La histórica petición de perdón del Papa a los indígenas canadienses evidencia las disculpas pendientes de la Iglesia

Jesús Bastante

en religiondigital.com —

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“Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”. Este lunes, nada más aterrizar en Edmonton (Canadá), el papa Francisco se dirigió, en su silla de ruedas hasta Maskwacis, al parque del Oso, donde se ubica uno de los mayores cementerios de las políticas de asimilación que misioneros católicos llevaron a cabo contra decenas de miles de poblaciones originarias del país norteamericano.

Bergoglio, que no puede ni dar un paso por los problemas que padece en una rodilla, denominó su periplo por Canadá como “peregrinaje penitencial”. Y su imagen al borde de un lago y su petición de perdón fueron comparadas por quienes le acompañan con otras escenas de arrepentimiento vividas en Yad Vashem (el Museo del Holocausto) o en el campo de exterminio de Auschwitz.

Francisco asumió, sin matices, las culpas por el daño infligido, durante más de un siglo, a más de 150.000 inuit, mestizos o integrantes de los pueblos originarios. Un perdón que ya explicitó cuando, en abril, las comunidades visitaron el Vaticano, pese a la oposición de muchos sectores, que consideraban que separar a los padres de sus hijos, imponer una lengua o una cultura son una forma de llevar el Evangelio como otra cualquiera.

Este acto del Papa despertó los otros perdones que la Iglesia da, y debe dar, y volvió a dar voz a sus víctimas: las personas que padecieron abusos sexuales a manos de sacerdotes o las mujeres despreciadas por la Iglesia, otro de los grandes pecados sin penitencia de la institución.

Abusos a menores: perdón, sanación y reparación

Una de las víctimas de depredadores sexuales es el vitoriano Alfonso Ruiz de Arcaute. Padeció los abusos siendo un niño y fue solo hace mes y medio cuando recibió de la congregación a la que pertenecía su abusador, los dominicos, el reconocimiento como víctima y la petición de perdón.

Ahora, escuchando a Francisco en Edmonton, Arcaute reconoce que “mis ojos se han llenado una vez más de lágrimas”. “Mi historia me lleva a escuchar su mensaje por los abusos cometidos contra los pueblos nativos, especialmente sobre los niños de las escuelas regentadas por la Iglesia católica, en clave de petición de perdón también por los abusos sexuales contra la infancia”.

Arcaute recuerda el encuentro que mantuvo, junto a otras víctimas, el pasado mes de febrero con el cardenal Omella. Pero, sostiene que “al contrario que Omella, que una vez más falla a las víctimas, el Papa toma el símbolo de los mocasines y se pone en camino en una peregrinación penitencial”. Según su análisis “en este acto el Papa ofreció verdaderas claves de reparación, como cuando afirma que los traumas se reviven cada vez que se recuerdan”.

Y contrapone la situación que aún pervive en España: “Parece que todavía la jerarquía eclesial, al menos en la Iglesia española, no es capaz de reaccionar con la radicalidad que la situación requiere”, lamenta.

Que la Iglesia pida perdón a las mujeres

Una de las más reconocidas activistas colombianas en la exigencia de reparación con las mujeres en la Iglesia, Carmiña Navia, se vio reconocida en la petición de perdón del Papa. Y quiere que vaya más allá: “Las mujeres también esperamos una petición de perdón por parte de la Iglesia”, afirma, rotunda, en una carta abierta al “hermano Francisco”, en la que reconoce que “esa petición de perdón demuestra una sintonía muy especial y necesaria con los marginados y maltratados de la historia”.

“No es la primera vez que usted pide perdón y hace gestos de acercarse a los otros, a los distintos, a los y las que transitan por rutas diferentes, a los desposeídos y sufrientes”, afirma Navia, quien añade: “¿No cree que la Iglesia, en su cabeza o en la de otra persona, tendría que pedir perdón a la mujer, a las mujeres en general? Hay tantos motivos, a lo largo de la historia, para ello”, y hace una enumeración:

“El silenciamiento a que ha sido y es sometida, la falta absoluta de reconocimiento. El intentar robar la memoria histórica de una potencia como la de María de Magdala. La condena del cuerpo femenino como un camino hacia el pecado. La persecución a las brujas y sus asesinatos. La marginación y condena a unas mujeres tan extraordinarias y visionarias como las Beguinas, el pasar sobre ellas en silencio en todas las historias de la iglesia y memorias de cristianismo. Una lectura bíblica que las ha identificado con el mal, con la ”carne“ y sus connotaciones negativas, con el pecado. El no haberle dado jamás un lugar adecuado en la estructura eclesial y el negarle la igualdad plena de derechos y oportunidades en este ya avanzado siglo XXI”.

“Tal vez usted no pueda cambiar mucho las cosas… tal vez está cautivo de los poderes invisibles… Pero pedir perdón sí puede. Está en sus manos. Las mujeres que amamos al Maestro de Galilea esperamos esa petición que puede abrirnos a un futuro en abrazos sororos”, finaliza la misiva, que ya fue entregada a Bergoglio.

El “estilo Bergoglio”: hasta el Papa puede equivocarse

“Renuevo mi pedido de perdón y decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas”, dijo en Canadá Francisco, quien se empeñó en mantener este viaje pese a que semanas antes había cancelado, por sus problemas de salud, el previsto a Sudán del Sur y Congo.

“Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”. La petición de perdón del Papa a los indígenas canadienses no es la primera que hace la Iglesia católica, pero sí la más intensa.

Ya Juan Pablo II, durante sus dos viajes al país (1984 y 1987), también se refirió al dolor sufrido por los pueblos originarios, pero sus palabras no sonaron a disculpas: “Ha llegado el momento de restañar las heridas, de curar todas las divisiones. Es hora de perdonar, de reconciliarse y de comprometerse a construir nuevas relaciones”, dijo Wojtyla.

Y es que el ‘estilo Bergoglio’ también llegó a estos aspectos. “Este es un Papa que nos está acostumbrando a reconocer nuestros errores y a pedir perdón”, sostiene el presidente de Mensajeros de la Paz, el padre Ángel, quien asegura, entre sonrisas, que el Papa “me copió” una frase, que el religioso utiliza muy a menudo: “Mejor pedir perdón que pedir permiso”.

Algo que confirman sus colaboradores, que ven cómo el Papa forzó a la Iglesia a “cambiar el tono”, lo que, en una institución acostumbrada a no disculparse, supone toda una revolución. El caso de Canadá se repitió, a lo largo de los años, en multitud de ocasiones. Especialmente simbólica fue la petición de perdón del Papa tras su visita a Chile, reconociendo que se había equivocado (porque el Papa también se equivoca) a la hora de valorar la magnitud de los abusos a menores en el país. El escándalo de Chile motivó una “cumbre antiabusos” que, tres años después, cambió la legislación eclesiástica y obliga a obispos y responsables religiosos a integrar políticas de perdón, reparación y sanación para las víctimas de la pederastia. Otra cosa es que, en la práctica, estas se cumplan.

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