Jennifer Lawrence rompió todos los récords posibles. Con 22 años ganó el Oscar a la Mejor actriz protagonista. Con 35 acaba de ser reconocida con el Premio Donostia en el Festival de San Sebastián. Es la más joven de la historia en lograrlo. José Luis Rebordinos, director del certamen, decía que en la figura de Lawrence se juntaban muchos factores que hacían que no se hubiera dudado ni un minuto cuando surgió la posibilidad de que ella fuera uno de los dos premios honoríficos de esta edición.
Con menos de 40 ya tiene una carrera que muchas actrices veteranas desearían, y gracias a sagas como Los juegos del hambre es un icono adolescente que acerca un cine diferente a nuevas generaciones.
A San Sebastián llegó no solo a recibir el Donostia, sino para presentar Die, my love, el filme dirigido por Lynne Ramsay basado en la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz sobre una madre que sufre un estrés posparto que la coloca en situaciones que normalmente el cine no muestra. La actriz atendió a la prensa en una multitudinaria conferencia de prensa en la que se advirtió que las preguntas se centraran en la película o su carrera.
Pese a ello, Lawrence no tuvo problemas en contestar sobre si cree que como artista se está sufriendo un ataque a la primera enmienda en EEUU tras lo sucedido en las últimas semanas con Jimmy Kimmel. “Sí. Nuestra libertad de expresión está siendo atacada y creo que el mundo del cine, y usar nuestra voz de forma artística nos permiten, en lugares como este, conectarnos y ser empáticos y libres”, opinó.
Sin embargo, cuando fue preguntada por su opinión sobre que el filme fuera distribuido por Mubi, una empresa participada por un fondo de inversión ligado al sector militar israelí, desde la organización se cortó la pregunta para recordar que las preguntas debían centrarse en la película y su carrera. Se volvió a intentar cuando otro compañero remarcó que le parecía inaceptable censurar una pregunta y le pidió que se posicionara ante lo que estaba ocurriendo en el mundo como madre que teme el futuro para sus hijos.
“Es terrible”, comenzó diciendo Jennifer Lawrence que esta vez sí contestó. “Lo que está sucediendo no es nada menos que un genocidio, y es inaceptable. Estoy aterrorizada por mis hijos, por todos nuestros hijos. Lo que me entristece es que esta falta de respeto y el discurso en la política estadounidense actual les parecerá normal a muchos jóvenes que los votan ahora mismo. Les parece totalmente normal que la política no tenga integridad. Los políticos mienten. No hay empatía. Y todos deben recordar que cuando ignoran lo que sucede en un lado del mundo, pronto les pasará lo mismo”, dijo de forma contundente.
Lo que está sucediendo no es nada menos que un genocidio, y es inaceptable. Estoy aterrorizada por mis hijos, por todos nuestros hijos
La actriz justificó su posición de intentar no contestar preguntas políticas a pesar de que la situación le “rompe el corazón”. “La realidad es que, al hablar demasiado o responder a tantas preguntas, tememos que nuestras palabras solo se usen para añadir más fuego y retórica a algo que está en manos de nuestros funcionarios electos. Solo quiero que la gente se concentre en quién es responsable, qué puede hacer y cuándo debe acudir a votar, y que no deje que los actores y artistas que intentan expresar su libertad artística, su libertad de expresión, carguen con las consecuencias de los verdaderos responsables”, zanjó.
La actriz también habló sobre los temas que aborda la película, como el estrés posparto, algo que contó que no tuvo con su primer bebé, pero sí con el segundo. “Fui muy afortunada porque tuve un buen posparto tras mi primer bebé, que fue cuando me leí el libro de Ariana, y quizás por eso, porque no estaba en un lugar tan bajo, pude mirar la historia de forma directa e ir a ese lugar. Tras el segundo sí que tuve estrés posparto y fue realmente raro ver la película en retrospectiva tras haber pasado por ello”, confesó.
Fue “un director nuevo y muy prometedor, Martin Scorsese” -dijo con humor-, quien le dijo que debía producir la adaptación del libro de Harwicz para protagonizarlo. Fue Lawrence quien pensó que Ramsay la dirigiera porque era muy fan de su trabajo. La cineasta aceptó, y el resultado fue una experiencia que describe como “perfecta”.