Murió Vera Jarach, la Madre de Plaza de Mayo que escapó al fascismo en Italia y que al llegar a la Argentina sufrió la desaparición de su hija Franca durante la dictadura cívico-militar. La triste noticia fue comunicada por la Presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Taty Almeida. Su nombre quedó ligado para siempre a la defensa de los derechos humanos en la Argentina, y su historia personal condensó las tragedias y resistencias del siglo XX.
“Las Madres tenemos el dolor de comunicar que acaba de fallecer nuestra amada compañera Vera Jarach. Nuestro corazón no nos da fuerza para detallar ahora lo que fue su vida cargada de valores y con firme compromiso de trabajar la mejor Memoria y, a través de ella, procurar Verdad y Justicia para con su preciosa hija Franca, hija de todas nosotras”, escribieron las Madres.
En el comunicado la despidieron con cariño: “Vera querida, compañera inteligente, culta, alegre tantas veces y en silencio algunas otras, porque en tu ánimo giraba la pregunta que nunca debió existir: ¿por qué? Vera hermana, eres parte nuestra y estarás en cada paso nuestro y de quienes nos sigan. La sonrisa de Franca será siendo la bandera de innumerables jóvenes. Te queremos”.
Quién fue Vera Jarach
Nacida en Italia, el 5 de marzo de 1928, Vera Jarach emigró a la Argentina junto a su familia huyendo del fascismo y de las leyes raciales que perseguían a los judíos en Europa. Su abuelo paterno, sin embargo, no logró escapar y fue asesinado en el campo de concentración de Auschwitz. Esa herida temprana marcó su vida y la conciencia de que la memoria era un deber irrenunciable.
Décadas más tarde, ya en Buenos Aires, Vera volvió a enfrentar el horror de la violencia de Estado. Su hija, Franca Jarach, estudiante secundaria de 18 años, fue secuestrada y desaparecida en junio de 1976 durante la última dictadura cívico-militar.
Franca fue llevada a la ESMA, uno de los principales centros clandestinos de detención, y hasta hoy continúa desaparecida. La sonrisa de Franca, como recordaban siempre las Madres, se transformó en un emblema de resistencia y juventud truncada.
Tras la desaparición de su hija, Vera se unió a las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, donde desplegó una incansable militancia para exigir justicia y mantener viva la memoria de los 30.000 desaparecidos. Con voz firme y clara, denunció el terrorismo de Estado en ámbitos nacionales e internacionales, convirtiéndose en una testigo clave de la historia reciente.
Su doble condición de sobreviviente del Holocausto y madre de una desaparecida le dio a su testimonio una fuerza singular. “La memoria es un compromiso con los que no están, pero también una obligación con los que vienen”, repetía.