno para ofrecer un relato inteligente, repleto de lecturas, doloroso, radiante y poéticamente conmovedor.
Lo que es mío, de José Henrique Bortoluci, salió este año en Argentina por Random House con traducción de Antonio Sáez Delgado.
4. Apostilla. Varias películas también dejaron este año huellas resonantes. En el caso del cine nacional, incluso con los ataques por parte del gobierno, los recortes y la incertidumbre imperante para ese sector castigado, ofreció grandes estrenos. Para los amantes de ránkings y listados, dejo mi podio deforme y personal, donde se ubican cabeza a cabeza Una batalla tras otra (recordatorio: ya está para ver en streaming por HBO Max, como contamos por acá); LS83, de Herman Szwarcbart (la comenté por acá, está en cartel en Malba Cine); Algo nuevo algo viejo algo prestado, de Hernán Rosselli (acá hago trampa porque se estrenó a finales del ‘24, pero estuvo en cartel buena parte de este año, pueden leer más por acá); Fue solo un accidente, de Jafar Panahi (atención que está en cartel ahora mismo) y Valor sentimental, de Joachim Trier (ídem, está llegando a algunas salas por estas horas).
Banda sonora. Cuando el año empezaba a apagarse, apareció un material maravilloso que permanecía inédito. Se trata de Mercedes Sosa tocando en vivo en el exterior (el año pasado, si se les pasó, comentamos por acá las grabaciones que aparecieron de ella en un show que tuvo lugar en Nueva York en 1974). Esta vez es una presentación que la artista argentina grabó en la televisión de Suiza, en 1980. Ese concierto acaba de ser restaurado y lanzado para escuchar en las plataformas digitales.
“A 45 años de una presentación única, un registro inédito de Mercedes Sosa ve finalmente la luz. Se trata de una actuación realizada en 1980 en un estudio de televisión en Suiza, junto al guitarrista Nicolás Brizuela, en pleno exilio, en un contexto sociopolítico marcado por la violencia, la censura y el desarraigo. Grabada originalmente en formato VHS y escuchada solo una sola vez por quienes estuvieron allí, esta presentación fue recientemente remasterizada por Conrado Silvela en Estudio Casa Rara, en un trabajo minucioso de restauración sonora que buscó preservar —más que pulir— la experiencia de escucha original. El objetivo no fue modernizar el registro, sino conservar su atmósfera, su respiración, su cercanía, permitiendo que quien escucha hoy pueda sentirse dentro de ese estudio europeo de 1980, frente a una Mercedes Sosa íntima, lúcida y profundamente comprometida”, informaron desde la Fundación Mercedes Sosa.
Una alegría volver a la más grande de todos los tiempos, a esa voz y a ese eco inconmensurable. Encuentran todo en este enlace. Aproveché para sumar algunas de esas canciones a nuestra banda sonora. Se escucha, como siempre, por acá.
Posdata. Gracias por la compañía, lectoras y lectores de Mil lianas. Este espacio fue para mí un amparo en medio de un año arrasador. Que pasen bien las fiestas y que se venga un 2026 amable con todos nosotros. Entro a boxes para refrescarme un poco, ¡nos reencontramos en 15 días!
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