Pasión por la ignorancia

Renata Salecl

0

Las muchas caras de la ignorancia

Hay dos maneras de pensar la ignorancia. Un sentido del término está relacionado con la falta de conocimiento, o la falta de deseo de saber; el otro, con los vínculos: por ejemplo, elegimos ignorar o nos negamos a notar cierto comportamiento o a cierta persona. Sin embargo, hay una diferencia crucial entre el acto de ignorar y el estado de ignorancia genuina, aunque puedan parecer dos cosas muy similares, incluso idénticas. Ignorar algo significa negar su importancia o su misma existencia; también significa pasarlo por alto. En cambio, ser ignorante de algo implica no estar consciente de su presencia patente, o incluso posible, o de su sentido en el universo. La diferencia entre el acto de ignorar y el estado de ignorancia conlleva la distinción moral entre el estado de responsabilidad y el estado de inocencia. Ignorar algo de lo que en realidad somos conscientes implica tratar de volver a esa dicha que la ignorancia “original” alguna vez nos dio.

 “Ignorancia” es un término que suele usarse en un contexto negativo, y es algo de lo que a menudo acusamos a los demás. Sin embargo, la ignorancia y el acto de ignorar cumplen un papel esencial en nuestras vidas cotidianas, en especial en la manera en que creamos vínculos. Sin ignorancia, el amor no existiría. La crianza está llena de situaciones en las cuales los padres les prestan plena atención a sus hijos y después los ignoran rigurosamente. ¿La mejor manera de lidiar con los berrinches de un niño pequeño suele ser ignorarlo o adoptar la “penitencia” como estrategia? ¿Y qué es una “penitencia” si no un lapso en el cual los niños deben aceptar que sus padres los ignoren? Dormir también está esencialmente vinculado a la ignorancia, ya que el insomnio muchas veces es el resultado de no haber podido absorber y olvidar los acontecimientos del día y las emociones que nos suscitaron.

 Asimismo, la ignorancia estratégica se promueve en las escuelas: los maestros les recomiendan a los alumnos que ignoren a los buscapleitos y que no presten atención a sus provocaciones. Esos mismos maestros a veces ignoran las señales de problemas personales o familiares que pueden leerse en el comportamiento del alumno particularmente disruptivo. En ocasiones es posible que los maestros se escuden en otra distinción entre modos de ignorancia:

ignorar el mal comportamiento cuando es una señal de otra cosa puede significar que se decidió hacer la vista gorda, pero también puede significar que no se entendió lo que ese comportamiento implicaba realmente.

 En una relación amorosa, ignorar los defectos puede ser una manera de mantener vivo el deseo. Cuando diseñamos o hacemos algo, nos recomiendan que ignoremos lo que están haciendo los demás, para que no comparemos nuestro trabajo al suyo. En la vida cotidiana, muchas veces simulamos ignorancia por respeto a una norma social o a una de las “reglas tácitas” en las que se basan las relaciones personales. Supongamos que alguien a quien respetamos ha dicho algo inapropiado o tiene puesto algo que nos parece extraño o de mal gusto. Por cortesía, es posible que no digamos nada y elijamos ignorar el error.

 Las cuestiones de dinero suelen obligarnos a borrar las líneas que separan la ignorancia genuina de la simulada. En el trabajo, se les oculta a los empleados el salario del resto, y hablar con franqueza de cuánto se gana es tabú en muchos ambientes laborales, aunque podemos darnos una buena idea de cuánto ganarán nuestros colegas basándonos en sus vacaciones, sus coches y su ropa. En los hogares, hay quienes se niegan a compartir los detalles de sus cuentas bancarias con sus parejas y, en términos más amplios, un matrimonio puede ser un gran ejemplo de la distinción delicada pero esencial entre no saber y no reconocer.

 Si la capacidad para ignorar forma una parte esencial de los vínculos íntimos y sociales, no tener esta capacidad suele ser muy problemático en otras áreas de nuestras vidas. Percibir y comprender el mundo a nuestro alrededor necesariamente implica decidir qué es importante para nuestras necesidades y objetivos y qué no. La gente que no puede hacer esto a veces queda incapacitada. Una mujer con uno de los coeficientes intelectuales más altos que se hayan registrado en los Estados Unidos ha dicho que nunca logró tener una carrera exitosa porque simplemente no puede ignorar la información irrelevante. Puede memorizar enormes cantidades de datos aleatorios, pero no puede juzgar qué es pertinente o no en una situación dada. En términos laborales, progresar se le hizo imposible, porque era incapaz de elegir trabajar o especializarse en ninguna profesión o campo del saber. Sabe mucho de una gigantesca variedad de temas, pero no tiene el “filtro” en ninguna profesión o campo del saber. Sabe mucho de una gigantesca variedad de temas, pero no tiene el “filtro” mental que la mayoría de nosotros damos por sentado cuando decidimos qué necesitamos saber y qué no.

RS