La economía en la era Milei

Inflación en dólares y salarios argentinos: se profundizan las dudas sobre cómo corregir el contraste

Si se compara la evolución de los precios internos contra el incremento en el valor del dólar financiero, para tomar una referencia legal y semilibre, desde el 10 de diciembre a la actualidad es posible evidenciar un significativo encarecimiento de los precios de los bienes locales medidos en moneda extranjera. Esto quiere decir que cada vez se necesitan gastar más dólares para comprar los mismos bienes.

Si bien en términos de servicios tales como transporte, tarifas, alquileres y demás bienes no transables —aquellos que no pueden exportarse— los precios están por debajo de los estándares internacionales, en los productos más elementales como alimentos, combustible y ropa, los valores están muy similares a los reflejados en Europa y Estados Unidos. Una nota publicada en este diario hace poco más de dos meses ya advertía este proceso. 

Entre diciembre del año pasado y abril del corriente, la inflación (tomando la inflación de abril como un promedio de lo que relevan diferentes consultoras) se ubicó en torno al 108% mientras que el dólar contado con liquidación —el utilizado para transacciones financieras con el exterior y al cual liquidan el 20% de las exportaciones— aumentó tan solo un 13%. Es decir que, en términos generales, el IPC arrojó una inflación en dólares del 85% en tan solo cinco meses. 

¿Cómo llegamos a este cálculo? Supongamos que al momento en que Milei asumió el dólar valía $100 y ahora vale $113, lo cual significa un aumento del 13%, mientras que una gaseosa salía $100, es decir US$1, y ahora sale $208, lo que da una inflación del 108%; si tomamos el valor actual de la gaseosa, $208, y lo dividimos por el dólar actual, $113, nos da que para comprar la misma gaseosa que antes pagábamos US$1 ahora pagamos US$1,85. Es decir, un 85% más en dólares para comprar el mismo bien.

Sin embargo, al hacer el mismo cálculo para obtener el incremento del precio del trabajo, el salario, se evidencia un aumento de tan solo el 50% en pesos para el Salario Mínimo Vital y Móvil —entre diciembre y abril— y del 58% en el promedio de los salarios registrados de la economía —entre diciembre y marzo—. 

¿Puede funcionar la economía con esta relación de precios y salarios?

El profundo deterioro de los ingresos generales de la población está causando estragos en la actividad económica. Sin poder de consumo, la demanda experimenta una retracción muy significativa.

Según el Estimador de Actividad Económica (EsAE) elaborado por la consultora Eco Go, la caída del producto mensual en marzo fue de 10% interanual, un número muy similar al de la pandemia.

La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) registró una caída del 12,6% en las ventas minoristas Pyme respecto de marzo del 2023. En lo que va del año, el desplome ronda el 22%. A este dato se le suma el 11,9% de caída en la industria Pyme durante el tercer mes del año, acumulando una merma del 19,1%.

Otro dato que evidencia cuan profunda y marcada es la recesión es el incremento en las suspensiones, despidos y retiros voluntarios. En este sentido, uno de los pilares de la campaña —que se está cumpliendo— es la paralización total de la obra pública, que provocó la cesantía más de 100.000 trabajadores según la Cámara Argentina de la Construcción. Una de las primeras empresas en cerrar sus plantas por un mes fue la metalúrgica Acindar, implementando la suspensión de horas extras, retiros voluntarios y vacaciones anticipadas.

El último dato publicado por el INDEC sobre la utilización de la capacidad instalada se ubica en torno al 57,6%, casi 8 puntos porcentuales por debajo del mismo mes del año pasado —febrero contra febrero—.

En este punto es preciso preguntarse cuáles serían los drivers de una potencial recuperación de la economía que impacte en la calidad de vida del conjunto de la población.

Fernando Morras, director de Análisis Macroeconómico de Suramericana Visión le dijo a elDiarioAR: “Si vos miras el RIPTE —remuneración promedio estable— se observa que el salario recuperó un poco, obviamente no lo que cayó y no creo que en el año se vaya a recuperar el poder de compra respecto de la caída, que fue de alrededor del 20%. Ahora sí, con una inflación que va bajando bastante rápido, en gran parte por la recesión y con una normalización de los precios importados, es posible tener algo de recuperación en el salario real. Creo que la apuesta va a ser que la apreciación cambiaria sea uno de los vehículos para recuperar salario en dólares. Al final del día vas a tener un poco de recuperación del poder de compra real más focalizado en bienes transables y otra de las apuestas va a ser la vuelta del crédito con la baja de las tasas de interés”.

Precios altos en moneda dura y salarios bajos en moneda local

Hay que tener cuidado a la hora de realizar un diagnóstico sobre la realidad de precios y salarios en la economía argentina. Actualmente se mezclan dos situaciones que juntas componen un cóctel explosivo: precios altos o encareciéndose en dólares y salarios bajos, no sólo en dólares sino en relación con los precios internos.

En este punto, Matías de Luca, economista de la consultora Empiria aseguró que “generalmente, cuando un país tiene un nivel de renta alto en dólares los precios terminan siendo altos” y que “acá lo que pasa es una anomalía porque tenes precios altos y salarios bajos, lo cual te da un indicio es que esto debería ser transitorio”.

“Los últimos meses subió todo en dólares porque, entre otras cosas, hay muchas restricciones a la competencia, sobre todo a los productos importados, entonces todo eso encarece los productos internos. Además, el impuesto PAIS subió del 7,5% al 17,5% con lo cual todo lo importado se encareció, como mínimo 10%”, agregó.

El hecho de que el país esté encareciéndose en moneda dura trae consecuencias que ya han sido vividas en la historia económica reciente y no tanto. Esta situación erosiona la competitividad argentina respecto del mundo ya que si un bien producido acá vale más que un bien producido en otro país, las compras del resto del mundo a la Argentina se verán reducidas y las ventas del resto del mundo a la Argentina aumentarán. Esto generaría un potencial déficit comercial que actualmente no se está experimentando a causa del cepo —dificultad para importar— y la alta recesión —poca necesidad de importar bienes, dado el bajo consumo—.

Entendiendo que el gobierno de Javier Milei tiene como objetivo levantar el cepo, esta situación de desequilibrio en la balanza comercial podría hacerse presente una vez que esto suceda. 

Sin embargo, frente a esta situación hay al menos tres alternativas que pueden corregir el atraso cambiario.

En primer lugar, una devaluación del tipo de cambio oficial que sea significativamente superior al incremento de precios que traería aparejada. Un aumento del dólar haría que los precios internos representen un menor valor en términos de moneda dura y, por ende, sean más atractivos para el resto del mundo. Esta alternativa no parece estar en la mente del Gobierno ya que, en reiteradas ocasiones, el presidente Milei aseguró que “no tiene ningún sentido acelerar la suba del tipo de cambio oficial”.

Otra alternativa para que los precios comiencen a bajar en dólares es, dado un tipo de cambio estable, que la recesión o depresión económica empuje hacia abajo el valor de los bienes en pesos. Es importante señalar que un proceso de este tipo se da, solamente, por una significativa y persistente caída en el nivel de actividad económica.

Sin mejoras estructurales y con la obra pública parada parece muy difícil imaginarse un salto en la productividad de la economía para mejorar su competitividad a pesar de tener altos precios en moneda internacional. Es decir, si llegaran inversiones que permitieran bajar los costos de producción o incrementar lo producido por hora trabajada —incremento de productividad—, los precios relativos de los bienes en moneda internacional podrían bajar sin afectar la rentabilidad ni los salarios. 

La manera de revertir esto es creciendo y para crecer hay que liberar el cepo para que vengan inversiones y después tenes que mostrar buenos resultados en lo fiscal y en la acumulación de reservas. Si a esto le sumas la lenta recuperación salarial -por el ajuste atado a la inflación pasada- y una normalización impositiva, creo que ahí la economía podría comenzar a recuperarse” concluyó de Luca.

Si bien esta alternativa parece ser la más virtuosa, es también la que más tiempo toma y la más improbable en el corto plazo. ¿Quién invertiría en medio de una depresión económica con una utilización de la capacidad instalada en torno al 50%? 

Por último, pero no menos importante, está el hecho de que, aún si la Argentina pudiera volver a estar competitiva en dólares, el poder adquisitivo de la población tiene que mejorar. De nada sirve recuperar competitividad a costa de tener salarios e ingresos deprimidos. En una economía en que más del 70% es consumo deteriorar tanto el poder de compra es pegarse un tiro en el pie porque pone en jaque todo el plan económico ya que sin consumo no hay demanda, tampoco actividad y tampoco recaudación fiscal, con lo cual, cerrar el déficit de manera sostenible se va a ir haciendo cada vez más difícil sumado a las presiones sociales que, si esto no mejora, inevitablemente comenzarán a hacerse cada vez más presentes. Entonces, la pregunta que vuelve a realizarse es hasta cuándo soportará la economía argentina.

IC/JJD