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Cómo hacer una lista de propósitos de Año Nuevo que cumplamos realmente

Con el año nuevo llegan los propósitos para los 365 días que restan del calendario, que suelen estar llenos de buenas intenciones como llevar una dieta más saludable y hacer ejercicio.

Marta Chavarrías

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Cada año, por estas fechas, muchas personas hacen propósitos para el nuevo año con la esperanza de introducir cambios positivos en su vida. A menudo iniciar un nuevo año lo vemos como una oportunidad para cambiar malos hábitos y establecer rutinas que nos ayuden a crecer desde el punto de vista psicológico, emocional, social o físico. 

Unos propósitos que, quizás, se quedarán en buenas intenciones

Muchos de estos propósitos –dejar de fumar, perder algunos kilos de más, pasar más tiempo con la familia o empezar a hacer ejercicio– son más fáciles de plantear que de cumplir. Es muy probable que, para finales de marzo, muchos de nosotros hayamos abandonado nuestros planes y nos hayamos acomodado en nuestros viejos patrones.

Al menos es lo que demuestra un estudio según el cual casi una cuarta parte de las personas (el 23%) olvidó sus intenciones cuando solo había transcurrido una semana del nuevo año. Al cabo de un mes, solo mantenían sus propósitos un 55%; a los seis meses se mantenían comprometidos un 40% y, tras dos años, un 19%.

Otra investigación publicada en Journal of Clinical Psychology demuestra que solo el 46% de las personas que hicieron propósitos de año nuevo tuvieron éxito. Esto significa que más de la mitad de las personas que se fijan una meta fracasarán. ¿Qué es exactamente lo que sale mal? ¿Qué podemos hacer para fijar objetivos que podamos cumplir?

Por qué fracasamos en conseguir los nuevos propósitos

Parte de que esto sea así es que no sabemos cómo cumplir los propósitos, a pesar de nuestras buenas intenciones. El problema es que no seamos capaces de cumplir con nuestros objetivos. Todos los cambios son difíciles y, a menos que estemos muy motivados y tengamos un buen apoyo social, en ocasiones puede ser difícil lograr cambios duraderos.

Podemos preguntarnos por qué queremos una cosa, con qué finalidad, qué es lo que realmente nos motiva. Las respuestas nos ayudarán a identificar las actividades que realmente disfrutamos y queremos conseguir. Muchos de los objetivos fracasan por la ambigüedad, por la mala planificación o incluso porque no están impulsados por nuestro propio deseo de hacer un cambio.

Es importante darnos cuenta de que no hay objetivos que sirvan para todo el mundo. Cada uno de nosotros tiene distintas necesidades y los objetivos deben adaptarse a ellas. Si no nos comprometemos con el cambio, es difícil cumplir los propósitos. La clave está en descubrir qué nos funciona a nosotros.

Aunque propósitos como hacer ejercicio o ahorrar dinero suenan tentadores y alcanzables en un primer momento, en realidad resultan fáciles de olvidar al cabo de unas semanas. Como nos cuenta Júlia Pascual, psicóloga y experta en coaching estratégico, “hacer ejercicio o salir a correr no son un objetivo, pero en cambio plantearnos salir a correr tres veces a la semana durante media hora o bien cada día voy a leer 15 páginas de una novela antes de ir a dormir” son objetivos más claros.

Nadie quiere estar en el grupo de los que no logran alcanzar sus aspiraciones y sueños para el año 2024. Por ello, la psicóloga nos da algunas pistas para que los objetivos sean claros y alcanzables.

Cómo establecer propósitos alcanzables

Cuando se hace de forma realista, crear propósitos puede ser una buena y productiva manera de establecer metas e intenciones para el nuevo años. Decidir hacer cambios positivos, como deshacernos de un mal hábito y adoptar uno más saludable, siempre es buena idea. Para Pascual, la metodología estratégica SMART, con cinco criterios clave, nos ayuda a establecer estos objetivos:

- Específicos (Specific): el objetivo debe ser claro para enfocar los esfuerzos y sentir qué queremos lograr. Puede llegar a ser desalentador que nuestra lista de propósitos sea tan larga como la lista de la compra de fin de año.

- Medibles (Measurable): debemos medir nuestro progreso hacia el logro del propósito porque esto nos ayudará a mantenernos motivados y a cumplir los plazos.

- Alcanzables (Achievable): el objetivo debe ser realista para ser exitoso, debe desafiar nuestras habilidades pero sin dejar de ser posible.

- Relevantes (Relevant): el propósito debe ser importante para nosotros y alinearse con otros objetivos relevantes.

- Temporales (Time-bound): debe tener una fecha límite clara, lo que crea un sentido de urgencia.

Para Pascual, “usar estos objetivos puede ayudar a proporcionar claridad, enfoque y motivación, además de que aumenta nuestras posibilidades de alcanzar las metas de manera positiva”. En este camino hacia el logro de nuestros propósitos es recomendable, según la experta, “la figura de un psico-coach para que nos ayude a valorar otros aspectos para que la persona decida los objetivos y se puedan mantener en el tiempo”.

Entre estos aspectos, Pascual destaca “la situación vital en la que estamos, cómo funcionamos, nuestra personalidad, es decir, cuál es nuestro estilo de cómo percibimos y actuamos normalmente en la mayoría de las situaciones, tanto en el pasado como en el presente, y cómo proyectamos el futuro”.

Como reconoce la Asociación Americana de Psicología (APA), los errores a la hora de conseguir nuestros objetivos son normales. Aceptarlo nos ayudará a resolver pequeños errores, como saltarnos la dieta o no ir al gimnasio durante unos días, para volver a retomarlos.

A qué ritmo debemos incluir los cambios

“Antes que nada es mejor plantearse pocos objetivos. A veces es mejor centrarse en un objetivo trabajado a conciencia que no en muchos que al año siguiente los hemos olvidado”, matiza Pascual. No todas las personas somos iguales y, por tanto, no respondemos de la misma manera a un estímulo común.

Como reconoce la experta, el acompañamiento de un psicólogo o un psicoach puede ayudar a marcar el ritmo que más se adapta a nuestra manera de ser y nos ayudarán a analizar las debilidades para transformarlas en recursos. “A las personas con un sistema de percepción y reacción obsesivas frente a la vida les diríamos que a tope desde el primer día, mientras que a una persona más fóbica le planificaríamos los objetivos de forma muy escalonada, con microobjetivos, y le diríamos que muy poco a poco, casi sin que se dé cuenta que está haciéndolos”.

En este sentido, es importante que tengamos en cuenta nuestras propias circunstancias a la hora de plantear los cambios. Como afirma Pascual, debemos prestar atención a:

- Nuestra situación personal y profesional: debemos evaluar nuestras responsabilidades laborales, familiares y personales y considerar cómo el cambio puede afectarlas.

- Los recursos de los que disponemos: tiempo, dinero, habilidades o apoyo de otras personas.

- Impacto en nuestra salud: debemos tener en cuenta cómo los cambios podrían afectar a nuestra salud física y mental.

- Qué metas tenemos a largo plazo: debemos asegurarnos de que los cambios están alineados con nuestros objetivos a largo plazo.

- Riesgos y posibles desafíos: es importante identificar qué riesgos pueden significar los cambios y valorar estrategias para manejarlos.

- Qué capacidad de adaptación tenemos a los nuevos entornos o tareas.

- Cómo los cambios nos pueden afectar en nuestras relaciones familiares y de amistades.

En ocasiones, y aunque parezca incomprensible, “aunque uno quiera cambiar todos presentamos resistencias frente al cambio. Es fundamental saber identificar la resistencia y para vencerla”, afirma Pascual. Y para ello, es clave “una estrategia comunicativa, un lenguaje específico que usamos con nosotros mismos y un plan de acción personalizado” porque “cambiar es inevitable, pero hacerlo hacia la dirección deseada lo consiguen bien pocos”, concluye Pascual.

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