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Estefanía Pozzo, periodista especializada en economía : “Los varones tienen habilitado socialmente ser mediocres”

Estefanía Pozzo, autora de Es la economía, vos no sos estúpida

Delfina Torres Cabreros

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La economía es, todavía hoy, un territorio donde las mujeres son minoría y están en desventaja. Según un relevamiento hecho por la consultora Ejes de Comunicación, en 2021 de las 230 personas que fueron entrevistadas por cuestiones económicas en televisión y radio solo 23, el 10%, fueron mujeres. La presencia femenina es todavía más escasa cuando se trata de temas específicos de macroeconomía o finanzas; las mujeres, en todo caso, tienen mayor despliegue cuando toca hablar de consumo personal, bolsillo, jubilaciones –una especie de extensión de los saberes hogareños y de cuidado– pero todo se vuelve cuesta arriba cuando pretenden “agarrar los fierros”. 

Para Estefanía Pozzo, que es licenciada en Comunicación Social, estudiante de una maestría en Finanzas, columnista del Washington Post y periodista de Ambito Financiero y C5N, tiene una explicación. Entre los cientos de estereotipos que se asocian al género, las mujeres aparecen como irracionales, poco sofisticadas o simplemente gastadoras a la hora de hablar o decidir sobre dinero. En esa idea se ancla el título de su libro, Es la economía, vos no sos estúpida (Paidós), que indaga en la construcción del vínculo de las mujeres con el la plata y apuesta a “refundarlo”. Por eso el libro funciona, también, como un manual iniciático para pasar a la acción, con explicaciones que van desde qué es una tasa de interés a cuáles son las alternativas a la hora de invertir o distribuir los gastos en una pareja. De adueñarnos de esas herramientas depende, según la autora, que la revolución feminista no quede a mitad de camino.

Decís que mirar la economía desde un punto de vista feminista implica revisar algunos conceptos basales como la idea de la “racionalidad de los agentes económicos” y el “homo economicus”. ¿Por qué desde el prisma feminista esas ideas no funcionan tan bien?

–La crítica a esos dos conceptos tiene que ver con cómo la tradición económica piensa a las personas como islas en medio del océano, sin ningún tipo de vínculo con otros seres humanos. Son personas aisladas tomando decisiones para maximizar sus beneficios. Las feministas miran teniendo en cuenta que las mujeres tradicionalmente han sido las encargadas de la crianza, entonces tienen una perspectiva sobre la sociedad y sobre lo que significa el ser humano muy distinta a la del varón; entienden que se necesitan cuidados –muchos cuidados– para que una persona se desarrolle. Entonces, esa idea de racionalidad en la que una persona toma decisiones solo para maximizar sus beneficios no es real en el mundo.

–La única motivación no es la ganancia.

–Claro, desde ese punto de vista repensamos el concepto de racionalidad. Decimos: si una persona toma decisiones que no son para maximizar su beneficio, como por ejemplo barrer o cuidar a otra persona o cambiarle los pañales a un niño, ¿por qué eso la teoría económica no lo considera una decisión racional? Hay un montón de otras decisiones en el comportamiento económico que no están directamente vinculadas con ese concepto. Y ahí empezás a cuestionar también el concepto de homo economicus, cuya base es estereotípicamente el varón adulto que se juega con la sigla BBVAH (Blanco, Burgués, Varón, Adulto y Heterosexual). Lo que valida el homo economicus es que el único agente que se mueve en la economía es ese y deja afuera un montón de otras racionalidades que también se mueven en el sistema económico, que no necesariamente se explican por esa conducta.

Si una persona toma decisiones que no son para maximizar su beneficio, como cuidar a otra persona o cambiarle los pañales a un niño ¿por qué eso la teoría económica no lo considera una decisión racional?

–Decís que las mujeres tenemos que “refundar la relación con el dinero”. Si conseguimos conquistas en el plano político, social pero no refundamos nuestra relación con el dinero ¿nuestra revolución queda renga?

Sí. Queda renga porque poder hacer cosas en el sistema económico en el que vivimos depende del dinero. Necesitamos herramientas para poder consolidar nuestra autonomía y para eso hay que pensar cuál es el vínculo con la plata. No necesariamente el vínculo con la plata tiene que ser tener más plata; la pregunta es plata para qué. Cómo entra en tu proyecto de vida para potenciar lo que vos quieras hacer; desde un viaje hasta vivir sola hasta poder decidir sin que nadie incida sobre tu vida, separarte, salir de una relación violenta. En cualquier circunstancia siempre necesitás el dinero. Es importante que empecemos a pensar en nuestros proyectos de vida en relación con el dinero y que nos sentemos en las mesas donde se habla y se decide sobre cuestiones de plata. Siempre son varones los que están sentados ahí.

–¿Te parece que en lo que tiene que ver con el dinero todavía operan unos órdenes patriarcales muy primitivos, estructuras que tal vez en otros ámbitos de la vida las mujeres ya detectamos y empezamos a desentrañar? 

–Sí, y los sueldos son un ejemplo espectacular. Las mujeres piden sistemáticamente mucho menos salario en los empleos que los varones, y tiene que ver con la manera en la que socialmente se validan ciertas actitudes en relación al dinero. Se ve, por ejemplo, de manera positiva que un varón quiera ganar más plata, pero en la mujer se lo tilda negativamente; esa mujer es materialista o empieza a tener rasgos que no son validados como estereotípicamente femeninos. Entonces eso cuestiona su feminidad.

–Y no es solo una mirada externa, sino que nosotras mismas internalizamos algunas de esas ideas.

–Completamente. En el mundo de la economía, de las finanzas, tenemos muchas cosas internalizadas. En las casas no se cuestiona que una mujer gane menos que el varón, pero sí empieza a generar un poco más de problemas cuando la mujer gana más que el varón porque puede haber discusiones respecto de quién toma ciertas decisiones importantes.

Es importante que empecemos a pensar en nuestros proyectos de vida en relación con el dinero y que nos sentemos en las mesas donde se habla y se decide sobre cuestiones de plata.

–En el libro mostrás que todavía hoy, cuando eso no necesariamente tiene que ver con la realidad, arrastramos una idea muy antigua de que los ingresos de los mujeres son “complementarios” a los del varón del hogar. 

–Ahí la sociología del dinero fantástica. Viviana Zelizer tiene un libro espectacular que se llama El significado social del dinero y estudia especialmente el dinero doméstico; de qué manera genera o refuerza relaciones dentro de los hogares. Ahí surgen dos conceptos, trasvasados también por clase: el pin money y el egg money. El pin money habla sobre cómo antes en la clase alta el dinero que manejaban las mujeres era muy chiquito, un monto dado por los por los varones que estaba destinado específicamente a la compra de unos prendedores (un pin), que finalmente son joyas. Servía para adornarse y reforzar el estatus social. Y en el caso de las mujeres de clase baja el egg money (o butter money) era el dinero que provenía de la venta de los productos que ellas mismas producían, que también era un porcentaje chiquito. A partir de eso se puede pensar cómo la organización doméstica del dinero siempre implicó que la mujer maneje un dinero que no es propio, porque el dinero grande entraba de la mano del trabajo del varón. La mujer administraba y en todo caso, complementaba.

–Esto de que el dinero le da forma a las relaciones sociales queda en evidencia en debates muy actuales, cuando se discute el tema de las cuotas alimentarias. Por ejemplo, el caso de  Paulo Londra o Rodrigo de Paul. No se está hablando solo de plata sino de vínculos, de responsabilidades. 

–Exacto. El dinero ahí juega un rol en la disolución de un vínculo bajo la forma de una cuota alimentaria. El asunto de la cuota es una tragedia muy tremenda, porque es uno de los motivos del empobrecimiento de muchas mujeres. De hecho, hay un estudio reciente de la provincia de Buenos Aires que dice que aproximadamente la mitad de las mujeres no reciben ningún tipo de asistencia por parte de los padres de sus hijos. Es uno de los asuntos más graves porque además es lo que está menos cuestionado, porque el foco se pone en la disolución del vínculo y no en el derecho del niño, de la niña. Y, a su vez, en el derecho de esa mujer que asumió la responsabilidad compartida de tener un hijo junto con su pareja. 

–Tampoco se pone en valor el esfuerzo de esa mujer de criar a un hijo o de acompañar a una pareja, o en todo caso se lo reconoce en términos de “amor” pero no de plata. 

Sí, y a mi me parece una puñalada por la espalda que te cobren esa elección. Por ejemplo, se conocen dos personas jóvenes, él es un deportista y tiene que mudarse de país. La chica tiene por delante potencialmente lo que ella quiera hacer o es modelo, lo que sea, y decide acompañar a su pareja en un proyecto de vida a otro país. Eso implica que ella se dedica a la crianza de los hijos y deja de lado toda su carrera. No te pueden venir a decir, diez años después, “vos elegiste”. Es una traición y, además, gran parte del desarrollo de esa carrera deportiva posiblemente tuvo también relación directa con el sostén emocional de esa chica. ¿Solo hubiese sido lo mismo?

Hay poca sofisticación de las oficinas de marketing de las empresas, que identifican un tipo de consumidora que si bien existe, quedó muy en el pasado.

–Hay ideas muy instaladas sobre la relación que las mujeres tienen con el dinero: que somos poco sofisticadas, gastadoras, irracionales. ¿Esta idea a su vez determina la estrategia comercial con que las empresas se nos acercan?

–Creo que hay poca sofisticación de las oficinas de marketing de las empresas, que identifican un tipo de consumidora que si bien existe, quedó muy en el pasado. Que solamente las mujeres sean destinatarias de las publicidades o los productos de limpieza es realmente algo que ya no tiene que ver con la realidad. Y en el caso de los productos financieros en general, fijate que todas las promociones destinadas a las mujeres tienen que ver con compras o tarjetas de crédito. Los propios bancos empiezan a reconocer que quedó viejo, que esa publicidad de la mujer que gasta y el varón que se queja tuvo sentido social en un contexto y ahora ya no se sostiene. Ese acercamiento de las empresas refuerza esta idea de que las mujeres somos más inseguras para hacer inversiones, para hacer inversiones, para pensar en la guita, para pensar en de qué manera la plata tiene que tener un rendimiento. Hay una especie de retroalimentación que va en contra incluso de los intereses comerciales de las propias instituciones que ofrecen productos financieros. Se están perdiendo una porción muy grande de consumidoras interesadas en saber qué hacer con su plata. 

–Se suelen evocar ciertas figuras como “contraejemplos” de la situación general: las mujeres que pudieron, que son jefas, que son millonarias, que están empoderadas. ¿Sirven los ejemplos de éxito individuales?

Yo creo que sí, porque es como que abren un universo de posibilidad; que eso exista. Después, que eso sea virtuoso colectivamente y que tenga un contenido que no sea exclusivamente meritocrático, es otra cosa. A mí el discurso meritocrático del self made woman no me interpela ideológicamente. Obviamente el éxito puede tener que ver con el talento y el esfuerzo personal, pero también hay una serie de cuestiones que hacen a que eso sea posible. Por ejemplo, vivimos en una sociedad en la cual la belleza se valora muy positivamente y es lo que se le pide a las mujeres. Entonces una mujer muy bella no puede desconocer que hay un contexto social que en ciertas cosas las favorece por sobre otras.  

Los varones pueden decir no grandes cosas, pueden no saber de un tema; las mujeres tenemos muchísimas más exigencias porque ante cualquier situación lo primero que hacen es acusarnos de burras.

–Como periodista decís que te cuesta encontrar mujeres que opinen de economía o que lo hagan con la misma soltura que los varones y efectivamente hay menos mujeres hablando públicamente de este tema. ¿Cómo crees que se explica?

–Porque le tienen miedo a los varones. Todos los voceros de todas las consultoras suelen ser varones. Responden rápido, te dan información de todos los temas; es el universo perfecto para nosotras porque siempre estás corriendo contra el tiempo. Un día dije “no puede ser que no tenga fuentes mujeres en mis notas” y empecé a hacer el esfuerzo de salir a buscarlas. Y cuando las empecé a consultar respondían mucho más lento que los varones, lo cual me hacía muy difícil el trabajo, y si no eran muy expertas en un campo no se animaban a responder. Y aunque fueran muy expertas en un campo, igual tenían mucho miedo de cometer un error y cada conversación conmigo era casi un final de la facultad. Me parece que tiene que ver con que los varones tienen habilitado socialmente ser mediocres, que pueden decir no grandes cosas, pueden no saber de un tema, pueden buscar la manera de hablar de lo que quieren sin responder a las preguntas y las mujeres tenemos muchísimas más exigencias porque ante cualquier situación lo primero que hacen es acusarnos o de burras o de que nos faltan títulos o cuestionan nuestros títulos o no es suficiente lo que dijimos o no es del todo correcto. Y el nivel de ensañamiento que hay cuando eso se detecta, o cuando hay una mujer que disputa de alguna manera la palabra en el campo económico, es realmente muy alto y genera mucho miedo. Romper el mandato de silencio, exponerse a ese tipo de agresiones, es muy costoso. Es más fácil quedarse al margen, no decir nada y no ser agredida. 

–¿Vos misma, como periodista especializada en finanzas, sentís que estás a prueba todo el tiempo?

Siempre. Suelo recibir una gran cantidad de hateo (agresiones) en las redes sociales. A veces me río, otras veces ni le doy bola. Sí lo que pasa es que hay determinados sectores que están esperando cualquier tipo de ambigüedad en cualquier tipo de posteo para generar una agresión, que después se vuelve una bola de nieve. Al principio me angustiaba un poco y ahora pienso que van a hablar igual y que es mucho más importante que nosotras estemos sentadas, disputando y hablando que el hateo que podamos recibir y que es casi como  una militancia del espacio. 

Toda esa inseguridad que quizás siente una mujer es algo que no es de ella en particular sino que tiene que ver con la lógica del sistema económico.

–La tapa de tu libro es rosa, tiene una mano de uñas pintadas, en el prólogo habla de hacer la economía “sexy”. ¿Por qué la decisón de apelar a estas ideas tan estereotípicamente femeninas? 

–Creo que tiene que ver con cómo logras transmitir con una primera imagen algo de contenido. Es muy difícil resolver el tema de diseño. 

–Tiene sentido como punta de lanza, pero me imagino que hacia adelante un progreso sería no necesitar esos recursos para hablar de economía entre mujeres. 

–El título también se ancla en el estereotipo para deconstruirlo. Lo que hace es hablarle a un público al cual la economía en general no le habla, moverse de la forma en la que se construye el relato sobre la economía o quienes hablan sobre economía. Y segundo, dar un mensaje de que toda esa inseguridad que quizás siente cualquier mujer es algo que no es de ella en particular sino que tiene que ver con la lógica del sistema económico y de cómo se habla en la opinión pública de la economía, que es muy excluyente. El objetivo del título era ese: se ancla en esa cuestión estereotípica para poder atraer la atención y decir acá hay un montón de cosas detrás de este título y detrás de esto que te pasa. Esa es la apuesta del libro, sistematizarlo y decir: todo esto es importante para que vos tengas tu proyecto de vida. ¿Cómo resolvemos eso a nivel visual? No tengo la más mínima idea.

DTC

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