El massazo pendiente

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El equipo financiero del nuevo ministro de Economía, Sergio Massa, se estrenó este martes con un canje de deuda doméstica que postergó vencimientos de los próximos 90 días para mediados de 2023. Sin embargo, siguen altos el dólar blue ($ 295) y el riesgo país (2.441 puntos básicos). El mercado está preocupado por la caída de las reservas, que sólo se frenó este miércoles, y por la falta de detalle de cómo el abogado nacido en el partido de San Martín logrará bajar el déficit fiscal primario (antes del pago de la deuda) al 2,5% del PBI, tal como le prometió Martín Guzmán al Fondo Monetario Internacional (FMI) a principios de año. Por ahora, Massa anunció la semana pasada que la quita de subsidios se extenderá al 30% de los usuarios, no sólo al 10%, como había dispuesto Guzmán, y este miércoles le recordó a sus pares de gabinete que deberán atenerse al presupuesto del economista platense, que preveía una inflación del 62%, no del 90%, como prevé el consenso del mercado que releva el Banco Central. No por nada el ex diputado había tenido un tibio recibimiento en el grupo de Whatsapp de ministros. Es decir, se viene un massazo al gasto público en casi todas las áreas. Sólo podrán salvarse las jubilaciones, pensiones y asignaciones por hijo, que representan la mitad del presupuesto nacional y se actualizan automáticamente por ley según el salario y la recaudación tributaria.

Para conseguir la meta del 2,5%, el ajuste abarcaría no sólo los subsidios energéticos, al transporte público o al agua sino también las transferencias a las provincias -irritación de gobernadores mediante-, la obra pública -pese a que se suponía que iba a impulsar el crecimiento-, el déficit de empresas públicas -como la ferroviaria Sofse, Aerolíneas Argentinas, la AySA de Malena Galmarini o el Correo-, los planes sociales -ahora comienza su auditoría-, los salarios de empleados públicos y el gasto asociado a la estructura del Estado. El listado de áreas se desprende de consultas de elDiarioAR a economistas como Hernán Hirsch, de FyE Consult; Juan Miguel Massot, de la Universidad del Salvador; María Castiglioni, de C&T Asesores Económicos; y Orlando Ferreres, de Ferreres & Asociados. El rojo también puede mejorarse con mayores ingresos y por eso la nueva conducción de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), que encabeza Carlos Castagneto, con Guillermo Michel en la Aduana, apunta a las grandes empresas que no declaran ganancias o a la evasión en el comercio exterior. Tampoco puede descartarse algún otro retoque tributario.

Si Massa aplica el bisturí, el mismo que prometían aplicar Guzmán y su fugaz sucesora Silvina Batakis, y cumple su promesa de dejar de financiarse con el Banco Central, quizás los inversores comiencen a creerle y adquiera bonos, baje el riesgo país y se alejen del dólar paralelo. Eso achicaría la brecha con el oficial, lo que contribuiría a revertir la caída de reservas. Pero con eso solo no basta. Analistas consideran que para ello deben bajarse las expectativas de devaluación del peso oficial, subir aún más las tasas de interés, anticipar la liquidación de exportaciones -la agroindustria promete US$ 1.000 millones- pero a sabiendas de que es un remedio de corto plazo, conseguir un préstamo “repo” de bancos internacionales muy reticentes a darlo a cambio del alto costo de emitir deuda como garantía, ofrecer un tipo de cambio diferencial a los exportadores, mejor que el otorgado a los sojeros y que abarque a más sectores económicos, conseguir inversiones en alimentos, energía o litio, como las que intentará atraer Massa en su viaje a Estados Unidos a principios de septiembre, o depreciar más rápido la moneda. Pero ni Alberto Fernández, ni Cristina Fernández de Kirchner ni el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quieren desdoblar el tipo de cambio porque temen un caos peor. Mientras, los consumos suntuarios en el exterior siguen pagándose baratos para quienes los pueden realizar. Si estas recetas no funcionan, entonces volverá la presión para devaluar más brutalmente. Lo que resulta insostenible para los exportadores es haber vuelto a tener ahora un tipo de cambio real multilateral (ajustado por inflación y en relación al dólar, el euro, el yuan y el real) tan bajo como el previo a la devaluación de Mauricio Macri de 2018.

Massa consiguió lo que Guzmán le había pedido a Alberto Fernández como condición para seguir y no renunciar a principios de julio: el control de la política energética, ahora en manos de la salteña Flavia Royón y sin la presencia de Federico Basualdo (el ex ministro lo había intentado despedir en abril de 2021 por demorar la segmentación de tarifas), y la vicepresidencia del Banco Central, que pronto ocupará Lisandro Cleri. Fernández no quiso ceder en su momento ante Guzmán para evitar pelearse con Cristina Fernández de Kirchner, pero al perder a su economista de referencia selló el fin de su difícil sueño reeleccionista. El Presidente no se lo perdona al economista que seguirá viviendo en la Argentina, pero trabajando posiblemente para una fundación Open Society, de George Soros, en asuntos de deuda, su especialidad y donde antes de ser ministro ya colaboraba, según adelantó el periodista Alejandro Bercovich en su programa “Brotes verdes” en C5N. Pero el descalabro económico, social y financiero desatado desde aquella dimisión convencieron a la vicepresidenta de dejarle el poder al ex jefe de la Cámara de Diputados y líder del Frente Renovador. Ahora bien, el ahora ministro y devenido aspirante presidencial en 2023 tampoco pudo desplazar a todo el cristinismo de la energía (siguen Federico Basualdo como nuevo subsecretario de Hidrocarburos o Agustín Gerez, en Energía Argentina SA, la empresa que contrató a Techint, Sacde de Marcelo Mindlin, BTU de Carlos Mundin para empezar ya el gasoducto Néstor Kirchner) ni nombrar por ahora como viceministro a un anticristinista acérrimo como Gabriel Rubinstein. Si Massa logra imponer a Rubinstein, demostraría su poder pero también lo mal que está la economía para que Cristina Kirchner ceda tanto. Si no lo consigue, se advertirá que no es tan superministro, por más que lo apoyen poderosos empresarios como José Luis Manzano, Daniel Vila, Claudio Belocopitt, Mindlin, Jorge Brito y Delfín Carballo.

AR