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Por el salto de la inflación de julio y agosto, aumenta hasta 30% la lista de espera en algunos comedores

Comedor de la parroquia San Carlos, en la calle Don Bosco, en el barrio porteño de Almagro.

Alejandro Rebossio

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Petisas pero a la altura de las circunstancias. Karen Ferreyra, Estela y Elba Insaurralde y Claudia Barraza se suben a un cajón para revolver las enormes ollas del comedor Nueva Esperanza que el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), el de Juan Grabois, tiene en el barrio Santos Vega, en La Matanza. Ellas y otras ocho compañeras, todas beneficiarias del plan Potenciar Trabajo, decidieron en junio pasado aumentar de dos a tres la cantidad de días por semana que dan raciones a 200 vecinos. “Fue por la demanda”, cuenta Karen. “Cerraron muchos comedores de este y otros barrios porque no les entraban alimentos -se refiere a los que distribuye el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación-. Nosotros no llegamos con las cosas, aumenta todo, ahora no tenemos aceite ni azúcar, la semana pasada sólo dimos arroz, pero nos propusimos acomodar la mercadería para hacer un día más. Cada uno aporta para comprar carne, alitas porque acá recibimos cinco pollos y cuatro kilos de carne cada dos semanas. Otro comedor nos dona puré de tomate. El verdulero nos pone cuatro cebollas cuando le compramos dos. Nosotras nos asombramos cuando vienen algunos vecinos a pedir. ¿Será verdad que necesitan? Igual acá nadie tiene laburo, sólo changuitas. Otro te dice: 'No es para mí, es para mi vecino', porque le da vergüenza”, cuenta Karen cuando son las 17 y a cada rato recibe a un niño con un táper vacío que dos horas más tarde volverá a buscarlo ya rellenado con la cena para su familia.

“La gente te dice que está todo jodido”, agrega Karen, que comenzó a militar en el MTE en 2017 y a organizar una olla en 2020. En otros comedores también la demanda ha aumentado a partir del nuevo salto de una inflación que de por sí ya era elevada pero se agravó en julio y agosto, mientras se sucedían tres ministros de Economía. También en otros movimientos sociales oficialistas y opositores lo advierten.

“Se atiborró de gente, pero no se puede dar más comida porque se congeló la entrega de mercadería”, cuenta Rafael Klejzer, director nacional de Políticas Integradoras del Ministerio de Desarrollo Social y referente del Movimiento Popular La Dignidad. “Se anotó 30% más de gente: quedaron en lista de espera o se les dio guiso más aguado”, agrega el funcionario, que viene impulsando las ferias populares para comprar alimentos más baratos. En cambio, Daniel Menéndez, coordinador de Somos Barrios de Pie y subsecretario de Políticas de Integración del mismo ministerio, reconoce que la afluencia “se incrementó pero no de forma significativa”.

En el Polo Obrero, el líder Eduardo Belliboni también habla de un aumento de 30% a 50% en la lista de espera de sus comedores. “La cantidad de gente no aumenta porque se redujo la entrega de mercadería entre 10% y 30%. Ajuste se llama, pero le dicen 'dificultades en la logística'”, añade Belliboni.

En el comedor Nueva Esperanza del MTE de repente llega un adulto. Es Jorge William Fernández, lo llaman Willy, tiene 44 años, hace 12 que perdió su último empleo formal, en la recolección de residuos, y ahora cartonea y vende condimentos en la calle para pagar el alquiler donde vive con su mujer y sus tres hijos discapacitados pero sin pensión específica. “Lo que gano y la AUH (asignación universal por hijo) alcanzan para poco. Aumentó mucho el pan, lo más necesario para los chicos, el azúcar, la leche, la comida... No tiene sentido porque el pobre no llega para sobrevivir con 1.000 pesos por día. Ando dejando curriculum, pero no me llaman”, cuenta Willy, que tampoco tiene celular.

Consultada sobre la afluencia a los comedores, Silvia Saravia, coordinadora territorial de Libres del Sur, envió un mensaje en un grupo de WhatsApp a responsables de merenderos de su agrupación en todo el país y las respuestas fueron desoladoras:

-Soy María, de Misiones, coordinadora del merendero Emanuel II. Estamos asistiendo a 60 familias, pero por la crisis y la falta de alimentos están concurriendo 75.

-Soy Nancy, del merendero Rayito de Sol, de Puerto Esperanza (Misiones). Nuestro merendero asiste a 12 familias, con unos 30 chicos, que nos cuentan que la merienda que les damos ya es la cena de ellos.

-Soy Valeria López, del merendero Botellitas Felices, de Puerto Esperanza. Atendemos de 20 a 25 familias. En los últimos meses hemos anotamos a cinco, que son abuelos y madres solteras, y familias que ya no venían han regresado.

-Soy Romina Solgues, de Puerto Esperanza. Tenemos el merendero Alegrando Corazones y atiende a 20 niños, pero en agosto se sumaron diez más. Hay días que algunos no llegan a llevar la merienda porque no alcanza para todos. Cada día se ven más necesidades en cada niño.

-Mi nombre es Andrea Ferreyra y tengo un comedor en Misiones. En estas semanas hemos visto más familias que vienen a retirar tanto leche como comida. Estábamos asistiendo a 25 familias por día. Ahora, por el cierre de varios comedores, estamos teniendo 37, sobre todo niños y adultos mayores.

-Soy Laura, del comedor Rinconcito de la Luz, de Córdoba. Hace tres meses estábamos con 200 porciones para 47 familias. Por semana aumentan dos o tres familias. Nos golpean la puerta y nos dicen si les podemos dar de comer... obviamente que les damos, pero los bolsillos de los compañeros no dan abasto porque el Gobierno no nos está dando los alimentos. La inflación impacta en la canasta básica de alimentos, que aumentan cada día y los bolsillos no dan abasto. Por eso necesitamos que nos den los alimentos.

-Mi nombre es Andrea González, de Córdoba. Hace tres o cuatro meses teníamos 50 porciones. Hoy en día se nos ha multiplicado a 80 u 85, por los compañeros que están desocupados, familias que no tienen cómo solventar la comida. También hemos aumentado los días en que repartimos la comida y la merienda: antes lo hacíamos una o dos veces a la semana, ahora lo hacemos tres o cuatro. A veces no lo podemos sostener porque hay mucha demanda, dependiendo del momento del mes, y hay veces que hay compañeros que se van sin su ración de comida. Y eso es porque tenemos demora en la entrega de mercadería. Hay meses sin entrega.

-Somos del comedor Mi Ilusión, de Río Cuarto, Córdoba. Queríamos contarles que desde hace un tiempo se vienen incrementando las viandas, de 70 a 170. Hace cuatro o cinco meses estamos luchando porque la Nación no nos están mandando (alimentos) secos. Las familias no tienen trabajo y no llegan a cubrir las cuatro comidas diarias. Por eso estaríamos necesitando un poco más de ayuda.

-Mi nombre es Jessica, soy responsable del comedor Mamía, de Mar del Plata. Asisten más de 30 familias, con muchos niños y abuelos. En los comedores faltan alimentos, falta variedad y falta calidad. Tenemos más familias para sumar, se acercan todos los días, pero no las podemos sumar porque los alimentos no alcanzan.

-Mi nombre es Gómez, Daniela. Tengo un merendero, se llama Hermosa Sonrisa, en La Rioja. Asistía primero a 50 chicos. Hoy en día son alrededor de 90. De Nación no están ayudando con los alimentos para el merendero. Mis compañeras y yo reunimos un poco cada una para que los chicos tengan una merienda todos los días.

-Mi nombre es Alejandra Acosta, soy encargada de la olla solidaria Pequeñas Bendiciones, en San Fernando del Valle de Catamarca. En estos tres meses hemos tenido que aumentar la cantidad de raciones que estamos entregando. Antes eran 32 familias, ahora son 47, especialmente personas mayores que se han acercado.

-Mi nombre es Natalia Chávez, soy referente del comedor La Vieja Esquina, de Catamarca capital. En este momento tenemos 48 familias, unas 250 personas. Por el momento, el Estado mermó la ración que nos dan. Entre todas las que trabajamos en el comedor estamos tratando de poner un poquito cada uno para llegar a lo que le corresponde a cada comensal.

-Mi nombre es Parra, Emilia, soy responsable del comedor Patitos Felices, de Fontana, Chaco. Hace tres meses teníamos 60 familias. Ahora son más de 100. Les brindamos un plato de comida. Los recursos que recibimos no son suficientes.

-Mi nombre es Laura Gómez, de Resistencia, Chaco. Hace tres meses estábamos ayudando a más de 50 familias. Al día de hoy tuvimos un incremento de más del 50% debido a la situación económica que estamos atravesando. No nos alcanza la mercadería que nos dan. Es por eso que pedimos donaciones para llegar a cada hogar.

-Soy Gaby, responsable del comedor nocturno Corazones Alegres, de General Roca, Río Negro. Nuestro comedor abrió hace seis meses y asistimos a 180 o 190 personas, entre ellas abuelos, adultos y niños, incluidas personas en situación de calle. No tenemos ayuda del municipio ni de la provincia. Por eso antes abríamos dos veces por semana, pero ahora tuvimos que cerrar un día.

-Soy Romero, Cecilia, responsable del comedor Esperanza, de Río Negro. Hace cuatro años que abrimos. Empezamos con 15 familias. Hoy en día estamos con 40. Antes teníamos dos veces por semana. Hoy, con la situación que hay, solo damos los sábados. No tenemos mucha ayuda de la provincia ni del municipio, pero con el esfuerzo que hacemos podemos asistir una vez por semana.

Catarata de penurias para un país de 47 millones de habitantes que puede alimentar a cientos de millones.

AR

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