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Gimnasios, helados y coches de choque: ¿cambiaron realmente los talibanes en 20 años?

Un combatiente talibán sonríe a cámara mientras patrulla en Kandahar, Afghanistan

Vanesa Rodríguez

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Talibanes en el gimnasio. Talibanes en los coches de choque. Talibanes comiendo helados. Talibanes entrevistados por mujeres. Talibanes queriendo transmitir una imagen de cambio ante una comunidad internacional escéptica que busca cómo relacionarse con el nuevo régimen mientras se limita a pedir que cumplan sus promesas.

Son gestos que se disuelven como un azucarillo a medida que avanza la tragedia para el pueblo afgano. Tras la toma de Kabul por parte de los insurgentes islámicos, se han reprimido a fuego las primeras protestas contra los talibanes en ciudades como Jalalabal, donde varios civiles han muerto por defender la bandera del país sobre la de los islamistas. En Kabul, las estudiantes no pueden acudir a la universidad y las escuelas permanecen cerradas. Desde la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, se alerta de los “escalofriantes informes de abusos de los derechos humanos, y de restricciones de los derechos de las personas, especialmente de las mujeres y las niñas, en algunas partes del país” en las últimas semanas. 

Los hechos no parecen mostrar ninguna voluntad de cambio con respecto al régimen talibán que entre 1996 y 2001 impuso una visión ultraortodoxa de la ley islámica que impedía a las mujeres estudiar o trabajar, salir de casa si no era acompañadas de hombre de su familia y les obligaba a cubrirse por completo con un burka. Los hombres fueron obligados a dejarse crecer la barba, se clausuraron los cines y se prohibieron la música, el ajedrez y los juegos de azar.

El régimen estableció además la lapidación de los adúlteros, la amputación de manos a los ladrones, la flagelación a los homosexuales y la pena de muerte a los musulmanes afganos que se convirtieran a otra religión o invitaran a la conversión.

¿Son los talibanes de hoy distintos a los que fueron derrotados en 2001? Cuando cayó el régimen talibán tras la invasión de EEUU, los líderes del movimiento huyeron, pero el grupo no se disolvió, siempre siguieron ahí. Según explica a elDiario.es Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), los talibanes “nunca desaparecieron del escenario”. Así recuerda cómo por un lado, unos “se diseminaron en el terreno, que conocían mejor que el invasor, y si para ello tenían que ponerse un burka y hacerse pasar por mujer, lo hacían”. “Otros se trasladaron a Pakistán y siguieron viviendo entre comunidades pastunes, que son básicamente la base fundamental del movimiento talibán”, prosigue el experto, que señala que mientras algunos se quedaron dentro del territorio para combatir a las nuevas autoridades y a EEUU, otros fueron en busca de “otros escenarios”, también desde un punto de vista político, lo que les llevó a abrir su propia oficina de los insurgentes en Catar y tener sus propios interlocutores, algo clave para que los islamistas hayan recuperado el poder.

Desde ella, han mantenido conversaciones con Estados Unidos, el Gobierno afgano y con los estados del Golfo, han discutido soluciones humanitarias con Naciones Unidas y ONG, se han mostrado activos en redes sociales y han organizado comités civiles.

Viejos conocidos

Los nuevos líderes talibanes son viejos conocidos. Abdul Ghani Baradar, el líder talibán que fue liberado de una prisión paquistaní a petición de Estados Unidos hace menos de tres años, emerge ahora como el vencedor militar indiscutible de una guerra de 20 años. Baradar ocupó varios cargos militares y administrativos en los cinco años del régimen talibán. Cuando los talibanes fueron expulsados del poder por Estados Unidos y sus aliados afganos, él era el viceministro de Defensa.

A pesar de estas nuevas apariencias y la suma al movimiento de oleadas de jóvenes combatientes, el objetivo sigue siendo el mismo que el que defendían los antiguos líderes talibanes, explica Núñez: “Gobernar Afganistán con arreglo a sus propias visiones estrictas del islam”. Otra cosa, añade el experto, es que para que ahora puedan consolidar su poder necesiten “brazos para hacer la tarea y tiempo para consolidarse”. 

Dentro de esta necesidad se explicaría el intento de dar esa imagen “moderada” desde la que han prometido una “amnistía general” para los ciudadanos afganos. Núñez advierte que es una cuestión de ritmo y de esa necesidad de “tiempo para consolidar su poder”, pero que cuando este se consolide, “obviamente harán las purgas correspondientes”. 

Por el momento, parece que el discurso talibán tampoco convence a la población afgana, y siguen siendo miles los ciudadanos que intentan salir de forma desesperada del país. Gobiernos como el alemán han denunciado que temen no poder evacuar a aquellos ciudadanos que colaboraron con su diplomacia, ya que los talibanes bloquean el acceso al aeropuerto a todo aquel que no sea extranjero. 

Otra de las cuestiones sobre las que el nuevo régimen talibán intenta proyectar moderación es el tratamiento a las mujeres. Desde que el domingo se hicieran por completo con el control de Afganistán con la toma de Kabul, se han sucedido imágenes hasta ahora inéditas, como el ver a mujeres periodistas entrevistando a los líderes talibanes. 

“Vamos a permitir que las mujeres trabajen y estudien (...) las mujeres van a ser una parte muy activa en la sociedad, pero en el marco del islam”, afirmó en rueda de prensa el principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid. “No va a haber ninguna discriminación contra la mujer, pero siempre dentro de los márgenes que tenemos. Nuestras mujeres son musulmanas y también están felices de vivir en el marco de la sharía”, insistió el portavoz. 

Para Núñez, la traducción de estas palabras es clara: “No habrá derechos para las mujeres, es tan simple como eso”. 

Escepticismo de la ONU

Por el momento, la ONU acoge con desconfianza las promesas de los líderes talibanes y advierte que seguirá “muy de cerca” el cumplimiento de estas promesas. “Han prometido ser inclusivos. Han dicho que las mujeres pueden trabajar y las niñas pueden ir a la escuela. Estas promesas tendrán que cumplirse, pero de momento, debido a la historia reciente, estas declaraciones han sido recibidas con cierto escepticismo. Sin embargo, las promesas se han hecho, y si se cumplen o se rompen serán objeto de un examen cercano”, declaró Rupert Colville, portavoz de la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos.

Jesús Núñez es tajante sobre si cabe esperar cambios en el nuevo régimen talibán. “No, no podemos engañarnos de ningún modo. Da igual lo que digan, son los que son, quieren lo que quieren”, ha asegurado. El experto añade que saben que para conseguir sus objetivos –“brazos y tiempo”– no deben cruzar ninguna “línea roja que obligue a las grandes potencias a intervenir”.

Estas líneas rojas serían ataques a territorios occidentales o volverse a convertir en refugio de Al Qaeda o Daesh. Preocupados por la amenaza terrorista se ha mostrado el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, que advirtió de que las naciones occidentales deben unirse para evitar que Afganistán vuelva a convertirse en un refugio para grupos terroristas internacionales. Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, pidió este lunes al Consejo de Seguridad de la ONU que “utilice todas las herramientas a su disposición para reprimir la amenaza terrorista global en Afganistán”. El presidente francés, Emmanuel Macron, también ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional para evitar que el país se convierta, otra vez, “en un oasis para terroristas”.

Jesús Núñez analiza con escepticismo la preocupación de la comunidad internacional: “La suerte de los afganos, mujeres o no, les da exactamente igual. Mientras no crucen esas líneas rojas, habrá muchas declaraciones de condena y de preocupación, pero nadie va a mover un pelo por los afganos. El objetivo de la invasión y de la ocupación durante 20 años nunca ha sido ni el bienestar ni la seguridad de los afganos, ni los derechos humanos. Las principales víctimas, los afganos, quedan abandonados una vez más a su suerte”, denuncia el experto.

Para el codirector del IECAH, “no hay nada que haga pensar que ese discurso que aparenta moderación sea sincero. Tienen una misión muy concreta y encima han ganado. ¿Para qué van a cambiar?”, se pregunta y remite a una frase pronunciada el Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, preguntado sobre si cree que los talibanes actuales son diferentes a los que gobernaban en 2001 Afganistán: “Aparentemente parecen lo mismo, pero hablan mejor inglés”.

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