El Eternauta: la influencia vital de una creación pionera en la ciencia ficción argentina

“No”, dijo de forma rotunda cuando le preguntaron si alguna vez había sentido vergüenza por escribir historietas. “Por esa división que se hace con frecuencia entre géneros mayores y géneros menores te lo pregunto”, insistió uno de los entrevistadores. “No, al contrario. La historieta es un género mayor. Porque, ¿con qué criterio definimos lo que es mayor o es menor? Para mí, objetivamente, género mayor es cuando se tiene una audiencia mayor. Y yo tengo una audiencia mucho mayor que Borges. De lejos, y estoy seguro, Borges también hubiera querido escribir guiones, como tantos escritores argentinos”. Y siguió: “Les repito. Yo casi no leo historietas, yo leo literatura. Leo constantemente. Y si Borges saca una cosa, voy y la compro. Esas son mis fuentes. Y lo digo sin culpa. Leo buenos autores: Stevenson desde chico. O Salgari, ya les dije”.
Quien habla es Héctor Germán Oesterheld. Lo hace en el verano de 1973 ante Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, dos personas que entonces, como él, también eran también guionistas de cómics. Por esos días, Oesterheld era un consagrado del rubro: desde mediados de los ‘50 había escrito numerosos relatos breves de ciencia ficción, ya había formado parte de publicaciones como Misterix y otras célebres de la editorial Abril, ya había dirigido revistas como Hora Cero y Frontera, ya había creado, junto a dibujantes como Hugo Pratt, Alberto y Enrique Breccia o Francisco Solano López, series como Sargento Kirk, Bull Rockett, Ernie Pike . Y, sobre todo, El Eternauta, la que es considerada su obra maestra y que por estas horas regresa en formato audiovisual a través de Netflix.
Esa entrevista histórica fue publicada por Trillo y Saccomanno en el libro Historia de la historieta argentina de 1980 y rescatada décadas después por la revista La Maga. Para entonces Oesterheld integraba, como sucede desde su secuestro en 1977, la lista de desaparecidos por la última dictadura militar. También las cuatro hijas del escritor –dos de ellas embarazadas al momento de su captura por parte del gobierno de facto– y tres yernos.

Un héroe colectivo
“Esa madrugada de 1957 en que un guionista de historietas es interrumpido por la aparición de un viajero del tiempo hace dos años que los cazas de la Marina de Guerra bombardearon la Plaza de Mayo para derribar el peronismo, y además de cientos de hombres y mujeres mataron también chicos en un colectivo escolar. Hace un año también que el ejército fusilaba militantes de la resistencia peronista en un basural de José León Suárez. En ese 1957, un gobierno militar gobernaba con persecución y tortura mientras tanteaba una salida ‘democrática’. Y Héctor Germán Oesterheld fundaba su propia editorial, Frontera, y en la revista Hora Cero Semanal publicaba El Eternauta. Yo tenía nueve años en la casa de Mataderos y tenía prohibido acercarme al ropero del cuarto de mis padres donde se guardaban armas. Todavía hoy me pregunto si tenía alguna conciencia de lo que significaba la violencia política, si la entreveía acaso en esa historieta que me mantenía en suspenso hasta la semana próxima”, escribió Guillermo Saccomanno en el prólogo de la edición definitiva de El Eternauta que publicó la editorial Planeta en 2022 y que hoy se consigue en librerías.
La primera edición de El Eternauta, tal como apunta el escritor, salió en la revista Hora Cero por entregas, a lo largo de tres años, con guión de Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. Se encuentra disponible y digitalizada completa por el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHIRA) al que se puede acceder de manera gratuita en este enlace.
En las primeras escenas de la historieta, en efecto, un misterioso hombre aparece repentinamente en la casa de un guionista de cómics. El recién llegado le pide a su interlocutor un lugar para descansar (“no necesito otra cosa para reponerme… porque estoy cansado, terriblemente cansado. Y necesito descansar para poder seguir buscando”, dirá) y permiso para contarle su historia. A partir de entonces, el guionista, que se llama Germán y no es otro que el propio Oesterheld, se aprestará a contar las peripecias del Eternauta, o Juan Salvo, la nevada insólita que preanuncia una misteriosa invasión de Buenos Aires y el grupo de hombres que decide ponerse en acción para intentar salvar a todos.

“El relato transporta al lector a un paisaje suburbano donde se vive una atmósfera de placeres chicos de clase media. No me resultan ajenos ciertos signos que definen la temporalidad de la historia. Cito unos pocos: la radio, un carro de panadero, un trolley, una pintada política. Muchos son los pasajes narrativos que emiten reminiscencias. El borde entre realidad y ficción es apenas discernible. La naturaleza de la trama, los invasores, los traidores robotizados y la resistencia no son elementos que pueden pasarse por alto. Oesterheld no se limitaba a humanizar la aventura en el plano de las tramas en una coyuntura en la que circulaba el individualismo de los héroes norteamericanos. En contraposición, al emplear la participación y la voz de los segundones, establecía una solidaridad nada habitual del género. ‘El héroe es siempre colectivo’, afirmaba”, agrega Saccomanno en el prólogo de la edición de 2022 de la novela gráfica.
“Hay una cosa importantísima en El Eternauta y tiene que ver con que se trata de una historia que perdura en el tiempo de una manera muy potente. Y eso no tiene que ver solamente con su trama sino también con las formas del lenguaje con la que está construida. Y también con la potencia del dibujo de Solano López. Me refiero al primer Eternauta, al original”, señala ante elDiarioAR el escritor argentino Juan Carrá y agrega: “Diría que es la única historieta argentina de las clásicas que tiene una pregnancia muy fuerte todavía hoy. Una historieta que tiene lectores en el presente, por fuera de los lectores del nicho habitual de los que leen historietas. Eso se debe a la vigencia de la obra, pero también por la resignificación que tuvo la obra a partir de su lectura política, que no es menor”.

“Si bien El Eternauta es un texto que se crea en el ‘57 y se va publicando por entregas entre el ‘57 y el ‘59, funciona como una especie de ficción premonitoria en varios aspectos. Primero, en la representación del autoritarismo y de la invasión como ese espacio desolado que propone Oesterheld en el texto y que después se representa claramente en la política con la dictadura. Pero también con la idea del personaje de Juan Salvo, que es un personaje que busca a su hija y a su esposa que están desaparecidas. La idea de la desaparición es muy potente, porque además es el punto de partida de la narración. Cuando El Eternauta se corporiza ante el personaje de Germán en su escritorio le dice que quiere descansar porque quiere seguir buscando, que es lo único que hace. Y mientras descansa le cuenta la historia, le construye el relato que después es lo que se representa en la historieta. Ahí hay algo interesantísimo en la idea de la ciencia ficción como texto premonitorio, un tópico de la ciencia ficción que después se toma mucho en las distopías, que es la idea del hombre como lobo del hombre. Esta idea de que inmediatamente a que sucede la invasión, la caída de la nevada, ellos empiezan a organizarse y Favalli, que es el personaje que le pone cabeza a ese primer momento de la resistencia, cuando ellos todavía no están junto al Ejército, se hace el planteo: lo primero que tenemos que ir a buscar afuera son armas, no provisiones, porque puede haber otros sobrevivientes y esto es la ley de la selva, es matar o morir. Y aparece esta idea de los lobos”, afirma Carrá.
Es la única historieta argentina de las clásicas que tiene una pregnancia muy fuerte todavía hoy. Una historieta que tiene lectores en el presente, por fuera de los lectores del nicho habitual de los que leen historietas. Eso se debe a la vigencia de la obra, pero también por la resignificación que tuvo la obra a partir de su lectura política
Entre los primeros lectores, pero también entre quienes fueron encontrándose con la novela gráfica con el correr de los años, un aspecto crucial llamó la atención: la representación de esos fenómenos extraños en ámbitos próximos, reconocibles por todos.
“Hay que pensar que El Eternauta es, de alguna forma, la llegada de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, a nuestro país y en especial a la ciudad de Buenos Aires. El imaginario visual que ofrece es el de una ciudad que está no solamente invadida sino también arrasada por las fuerzas del invasor. Y eso, por supuesto, produce un efecto de extrañamiento, de distancia con los entornos cotidianos, que me resulta importante. Porque posiblemente sea si no la primera, el punto más alto de ese extrañamiento que tuvimos sobre nuestra ciudad en el siglo XX”, apunta por su parte el escritor Juan Mattio consultado por este medio.
Sobre la influencia de la creación de Oesterheld y Solano López en el campo literario y en el campo cultural en general, Mattio sostiene: “Creo que muchos de los autores y autoras que en la segunda mitad del siglo XX van a trabajar decididamente en el género de la ciencia ficción –pienso en Angélica Gorodischer o en Carlos) Gardini– están acompañados la posibilidad que se abre con El Eternauta. Además, la imaginación de un evento extraño que enrarece nuestra ciudad puede percibirse incluso, diría yo, en una novela que podría pensarse como muy lejana a El Eternauta como es La ciudad ausente de Ricardo Piglia. Y también en La sonámbula, una película de ciencia ficción argentina con guión de Piglia. Pienso también en otra película, de Hugo Santiago con guión de Borges y Bioy Casares, que se llama Invasión y que definitivamente tiene ecos, resonancias de la propuesta de Oesterheld”.

La lectura política
Después de las entregas en Hora Cero, El Eternauta tuvo otras versiones. Una salió en 1962, como una suerte de continuación novelada del primer relato con ilustraciones de otros dibujantes luego de que Solano López partiera para vivir en Europa y la editorial Frontera, de Oesterheld, entrara en quiebra.
A finales de los ‘60, Oesterheld creó junto a Alberto Breccia una nueva versión de la primera historieta, que fue publicada por la revista Gente.
“Fue un fracaso. Y fracasó porque no era para esa revista. Yo era otro. No podía hacer lo mismo. Y Breccia, por su lado, también era otro”, dijo Oesterheld tiempo después en la entrevista con Saccomanno y Trillo y agregó: “Ese Eternauta tenía sus virtudes, pero también sus contras. Por un lado, su mensaje literario. Por otro, su mensaje gráfico. Con respecto a su mensaje literario me enteré, mucho más tarde, que habían suprimido párrafos enteros. La editorial recibía cartas de los lectores insultando por publicar esa historieta. Y entonces el editor sacó una carta de disculpa. Por eso tuvimos que apurar el final, su desenlace”.
Ese nuevo Oesterheld fue leído, también, en su obra, donde se pueden ir rastreando algunos cambios.
“La politización de Oesterheld es un punto súper importante: a medida que Oesterheld va aumentando su grado de compromiso político, la figura del Eternauta y el texto del Eternauta van mutando y van transformándose en un vehículo ideológico. El primer Eternauta era desde cierto punto de vista más ingenuo, un texto que claramente se planteaba desde la resistencia y la construcción de un héroe colectivo frente a la invasión exterior. En El Eternauta versión revista Gente, que es del ‘69, esto ya toma otro tinte. Por ejemplo, aparece la idea de que las superpotencias, la Unión Soviética y los Estados Unidos, acuerdan entregar Sudamérica a los invasores extraterrestres. Aparece ahí la resistencia y el Eternauta como la tercera posición. Es decir, frente a la Guerra Fría aparece fuerte una tercera opción que es ‘nosotros no aceptamos esto, resistimos frente a la invasión’. Eso me parece importante también para ver cómo se va configurando el sujeto social medio peronista que en la primera versión de la historieta ya estaba medio planteada”, describe Juan Carrá y recuerda que la historia tuvo una tercera versión en 1976, que Oesterheld creó cuando ya vivía en la clandestinidad por su militancia política, y para la que volvió a ser convocado Solano López.
Hay que pensar que El Eternauta es, de alguna forma, la llegada de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, a nuestro país y en especial a la ciudad de Buenos Aires. El imaginario visual que ofrece es el de una ciudad que está no solamente invadida sino también arrasada por las fuerzas del invasor. Y eso, por supuesto, produce un efecto de extrañamiento, de distancia con los entornos cotidianos, que me resulta importante
“Si te ponés a pensar cómo se va conformando la resistencia en las distintas versiones de la historieta, hay toda una serie de sujetos que van conformando ese sujeto social colectivo que pueden pensarse en la línea histórica del peronismo. A tal punto es así que la fuerza armada que encabeza la resistencia es el Ejército. Más adelante se vuelve impensado que el Eternauta pueda tener al Ejército como un sujeto positivo. Por otra parte, en el Eternauta del ‘76 desaparece el héroe colectivo y lo que aparece más es la idea de Juan Salvo encabezando una especie de vanguardia. Un Eternauta como vanguardia, como alguien que va a llevar un conocimiento, una experiencia, una forma de organización para la resistencia. Esto coincide con el momento político en el que Oesterheld ya es un militante de la organización Montoneros. Y, en el ‘76, un Montoneros que ya tomó la opción concreta de una forma de organización dentro de su estructura vinculada a la idea de vanguardia”, analiza el escritor.
Juan Mattio, por su parte, subraya en la obra de Oesterheld “la idea de una resistencia social a una fuerza extraña”.
“Ahí yo diría que su influencia, además de literaria, que es donde deberíamos poner en acento, aparece la influencia política. Podríamos decir en este sentido que Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, y El Eternauta, son dos formas muy distintas, con procedimientos artísticos y literarios muy diferentes, que abren la puerta a una idea de resistencia fundamental para pensar no solamente la literatura sino la política de la segunda mitad del siglo XX en Argentina. De modo que ahí hay una modulación, porque los imaginarios que propone la literatura son de alguna manera retomados por el imaginario político. A mí ese tipo de desplazamientos de campo me interesan mucho porque hablan de que incluso en obras, para decirlo rápido, de fantasía o que no responden a las dinámicas del realismo, puede haber sedimentación política y puede ser de una gravitación fundamental”, destaca el autor de Materiales para una pesadilla.

Sobre su vínculo como lector con la obra de Oesterheld, Mattio, que suele dar talleres sobre ciencia ficción argentina y hablar de esta obra literaria en sus clases, revela: “Es una relación tardía. Creo que es una obra que suele leerse porque se da en secundarios o porque el cómic es un género más asociado a cierto momento de inicio de la lectura. Yo no me encontré con la historieta en ese momento, me encontré después, ya como un lector de ciencia ficción más desarrollado. Y, sin embargo, me impactó muchísimo la fuerza ficcional, la capacidad de crear un mundo que tiene Oesterheld y la capacidad de plantear un enemigo tan extraño. Un enemigo que permanece permanentemente fuera de campo, que sin embargo digita la invasión desde algún lugar. Y esa deslocalización del enemigo siempre me pareció fundamental para pensar cómo se produce una ciencia ficción que sostenga el misterio. Así que yo creo que si pensara cómo El Eternauta impactó en lo que leo y en lo que escribo, tiene que ver con esa inteligencia narrativa de Oesterheld”.
Por su parte Juan Carrá, también influido por la lectura del cómic, apunta: “Lo leí por primera vez en 2001. Me acuerdo que yo me había venido a vivir a Buenos Aires por un tiempo y un tío mío tenía una reedición que se había hecho del original. Era una cosa muy grandota, como una especie de diario sábana. Me fascinó. A la vez, inmediatamente me fue imposible no hacer una lectura ya con una óptica setentista, con esa una generación juvenil en los ‘70 de la que formaban parte, entre otros, las hijas de Oesterheld. Veía que en un texto de género, de ciencia ficción, popular, de historieta de fines de los ‘50 ya se representaba la idea de la resistencia a una invasión. Una resistencia a un poder mayor, creada siempre desde abajo, creada desde lo simple contra lo complejo. Me parece que también eso es algo muy poderoso y representativo de la generación de los ‘70. Después, por supuesto, con el Nestornauta y el kirchnerismo se refunda todavía más esa dirección. Porque se recupera mucho de la simbología de los ‘70. Ahora, para mí que yo venía de la generación de los ‘90, un militante de izquierda de los ‘90 que había vivido el menemismo, encontrarme con ese texto fue totalmente increíble. Me volví casi un obsesivo de El Eternauta. A tal punto que, a partir de ahí, empecé a buscar todas las versiones y a leerlas”.
“Con los años, lo releo, lo trabajo, doy talleres sobre El Eternauta, escribo artículos y siempre le encuentro algún punto nuevo que permite trabajar el análisis. Creo, como varios, que es un clásico de la literatura argentina. Porque es un clásico de la ciencia ficción argentina y es un clásico de la historieta. Yo no considero a esos géneros como menores, por lo tanto considero que materiales así pueden sin problemas marcar el canon. El Eternauta es un clásico, es un texto que tiene plena vigencia y que todo el tiempo puede ser leído, releído y repensado como la mejor literatura”, concluye Carrá.
AL/JJD
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