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GUERRA EN UCRANIA
“Nos dieron orden de matar a todos”, las confesiones de soldados rusos a sus familias

Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80, por una carretera cercana a Armiansk, en Crimea, en febrero.

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Al principio de la invasión de Ucrania, los soldados rusos compartían con sus familiares su perplejidad por estar ahí, contaban las penurias y faltas de medios y, en ocasiones, confesaban la ejecución masiva de civiles y el hallazgo de cadáveres por las calles de Bucha y otras localidades cerca de Kiev, según los audios publicado este miércoles por The New York Times tras una labor de dos meses para traducir, verificar y analizarlos. Las conversaciones fueron interceptadas por el ejército ucraniano.

El diario publica fragmentos de las conversaciones que atribuye a soldados supuestamente pronunciadas con sus familiares en Rusia y que, en líneas generales, reflejan un sentimiento de frustración y pesimismo sobre la marcha de la guerra.

“Putin es un loco. Quiere tomar Kiev, pero no podemos hacerlo”, “nuestra ofensiva se paró. Estamos perdiendo esta guerra”, “Perdimos a medio regimiento” o “cuando vuelva a casa dejaré el dichoso ejército” son algunas de las frases publicadas por el diario y supuestamente pronunciadas por los rusos. También confiesan lo que pueden constituir crímenes de guerra, con frases como “nos dieron orden de matar a todos los que veamos”.

Según The New York Times, las llamadas, no autorizadas por Rusia, y realizadas a lo largo del mes de marzo desde los alrededores de Bucha, a las afueras de Kiev, fueron interceptadas por el Gobierno ucraniano. El Times verificó su autenticidad cruzando los números de teléfono rusos con aplicaciones de mensajería y perfiles de redes sociales para identificar a los soldados y a sus familiares.

“Hay cadáveres por la carretera”

En estas conversaciones, los soldados describen una crisis de moral y una falta de equipo, y dicen que se les mintió sobre la misión en la que estaban. También hay críticas al presidente ruso, Vladímir Putin, y quejas por los errores estratégicos y una gran escasez de suministros del ejército ruso.

“No sabía que esto iba a pasar. Dijeron que íbamos a hacer un entrenamiento. Estos cabrones no nos dijeron nada”, dice un soldado en una llamada.

“Unos tipos tomaron el equipo de combate de los cadáveres de ucranianos y lo tomaron para sí mismos.... Su equipo de armamento de la OTAN es mejor que el nuestro”, dice otro soldado, en otra de las conversaciones recogidas por el Times.

En las llamadas, las fuerzas rusas también confiesan haber capturado y matado a civiles, y admiten abiertamente haber saqueado casas y negocios ucranianos.

“Mierda. Hay cadáveres por la carretera. Los [cadáveres de] civiles están tirados en el suelo. Es una mierda”, confiesa otro soldado. “¿En la carretera?”, le pregunta su pareja, a lo que él contesta afirmativamente.

“Todo fue jodidamente saqueado. Se bebieron todo el puto alcohol. Y tomaron todo el dinero …Todo el mundo lo está haciendo”, dice un soldado. En otras conversaciones, los soldados comentan con sus familiares sobre todo lo que están tomando para llevarse de vuelta a Rusia: dinero, televisiones, maletas, incluso aspiradoras y picadoras de carne.

“Enviaron a los soldados al matadero”

En las conversaciones, muchos soldados dicen que quieren rescindir sus contratos militares, y rebaten la propaganda emitida por los medios de comunicación rusos en su país con la realidad de la guerra que les rodea.

“Solo quieren engañar a la gente en la televisión, en plan: 'Todo está bien; no hay guerra, solo una operación especial', pero en realidad es una puta guerra de verdad”, dice un soldado.

Otro admite que las fuerzas rusas no eran capaces de tomar Kiev en aquellos días de marzo. “Solo tomamos pueblos, y eso es todo”, dice.

Mientras, sus familias les cuentan la propaganda que llena las televisiones rusas. “Eso es lo que dijeron en la televisión. Que ya no hay fuerzas armadas ucranianas. Solo quedan los nazis”, le dice un padre a su hijo.

A mediados de marzo, tres semanas después de que comenzase la invasión, los soldados también hablaban a sus familiares de grandes pérdidas.

Nikita, un soldado del 656º Regimiento de la Guardia Nacional, cuenta a su pareja que noventa hombres murieron a su alrededor cuando cayeron en una emboscada mientras conducían. En un teléfono compartido por miembros del 331º Regimiento Aerotransportado, un soldado llamado Semyon estima que un tercio de su regimiento fue asesinado. Otro describe hileras de ataúdes con los cuerpos de 400 jóvenes paracaidistas que esperan ser devueltos a casa desde el hangar de un aeropuerto.

“Había 400 paracaidistas. Y solo 38 de ellos sobrevivieron … Porque nuestros comandantes enviaron a los soldados al matadero”, dice.

Mientras, los familiares en Rusia empiezan a contar cómo están llegando cadáveres sin parar. Una mujer le cuenta a su marido que esa semana se celebró un funeral militar todos los días. “Las esposas se están volviendo locas. Incluso están escribiendo a Putin”, le dice a un soldado su pareja.

Crímenes de guerra

En las llamadas también se producen conversaciones que podrían constituir pruebas de crímenes de guerra. En una de ellas, un soldado llamado Sergey confiesa a su novia que su capitán ordenó la ejecución de tres hombres que “pasaban por nuestro almacén”, y que se convirtió en “un asesino”.

“Los retuvimos, los desnudamos y comprobamos toda su ropa. Luego había que decidir si los dejábamos ir. Si los dejábamos ir, podían informar sobre nuestra posición.... Así que se decidió dispararles en el bosque”, dice.

“¿Les disparaste?”, pregunta la novia.

“Por supuesto que sí”, contesta Sergey.

“¿Por qué no los tomaron como prisioneros?”, le pregunta.

“Habríamos tenido que alimentarlos, y no tenemos suficiente comida ni para nosotros, sabés”.

En otra conversación, Sergey le dice a su novia que están yendo a un sitio donde hay muchos civiles caminando por los alrededores y les dieron la orden de matar a todos los que vean para que no puedan informar sobre la posición de las tropas rusas. “Porque podrían informar sobre nuestras posiciones.... Eso es el puto porqué lo vamos a hacer, parece. Matar a cualquier civil que pase y arrastrarlo al bosque....Ya me convertí en un asesino. Por eso no quiero matar a más gente, sobre todo a los que tendré que mirar a los ojos”, dice Sergey.

A lo largo de las semanas, las llamadas telefónicas revelan una crisis de moral. Según recoge el New York Times, la impaciencia, el miedo y el cansancio se apoderan de los soldados, que describen un ejército desorganizado. “Francamente, nadie entiende por qué tenemos que luchar en esta guerra”, dice Sergey a su novia.

El 30 de marzo, se registran varias llamadas de los soldados rusos a sus familiares. “Ya está, estoy en Bielorrusia. Acabamos de cruzar la frontera”, dice un soldado tras la retirada de las fuerzas rusas de los alrededores de Kiev dejando un rastro de destrucción en las ciudades que ocuparon durante semanas.

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