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QUIÉN ES QUIÉN EN EL NUEVO GOBIERNO DE BRASIL - Análisis
Todos los hombres (y once mujeres) del presidente Lula

Simone Tebet llega el 5 de enero en compañía del jefe de Gabinete brasileño, Rui Costa (3°-der.), y el vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin (c.), a su ceremonia de toma de posesión como ministra de Planificación, en el Palacio presidencial de Planalto, en Brasilia, La senadora y ex candidata presidencial del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que salió en tercer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2 de octubre, asumió el jueves como a su cargo en el gabinete de 37 carteras (11 ocupadas por mujeres) del Gobierno del petista Luiz Inácio Lula da Silva.

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“Ganar las elecciones es más fácil que formar un gobierno”. Esto aseguró Lula en la transición entre ganar el balotaje contra Jair Bolsonaro el último domingo de octubre y jurar como presidente en Brasilia el primer día de enero que fue también el primer día del nuevo año 2023. Los cinco primeros ministros anunciados eran petistas de vieja data, hombres de la confianza personal del titular del Ejecutivo, varones blancos, adultos mayores como el septuagenario Lula que cumplirá 80 años antes de concluir el tercer mandato presidencial de su vida política.

Las cinco primeras designaciones fueron así las más fáciles de esa tarea que el presidente electo reconocía más dificultosa y engorrosa que hacer campaña con un objetivo simple y único compartido por una entera coalición: ganar una elección. La composición final del gabinete reunido por primera vez en el palacio presidencial de Planalto en la festividad de los Reyes Magos suma 37 carteras: 26 varones y 11 mujeres.

La mención en primer lugar de esos cinco nombres, que Lula anunció urgido por el mercado y la sociedad a hacer algún anuncio firme, decepcionó. No había huella de la diversidad, la representatividad étnica, la tendencia y orientación hacia la paridad de género, la apertura al pluralismo partidario y ideológico: todos rasgos que en esa campaña que era más fácil que organizar un gabinete ministerial el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) había reiterado consistentemente como definitorios del período Lula 3.

Las crisis amazónica y sanitaria

Se había llegado a esperar en Brasil un gabinete con paridad de género como el del premier liberal canadiense Justin Trudeau, el del presidente de izquierda colombiano Gustavo Petro (pero ya antes su predecesor derechista Iván Duque), el del presidente de izquierda chileno Gabriel Boric. No son mujeres titulares de la mitad de la carteras ministeriales de Lula, pero sí de un tercio.

Destacan la líder ambientalista Marina Silva, afrodescendiente y evangélica, en Medio Ambiente. Un Ministerio que ya conoce, porque lo ocupó en una anterior presidencia de Lula. Es un símbolo de reconciliación, porque Silva se había alejado del gobierno, pasado a la oposición, y rivalizado como candidata presidencial contra la candidatura del PT.

Al repudio a la gestión administrativa, o falta de gestión mínima adecuada, del hoy ex presidente Bolsonaro, se debe la compactación de muchas fuerzas y el compromiso de muchas figuras antes críticas y antagónicas en torno a la campaña presidencial victoriosa del PT y ahora en torno a la tercera presidencia de Lula que acaba de empezar. Particularmente, ha obrado en el regreso (como el de Silva) o primer ingreso en la coalición petista, primero electoral, y ahora de gobierno, la voluntad de revertir las políticas de laissez-faire bolsonarista frente a la crisis sanitaria del covid-19 y frente a la 'permacrisis' en Amazonia prolongada por los procesos paralelos e ininterrumpidos de quema y deforestación para ganar tierras cultivables útiles al agronegocio.

Los senadores que participaron en la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre la gestión bolsonarista de crisis sanitaria, presidida por el presidente de la Cámara alta, Rodigo Pacheco, buscarán judicializar los cargos que habían levantado contra quien era entonces un presidente con fueros, inmune al procesamiento penal. Los senadores investigadores habían concluido que Bolsonaro debía ser juzgado y condenado, como genocida, por crímenes de lesa humanidad. En que debe ser llamado Bolsonaro por la Justicia y en que deberá purgar por los delitos cometidos una vez que queden firmes las condenas en las que seguramente concluirán las causas que se le abran al expresidente coinciden su sucesor Lula, que no ha desperdiciado ni una sola alocución pública y ha mencionado en todas su credo sobre el fin de la impunidad, y la nueva ministra de Salud. Al jurar para su cargo, Nisia Trindade esbozó los contornos de un ambicioso plan de vacunación anticovid-19 nacional, masivo y “científico”. Recordó la dejadez, sin duda criminal, de Bolsonaro y la urgencia de inmunizar a toda la población, y en particular a los sectores sociales y regionales.

Mejores amigos de la Democracia que de Lula

En otras figuras políticas ajenas al PT y antes hostiles a Lula, o sus contrincantes, pero de importancia clave, acaso decisiva, en la derrota final en el balotaje del 30 de octubre de Jair Bolsonaro, candidato presidencial del Partido Liberal (PL) que buscaba su reelección para un nuevo mandato consecutivo, el resorte de la alineación fue que encontraban a la democracia en el candidato del PT y a la autocracia en su rival. Es el caso de Geraldo Alckmin, histórico militante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Fernando Henrique Cardoso, histórico gobernador de San Pablo, histórico candidato presidencial del PSDB vencido por el propio Lula en la segunda vuelta de 2006. En marzo, Alckmin renunció al partido de toda su vida (que hacía avanzar un programa neoliberal bajo su nombre socialdemócrata), se afilió al centro izquierdista Partido Socialista de Brasil (PSB, el mismo de Marina Silva), y flanqueó a Lula en la fórmula presidencial como candidato a vice. Como vicepresidente electo, fue uno de los actores principales, laborioso y burocrático, durante noviembre y diciembre, de la transición entre los equipos de la administración bolsonarista saliente y la administración lulista entrante, y ahora instalada. Médico de profesión, especializado en anestesia, Alckmin fue elegido por Lula para desempeñarse como titular del Ministerio de Industria y Comercio.

En los debates presidenciales televisados anteriores a la primera vuelta electoral del 2 de octubre, ningún contrincante superó, o emparejó, la elocuencia intensa, sin temor a la redundancia, de la candidata del Movimiento Democrático Brasileño. El MDB es uno de los partidos más importantes del Congreso. El MDB se cuenta entre los partidos de más grande número, peso y tradición dentro del Centrón, ese conjunto de formaciones políticas de derecha coligadas que ocupan con sus bancas todo el centro de la Cámara de Diputados. A esta ubicación mayoritaria y topográfica en el centro del hemiciclo, y no a una localización media entre extremos ideológicos, debe su nombre el Centrón.

Contados los votos de la elección presidencial del primer domingo de octubre, Simone Tebet quedó en el tercer puesto, y excluida del balotaje que se dirimen solo entre las dos candidaturas más votadas. Decidió inclinar su fuerza por Lula, y lo acompañó en la campaña de cara al balotaje con una oratoria vibrante: Simone defendía a la Democracia y a su único candidato contra el autócrata Bolsonaro.

Después de cavilar, Lula puso a Simone al frente del Ministerio de Planificación y Presupuesto. Un ministerio con elevada misión intelectual, para la que no precisa ni planta de personal abundante, ni caja generosa. A cooperantes con el gobierno pero que están por fuera del PT -más aún, que pertenecen a partidos que compiten con el PT-, corresponde encontrar funciones altamente “nobles” (la palabra es de Lula), en ministerios o despachos sin recursos económicos generados o asignados, y sin tropa propia.

Los cargos más políticos en un Gabinete muy político

Tres posiciones gravitan para Lula con más peso en la administración, porque articulan la eficaz conducción del día a día de los asuntos de gobierno Son las del Jefe de la Casa Civil, función análoga a la del Jefe de Gabinete en la Argentina, y las de los titulares de los Ministerios de Hacienda y de Justicia y Seguridad. Que ocupan respectivamente Rui Costa, Fernando Haddad y Flávio Dino. Tres personalidades del PT, tres varones adultos blancos de probada lealtad individual al ex sindicalista y primer presidente obrero de Brasil que el domingo empezó, con el año, su tercer mandato.

Al frente del área económica, el Establishment (o los mercados) prefería, más que en cualquier otro andarivel de Lula 3, un técnico. Se habían dejado oír, habían hablado claro. También Lula había dejado en claro su predilección: en Hacienda, más que que cualquier otra repartición pública, él prefería un político. Varias veces alcalde de la ciudad de San Pablo (único territorio importante que el PT puede ganar en el estado más rico de la Unión), Haddad es también un cientista social conocido y un académico que ha progresado con buen éxito ordenado en el curso honorífico docente como profesor universitario. En 2018 el juez federal Sérgio Moro había condenado y encarcelado a Lula en el marco de la cruzada anticorrupción Lava Jato. Privado de sus derechos políticos Lula, fue Haddad el candidato del PT que compitió con Bolsonaro y al que Bolsonaro derrotó en segunda vuelta.

La primera Reunión de Gabinete, una clase de Comunicación Social

En 2018, el fidelísimo electorado petista del Nordeste no lograba recordar el apellido sirio-libanés Haddad. Resultó menos político de cuanto Lula aspiraba. También en estos primeros cinco días hábiles de la presidencia fue inhábil en el manejo político. Falló Haddad en la comunicación con Lula, fracasó en la comunicación con colegas del Gabinete todavía entonces nunca reunido, erró en comunicaciones a los medios y al público. Nada grave en cuanto a las materias sobre las que se dijo y desdijo o contradijo, nada leve como despliegue de inidoneidad e incapacidad para actuar sin consultar a Lula.

El establecer protocolos que impidan para siempre confusiones, vaguedades e incertidumbres como las aportadas por Haddad y otras carteras ministeriales, era misión primera de la primera reunión ministerial, había informado Rui Costa. En un mensaje público a la ciudadanía antes de que el Gabinete sesionara ya a puerta cerrada, las primeras palabras de Lula parecían no sólo una justificación sino incluso un encarecimiento de las idas y vueltas en los dichos de su gabinete: “No somos un gobierno de pensamiento único”.

Una vez a solas, Lula ldio precisiones a 37 caras que lo miraban. Esa riqueza de pensamiento plural se pone en común en la mesa del gabinete. Pero antes de hablar en público, ese pensamiento plural debe consensuar con Presidente y colegas ministeriales una formulación única y remitir a una única y misma información única. Un método que promete orden y progreso.

AGB

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