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CRÓNICA

Gritos, furia e histeria: la democracia española está más viva que nunca

Pegatinas y pintadas ultras en un escaparate de la calle Ferraz en Madrid, escenario de las manifestaciones ante la sede del PSOE.

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Seis años después de que el Govern de Junts y ERC convocara un referéndum fuera de la ley, de que Carles Puigdemont se fotografiara con los cinco autos del Tribunal Constitucional que iba a desobedecer y de que proclamara una independencia que se autodestruyó en ocho segundos, su partido firmó un acuerdo con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez que incluye una mención expresa y aportada por Junts al artículo 92 de la Constitución.

Si alguien quiere entenderlo como un adiós a la unilateralidad, ese fetiche conservado por el independentismo como si fuera un arma secreta, no estará muy equivocado, aunque tampoco conviene sacar el mantel de las grandes celebraciones. A fin de cuentas, sólo es un acuerdo para arrancar la legislatura.

Para terminar de aclarar las dimensiones del pacto, Puigdemont lo celebró metiéndole varios viajes a Esquerra. Llegó él a la fiesta y solucionó lo que sus torpes aliados y sin embargo enemigos no consiguieron hasta ahora. “Perdimos cuatro años fundamentales”, dijo para criticar la colaboración de ERC con los socialistas en la anterior legislatura. “Vosotros sí que sabéis, no como los botiflers de Esquerra”, le respondió irónicamente Joan Tardà, exportavoz de ERC en el Congreso.

Para confirmar que el ambiente entre las fuerzas independentistas que hicieron posible el referéndum del 1-O está por todo lo alto, Dolors Feliu, presidenta de la ANC, calificó los pactos de Junts y ERC con el PSOE de “españolización de Catalunya”.

El acuerdo se hizo público en Bruselas en el día de la patrona de la villa de Madrid, una coincidencia que sólo se le podía ocurrir a un guionista dispuesto a todo con tal de que hagan la película. En otro asunto en el que se le fue la mano estuvieron las reacciones del Partido Popular, donde hubo una auténtica carrera por aparecer ante los micros o dejar la huella en Twitter. Furia general, como era de esperar, pero también discrepancias muy básicas sobre el sistema político español.

Ya estamos en una dictadura, dijo por la mañana Isabel Díaz Ayuso ante una presentadora de Antena 3 muerta de miedo. “Somos una democracia fuerte, plural y con principios”, opinó unas horas más tarde Alberto Núñez Feijóo. Una cosa o la otra, pero las dos al mismo tiempo parece un poco complicado. No se ponen de acuerdo ni en qué país viven.

Con la amnistía en el saco, de la que sorprendentemente se sigue sin conocer su alcance, se creía que Junts presionaría para obtener algo más sobre un futuro referéndum de independencia, al menos con la intención de sacar pecho frente a ERC. Lo único que aparece en el texto es que Junts propone “un referéndum de autodeterminación sobre el futuro político de Catalunya amparado en el artículo 92 de la Constitución”. Lo de que querían otro referéndum ya lo sabíamos. Lo del artículo 92, no exactamente.

Ese breve artículo permite la convocatoria de referendos consultivos “de todos los ciudadanos”. Cada uno de ellos será “convocado por el Rey, mediante propuesta del Presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados”. No es extraño que en la ANC vayan a sacar el excel con la lista de botiflers para añadirle nuevas filas.

“Entramos en una etapa inédita”, aseguró Puigdemont. Ahí tiene razón. Junts ha abandonado la estrategia de confrontación permanente con todo y contra todos de los últimos cuatro años y que terminó llevándose por delante al Gobierno de coalición en la Generalitat. Los ataques que siguen dedicándose ambos partidos hacen pensar que no hay planes de resucitarlo. Sin un acuerdo político básico de ERC y Junts, cualquier estrategia para ganar la independencia está muerta antes de nacer.

Esa etapa puede llegar a ser muy corta. El acuerdo de legislatura podría calificarse de mínimos en la medida en que los firmantes se han dedicado a plasmar por escrito sus discrepancias. En el momento en que Puigdemont crea que el desgaste que sufre es mayor que los réditos, y con la amnistía ya aplicada, se pensará si merece la pena mantenerlo vivo. Al menos en esta ocasión no le caerá en toda la cara un tuit con las 155 monedas de plata. Eso que lleva ganado.

La derecha y la extrema derecha no están para tales sutilezas. Toca golpear los tambores de guerra. Tampoco es una novedad. Los indultos ya fueron un ataque al Estado de derecho y una quiebra de la separación de poderes, así que la amnistía sólo puede ser categorizada como lo mismo, pero multiplicada por cien.

Feijóo declaró que el pacto niega que “España sea un Estado de derecho” y que “los independentistas están ganando y el PSOE ha desaparecido”. Esto último ya lo dijeron en abundantes ocasiones en la campaña electoral y no les sirvió de mucho.

¿Qué dijo Pablo Casado cuando se aprobaron los indultos? “Del Partido Socialista histórico ya no quedan ni las raspas”, afirmó. El entonces líder del PP estaba convencido hace dos años de lo que iba a pasar inmediatamente después: “Los independentistas volverán a realizar un segundo procés después de que Sánchez haya debilitado al Estado”.

Aún se está esperando el segundo procés. El Estado sigue estando donde estaba. La verdad es que el argumentario del PP no se renueva mucho.

A la hora de buscar algo de originalidad en el éxtasis patrio, conviene ir sobre seguro y prestar atención a lo que diga Díaz Ayuso. Después de decir por la mañana que ha llegado la dictadura, pasó revista a todas las instituciones que, según ella, lo solucionarán todo. Tomen nota: “El rey Felipe VI, los poderes legislativo y judicial, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas y la Unión Europea”. Los ve como el Dream Team que colaborará con la derecha, lo que en su mente quiere decir con España.

“No hay una sola coma del credo independentista más rabioso que no se asuma”, dijo. Es curioso que uno de los mayores amantes de la presidenta madrileña en la prensa –Salvador Sostres en ABC– haya escrito que es “un mal día” para el independentismo, porque Sánchez se ofrece a negociarlo todo, pero no se compromete a nada.

“Por ofensiva que resulte la impúdica desfachatez presidencial, desde el lado independentista éste es un pacto de rendición de banda que sabe que ha perdido y busca un aterrizaje en la realidad sin que se note que claudica”, escribe Sostres. Puigdemont ha hecho lo mismo que hizo Oriol Junqueras, dice. Ha obtenido una salida personal que le convierte en “una pieza más del engranaje del Estado”.

La independencia de Catalunya está tan lejos como lo estaba antes de las elecciones de julio. Si esto es una victoria rotunda de los independentistas, la verdad es que se han visto funerales más animados. Si esto es el inicio de una legislatura que durará cuatro años, habrá que verlo para creerlo.

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