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Más pedales menos volantes, una fórmula que puede ayudar a mejorar el planeta

Una persona andando en bicicleta

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Todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron en 2015 objetivos claros como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y, aunque los informes dejan ver cierto progreso en muchos lugares, la realidad es que globalmente no se avanza ni a la velocidad ni a la escala que haría falta.

Alcanzar o no estos objetivos es responsabilidad del ser humano, cada cual tiene su papel y su manera de aportar, desde las más altas instituciones hasta los ciudadanos de a pie. Y aquí es donde entra nuestra colaboración para hacer posibles esos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que debemos alcanzar en los próximos 10 años.

Entramos en una década de acción, tanto a nivel mundial como a nivel local, donde es fundamental la implicación de todas las personas si queremos conseguir las transformaciones necesarias. Nuestras vidas dependen de la salud del planeta y el planeta depende de nuestras acciones, por lo que las Naciones Unidas lanzan un ‘Actúa Ahora’ para que individualmente cambiemos el rumbo hacia estilos de vida más sostenibles.

Los 17 ODS están dirigidos a solucionar problemas como la pobreza y el hambre, a luchar por la salud, la educación y la igualdad de género, a garantizar agua limpia, energía asequible y un trabajo decente, así como a promover la innovación en la industria, a reducir las desigualdades y a conseguir ciudades más sostenibles. Siempre apoyando un consumo responsable, un cuidado del clima, de la vida submarina y los ecosistemas, en un marco de paz y justicia, ligado todo en un sistema de alianzas que trabajen por un bien común. Y eso, aunque visto así parezca estar en el tejado de grandes organismos, también recae sobre cada uno de nosotros.

Pero, ¿qué puedo hacer yo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

Los ciudadanos tenemos un papel fundamental si queremos que de aquí a 10 años el planeta se convierta en un lugar mejor. Hay mucho trabajo por delante pues se estima que en 2050 la población mundial tendrá un ritmo de consumo equivalente a casi tres planetas completos. Y la ONU nos dice que no hay tiempo que perder. Cada uno de nuestros actos cuenta: desde la comida que comemos hasta la ropa que vestimos, por lo que, si queremos colaborar y no sabemos cómo, podemos empezar por cambiar nuestros hábitos diarios y seguir estos consejos. Pequeños gestos que ayudan a conseguir un gran cambio.

  • Aplicar la regla de las ‘3 R’s’

Como consumidores responsables, tenemos la responsabilidad de reducir la cantidad de desechos –el mejor residuo es el que no se genera-; de reutilizar todos aquello que todavía tiene una segunda vida útil (¿quién no ha convertido una camiseta en un trapo de limpieza?); y de reciclar todo lo que se pueda: envases, vidrio, papel,  cartón, pilas, residuos orgánicos, aparatos electrónicos… Con ello, se evita la extracción de materias primas para crear nuevos productos.

  • Apagar las luces

Y no solo las luces que no se necesiten, sino también los aparatos eléctricos cuando no se utilizan, ya que sus modos en reposo también consumen energía. Utilizar la luz natural siempre que se pueda y sustituir todas las bombitas de la casa por unas nuevas LED o de bajo consumo.

  • Más pedales y menos volantes

Siempre que se pueda, hay que dejar el vehículo particular en casa. Si se camina, se usa la bicicleta o el transporte público, se evitará emitir gases nocivos innecesarios. Es más, si puede cambiar el vehículo particular por uno eléctrico o un híbrido.

  • Duchas rápidas

La falta de agua afecta a más del 40% de la población mundial, así que no hay que desperdiciarla. Es mejor recurrir a duchas de cinco minutos y no llenar la bañera, cerrar la canilla al lavar los platos o cepillarse los dientes y no dejar el agua correr. Usar programas cortos en la lavadora y recoger el agua de la ducha mientras se espera que llegue caliente para usarla después en lo que sea necesario.

  • Consumir productos de temporada y no generar desperdicio alimentario

Cuando se piense en comer, optar más por frutas y verduras de temporada que, además de ser más saludables, su cultivo es más natural y afecta menos al medio ambiente. Además, apostar por la “cocina de aprovechamiento” para evitar el desperdicio alimentario: una fruta madura se puede usar para jugo, o el pollo sobrante de hoy puede convertirse en las croquetas de mañana.

  • Optar por una dieta más verde

Encaminar los hábitos de alimentación hacia una dieta con más verduras, más frutas, más cereales, más legumbres y más frutos secos. Si se reduce el consumo de carne, se disminuye el gasto de agua mundial y la emisión de importantes cantidades de CO2 a la atmósfera. 

  • Siempre a la moda, pero a la moda ecológica

La industria textil es la segunda más contaminante del mundo después de la petrolera. Hay que huir de las prendas de vida corta, esas que parecen hechas para usar y tirar. Es mejor optar por la producción responsable, por los materiales orgánicos, reutilizar y donar las prendas que ya no se usan, en vez de tirarlas.

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