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A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

Autora: Victoria De Masi

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La queja al jefe: historias de “puenteo” a mujeres periodistas

Puenteo.

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“Vicky, vení un minuto”. Quien era mi jefe en ese momento me tocó apenas el hombro y con un gesto de la mano me indicó que lo siguiera hasta su oficina. Caminé detrás suyo, entramos y me pidió que cerrara la puerta. Después se sentó en su silla y con otro gesto de la mano me indicó que mirara el monitor de su computadora. Me acerqué a la pantalla y lo primero que leí fue un “mirá vos”. Luego me di cuenta de que esa pequeña frase era parte de un ida y vuelta de mails entre el Jefe de mi jefe (es decir, el jefe de todos los que respirábamos en esa redacción) y una fuente a la que yo había consultado el día anterior.

En ese mail, la fuente en cuestión le contaba al Jefe de mi jefe que no le había gustado el tono del intercambio que habíamos tenido al teléfono. La fuente, además, le aseguraba al Jefe de mi jefe que mis “inclinaciones políticas serían inconvenientes” para el medio que me empleaba. Era el año 2011. Había más, pero no me acuerdo. Igual eso es suficiente. Quise explicar, pero mi jefe solo me advirtió: “Cuidado”. Salí y fui hasta mi escritorio. Sentí mucha bronca. No tuve posibilidad de defenderme. ¿Tenía que defenderme?

Aquella vez, en una organización verticalista y comandada por varones, dos hombres en puestos jerárquicos hicieron lugar a la queja de una fuente masculina. La fuente aprovechó el privilegio de la cercanía con quién ocupaba el cargo más alto en la escala jerárquica. A ese superior le alcanzó con un “mirá vos” (¿habrá pensado que la fuente tenía razón?) y a mi jefe directo le pareció que bastaba con avisarme que de mí dependía mi propio cuidado. Ahora, diez años después, creo que aquella fue una maniobra de disciplinamiento.

Resulta que el mío no es un caso aislado. Resulta que este tipo de discriminación al trabajo de las periodistas no se ha detenido. Resulta, también, que estas historias nos encuentran entre mujeres. Con esta pequeña anécdota, los invito a leer a la invitada de esta entrega de #GraciasPorVenir: Natalí Schejtman, periodista y autora de Pantalla Partida: 70 años de política y televisión en Canal 7. Escribe Natalí:

Esta colaboración en el news de Vicky es un ejemplo de algo muy habitual: las mujeres periodistas hablamos entre nosotras, entre otras cosas, de temas de mujeres periodistas. Últimamente, incluso, ese tipo de conversación fue tomando una forma más establecida y a veces institucional, como puede verse en la conformación del colectivo Periodistas Argentinas o la creación del puesto de editoras de género en algunos medios.

La academia y algunos organismos internacionales también están interesados en el cruce: cómo se habla de mujeres en las noticias, cuántas mujeres aparecen citadas como fuentes autorizadas (expertas en distintos temas) en comparación con hombres, cuánto más se agrede a las mujeres en las redes sociales y el cuello de botella para los puestos altos en las empresas periodísticas, más una larga lista de etcéteras que, si les interesan, me pueden pedir por mail.

Pero en las redacciones también se suele charlar sobre temas más difíciles de cuantificar, un poco más ocultos, pero que están en la base de formas de discriminación más visibles. Es decir: cuando vemos que las mujeres suelen firmar muchas menos noticias policiales, de deportes o de política que los varones y que están detrás de apenas el 15% de las notas de opinión, como señala este estudio cuantitativo de Eugenia Mitchelstein, Pablo Boczkowski, Victoria Andelsman y otros autores, es imposible no vincularlo a distintas situaciones que viven las mujeres que se dedican a esto y que poco a poco las van corriendo del mapa o les exigen ser mucho más resilientes para seguir ocupando esos espacios.

Una historia que se repite entre las mujeres periodistas es la queja al jefecuando un entrevistado o una fuente se molesta porque algo no salió publicado como él esperaba, la fuente en cuestión –el fuento habría que decir en este caso– suele ser incapaz de plantear sus problemas a la profesional que venía en comunicación con él y opta por llamar a su superior, que en general, según todas las estadísticas disponibles, es varón.

Eso le pasó más de una vez a una colega: “Yo estaba investigando una noticia, me puse en contacto con una empresa grande que parecía involucrada en la historia y en un momento me llama mi jefe para decirme que alguien de la empresa lo había contactado a él en lugar de responderme a mí”. No solamente vivió este llamado como un ninguneo y un avasallamiento total, sino que también le generó otra reflexión: “Nunca dudé de que mi jefe me iba a apoyar, pero en otro contexto podría haberme generado una situación muy incómoda con él”.

Otra colega, dedicada a temas económicos, tuvo una situación similar hace algunos años con un ex funcionario jerárquico del área. La entrevista fue telefónica y la periodista señala que tuvo un tono firme pero cordial. Fue tenso, pero no hubo ningún tipo de exabrupto desde ninguna parte. Al día siguiente, la periodista recibió un llamado de su jefe: otra vez, al vocero del ex funcionario no le había gustado el tono de la entrevista. Pero en lugar de hacérselo saber a la periodista con la que había acordado la nota y con la que habitualmente tenía contacto, se lo había hecho saber a su jefe editor.

Similar caso ocurrió con un ministro en funciones, que se indignó por el tono de las preguntas y en vez de comunicarlo vía su vocera a la periodista, eligió llamar él al jefe de la última.

Esas historias se repiten de un modo escandaloso entre periodistas mujeres de distintos medios de comunicación. Después de recordar la historia, viene enseguida la pregunta contrafáctica: ¿llaman al jefe por ser jefe o por ser varón?¿Las fuentes las deslegitiman como interlocutoras por mujeres, por redactoras o por jóvenes (cosa también estadísticamente probable porque hoy la base jerárquica/salarial de las redacciones está poblada por mujeres jóvenes)?

Noelia Barral Grigera, periodista de política y hoy conductora del noticiero central de IP y columnista de Pasaron cosas en Radio Con Vos, cuenta una anécdota similar que data de los inicios de su carrera en gráfica, con un vocero descontento con la presentación que ella había hecho de su diputado y se lo hizo saber al subdirector del medio en el que trabajaba. En este caso, no duda en adjudicar el modus operandi a su condición de mujer.

Pero además señala una cuestión de sociabilidad que hace que a las mujeres periodistas este tipo de reacciones les pasen más seguido: “La relación periodista varón y vocero varón o funcionario varón es más una relación de pares. Cuántos hay que van a jugar a la pelota juntos, después te tomás una birra... Eso establece un terreno de vínculo que para las mujeres es muy desigual. Vos nunca tenés como mujer una situación de relación con el funcionario o con el vocero tan relajada como la de ir a jugar un partido de fútbol. Eso ya te pone en un lugar totalmente diferente y desparejo. Y ese desnivel a veces se usa para presionar de esta manera. Es un espectro de negatividad: la negatividad más amable con nosotras es que los varones consiguen mejor información o tienen mejor acceso. Y la más fulera pasa por estas formas de presión”.

Las formas de discriminación al trabajo de las mujeres periodistas tienen varios capítulos, más y menos sutiles y más y menos específicos del periodismo. Todos ellos aparecen en la base operativa de varios de los fenómenos de disparidad que hoy salen a la luz de distintas maneras. Y forman parte, cada vez más, de las conversaciones que tienen las mujeres periodistas en distintos contextos.

VDM

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A veces es más interesante lo que sucede en la previa de una entrevista que la entrevista que se publica. A veces, también, las bambalinas de un reportaje merecen “una nota aparte”. ¿Cómo se preparó Esmeralda Mitre para recibir a elDiarioAR? ¿Qué era eso que tenía sobre su escritorio el empresario Claudio Belocopitt? ¿Y el momento exacto en el que Alberto Samid se enfureció delante del grabador encendido? Hay datos de archivo, referencias, climas, declaraciones o rodeos del personaje que no llegan a un texto. Y no hay entrevistado sin entrevistador así que este boletín también indaga en los fracasos y los aciertos a la hora de entrevistar, de la escucha y lo imprevisible. Gracias por venir será una ventana para que corra aire y también para conocernos.

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