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Los programas de preguntas y respuestas se vuelven a imponer en la TV: claves del formato que se reinventa y siempre tiene éxito

La historia de los programas de preguntas y respuestas es también la historia de la Argentina moderna. Alcanza con mirar los videos subidos a YouTube para realizar un curso acelerado de economía: se han pagado premios en australes, en pesos convertibles y en pesos devaluados. Ni la pandemia le impidió gozar de buena salud a este formato, que desde la década del ‘50 se recicla para estimular el conocimiento, poner a prueba la memoria y llenar la grilla de programación a bajo costo.

Tres de los seis canales de aire ofrecen programas de este formato en su grilla: El Trece tiene Los 8 escalones del millón con Guido Kaczka y 100 argentinos dicen con Darío Barassi, El Nueve cuenta con La hora exacta con Boy Olmi y Teté Coustarot, y América apostó por Pichu Straneo al frente de Mandá play. Hasta hace unas semanas, la Televisión Pública también tenía su representante con ¿Quién sabe más de Argentina? y El Trece emitía el histórico Pasapalabra. Además, en los próximos días hará su debut en la señal comandada por Adrián Suar el ciclo Turno tarde, en el que chicos en edad escolar pondrán a prueba sus conocimientos ante adultos famosos.

Formato inoxidable

Los inicios de este género datan de los primeros años de la TV en el país, con el debut de Odol pregunta en 1956. Fueron 24 años al aire y, si bien estuvieron al frente del programa varios conductores estrella, fue Jorge “Cacho” Fontana quien logró imponer su estilo en este novedoso formato. De los 66 ganadores que tuvo el envío, el más “célebre” fue Claudio María Domínguez, que con solo nueve años respondió correctamente sobre mitología griega y grecorromana. 

En los ‘60 hubo un programa que premiaba el saber llamado Domingos de mi ciudad, que apuntaba al público de la tercera edad. Se hizo más conocido a partir de 1970, cuando comenzó a dirigirse a los jóvenes y adoptó el nombre de Feliz domingo. Con un brillante Silvio Soldán como anfitrión, el ciclo tuvo más de 1.500 emisiones, de entre 10 y 12 horas cada una, por las que pasaron alrededor de 45.000 chicos que competían por el viaje a Bariloche. 

Los ‘80 fueron testigos del éxito de Seis para triunfar, conducido por Héctor Larrea. Con juegos simples y un estilo descontracturado para la época, llegó a superar los 50 puntos de rating.

“El único programa de la televisión argentina que premia el saber” era el slogan de Tiempo de siembra, el ciclo de Canal 13 conducido por Pancho Ibáñez que rememoró el viejo Odol pregunta y dejó su marca en la TV argentina de la década del ‘90. Los participantes competían por 100 mil pesos, que equivalían a 100 mil dólares. Un joven Axel Kuschevatzky ganó en la categoría “cine” y utilizó la suma de dinero para solventar el lanzamiento de su revista especializada “La cosa cine”.

Los participantes competían por 100 mil pesos, que equivalían a 100 mil dólares. Un joven Axel Kuschevatzky ganó en la categoría “cine” y utilizó la suma de dinero para solventar el lanzamiento de su revista especializada “La cosa cine”.

Los 2000 estuvieron marcados por el éxito de Pulsaciones y varios formatos internacionales, como Pasapalabra, 100 argentinos dicen, Trato hecho y ¿Quién quiere ser millonario? Además, Jorge Guinzburg se puso al frente de El legado y Susana Giménez hizo lo propio con la sección El imbatible. La cultura general dejó de ser el centro de la temática para dejarle el protagonismo a las consignas vinculadas a la actualidad y la cultura popular, como completar el estribillo de una canción o responder sobre la vida privada de los famosos.

En los años siguientes se reciclaron varios de esos programas a los que les había ido bien a principios de siglo y, en algunos casos, su regreso fue con mayor éxito aún en materia de rating.

Los secretos del fenómeno

Para Marcos Gorban, la cabeza detrás de La hora exacta y productor de programas históricos como Gran hermano y Operación triunfo, la vigencia del éxito del formato de preguntas y respuestas tiene mucho que ver con el instinto de supervivencia de la TV: “Antes tenías varias ficciones y telenovelas, que ahora se mudaron a otras plataformas y dejaron libres muchas horas de programación en la TV. Entonces, se está reconvirtiendo, tal como sucedió con la radio. Hace muchos años sus programas centrales eran los radioteatros y la ficción, pero con la llegada de la tele se hizo mucho más atractivo mirar un teleteatro y no un radioteatro, así que la radio empezó a explotar lo que al día de hoy te sigue dando: la música, lo instantáneo y la posibilidad de imaginar”.

Ante la aparición del streaming y las plataformas de entretenimiento, ahora es la TV la que está buscando su lugar entre la audiencia. Y las consecuencias son visibles: más señales de noticias, más magazines y más ciclos de entretenimientos.

Dentro de este último grupo, los realities siguen ocupando un lugar central de la programación en los países extranjeros, sin embargo, para Gorban, la delicada situación económica en el país tiene como consecuencia poco dinero invertido en publicidad, lo que provoca que los canales no cuenten con presupuesto para grandes producciones y elijan formatos de menor costo: “En la Argentina hay una crisis económica, entonces no se podría juntar la plata que se juntaba hace 15 años para bancar un Gran hermano. En cambio, el formato de programas de entretenimientos, como los de preguntas y respuestas, es mucho más barato”.

Detrás de las preguntas

Boy Olmi, conductor de La hora exacta, el programa de preguntas y respuestas basado en un exhaustivo trabajo de archivo, brinda su opinión sobre el éxito del formato: “Creo que lo lúdico está instalado en algún casillero de lo humano, y jugar a recordar o a adivinar es una de las maneras que siempre hubo de pasarla bien con la herramienta de la mente. Este tipo de programas brinda un plus, ya que el espectador tiene una participación activa; en oposición a lo que sucede, por ejemplo, con una ficción, en la que uno está se involucra de manera pasiva para que le cuenten un cuento”.

 

La clave para que el género siga teniendo éxito a pesar del paso del tiempo y las nuevas tecnologías es tener la capacidad de adaptarse a las circunstancias y ampliarse, para que sea accesible para toda la familia. Así lo entiende Claudio Brusca, productor ejecutivo de Los 8 escalones del millón: “El secreto es ir actualizando y hacer preguntas que no solo te llevan al pasado sino también al presente, y tocar temas que le interese a toda la sociedad. En nuestro programa también actualizamos los jurados y la manera de jugar. Eso tiene mucho que ver con que Guido (Kaczka) es el conductor y también el productor general del ciclo, y está muy pendiente de que el programa evolucione, crezca y no se estanque”.

Entre tanta competencia, el rol del anfitrión permite destacar a un ciclo por sobre los demás. Un fenómeno de estas características sucedió con 100 argentinos dicen, un ciclo que ya había tenido éxito hace 16 años, y que muchos ahora conocen como “el programa de Barassi”. “Lo que nos distingue es que nuestro programa tiene un anfitrión que es un crack total, con una personalidad muy marcada. No es un conductor ‘genérico’: no sigue un guion ni es un tipo acartonado”, afirma Mariano Feijoo, productor ejecutivo del ciclo. 

Pichu Straneo también impone su particular estilo todas las noches por América en Mandá play, con el objetivo de juzgar el conocimiento musical de los participantes. Según su testimonio, estos programas son una gran oportunidad para que los humoristas hagan lo que mejor saben hacer -provocar risas- en una TV donde ya no hay lugar para los ciclos de sketches ni las comedias. 

Además del contenido y el conductor, el casting para elegir a los participantes es la otra pata fundamental del género. “En 100 argentinos dicen lo que nos sucede es que tenemos gente anotada hace muchos meses, entonces los chicos de casting tienen carpetas y carpetas de gente, lo que les permite elegir y combinar las familias a su gusto para que tengan las mismas chances de ganar y que sea divertido para el público. No sé si los que se anotan lo hacen por el dinero, para divertirse o para conocer a Darío, eso ya depende de cada uno”, indica Feijoo.

Respecto al público que mira este tipo de programas, los entrevistados coinciden en que, al contrario de lo que sucede con la televisión en general, son cada vez más jóvenes los que se suman a responder las preguntas desde su hogar. Aunque todo depende del tipo de formato que se elija. “En nuestro caso, nos miran las personas de 35 en adelante. Se enganchan jóvenes y también grandes porque rememoran temas de los ‘70 y los ‘80 y les recuerda a su niñez o la adolescencia”, dice Pichu sobre Mandá play.

Boy Olmi prevé un futuro auspicioso para este género, que ya es histórico: “Creo que nunca se va a oxidar. Es la propia televisión la que va a ir mutando y adaptándose a los cambios, al igual que el cine y el teatro, que con la pandemia tuvieron que cambiar, pero no van a desaparecer”.

PR