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Las mujeres que pintan las calles de Nueva York

La artista venezolana Zulimar Mendoza

Sarah Yáñez-Richards

Nueva York —

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Un hombre con capucha, en mitad de la noche y con un bote de spray en la mano es como la mayoría de personas se imaginan a los artistas grafiteros en Nueva York. La llegada de las redes sociales hizo que la gente deje de imaginar quién es la misteriosa figura que comparte su arte en las calles y pueda directamente buscar la firma del artista en Instagram. La sorpresa está en que, detrás de las creaciones, se encuentran muchas mujeres.

Captain Eyeliner, Phoebe New York, Zulimiau, Early Riser o Eye Sticker son algunos de los seudónimos que se pueden leer junto al arte callejero que decora las avenidas y callejones de Nueva York detrás de los que se esconde una mujer. A algunas de ellas les costó reconocer que eran mujeres y no desvelaron su género hasta que su arte llegó a las galerías.

“Al principio sentía que la mayoría de los artistas callejeros eran hombres. Me parecía un ambiente muy masculino y de grafitis en las calles por la noche. Pensaba que era algo de mucho esfuerzo físico al tener que caminar de noche cargando cosas. Por eso, al principio me daba cosa enseñar mi cara tanto en las exposiciones como en las redes”, dice Eye Sticker, artista que ha recubierto la ciudad con obras que van desde el expresidente Donald Trump sentado en un inodoro rosa a personajes de su infancia como Los Teleñecos.

Además, recuerda que en sus comienzos estaba asustada de sufrir acoso, cosa que le pasó a los pocos meses de hacer su trabajo público cuando otro artista le escribió mensajes sexualmente explícitos para que confesara que era una mujer. Pero, más allá de ese incidente, la artista dice que en las redes sociales muchos daban por hecho que era un hombre o “un hombre gay”, en parte porque sus obras suelen ser grandes, algo que supuestamente era un rasgo masculino.

Experimento social

Por su parte, Zulimar Mendoza -que ahora firma sus obras como Zulimiau- decidió esconder su identidad más como un “experimento social”. “Lamentablemente, es algo automático que tenemos todos. Si escuchamos un apellido, pensamos que es un hombre. Si estamos hablando y te digo esta pintura la pintó 'Pérez', pensamos: 'Es un hombre'. En el caso de una exposición es diferente porque tienes que mostrar tu cara, pero en la calle, tú dejas el trabajo ahí y ya nadie sabe quién lo puso, quién lo pintó, quién lo pegó ni nada. Yo comencé a usar mi apellido con esa idea y quería hacer una especie de experimento social, para ver la reacción de la gente. Si pensaban que era hombre o era mujer, porque estaba segura de que iban a pensar que era un hombre”, dice la venezolana que suele pintar ojos expresivos.

“Es muy difícil ocultarse así, no sé cómo lo hace Banksy”, dice entre risas haciendo referencia a la incógnita de quién está detrás de uno (o una) de los artistas callejeros más exitosos del arte callejero que ha plasmado su trabajo desde en la Franja de Gaza a las calles de Manhattan. Uno de sus cuadros se subastó por 21 millones de euros después de que el artista lo triturara por sorpresa durante una primera subasta.

Ambas dicen que pueden reconocer si la pieza de otros artistas es de un hombre o una mujer, ya sea por el tipo de mensaje que mandan o por los trazos.

Early Riser recuerda que fue el trabajo de otra mujer lo que le inspiró a dar el salto al arte callejero. “Comencé hace unos cinco años. Antes de eso, solo estaba haciendo mi arte de estudio. La entrada para mí fue otra mujer. Phoebe Nueva York, seudónimo que usa la artista Libby Schoettle. Ella llevaba haciéndolo mucho tiempo y veía que no seguía las reglas masculinas”, dice. Explica que en el arte callejero hay una serie de reglas no escritas, como dar más valor a las piezas más grandes o que se han hecho en los lugares más difíciles de acceder, sin tener tanto en cuenta el contenido de la obra en sí.

“Phoebe Nueva York juega con las expectativas de las mujeres, sus personajes suelen usar pelucas y llevan alta costura”, describe la artista. Además, estas caricaturas suelen ir acompañadas de potentes mensajes como “sigue soñando” o “que les jodan”. Otra cosa que le gustó es que esta artista no usa aerosoles o pintura para plasmar su trabajo de manera permanente en una pared, sino que usa paste-up o wheatpaste, técnica en la que el artista imprime su trabajo o pinta el original en un papel y luego empapela la pared con la obra.

“Eso me pareció una cosa factible, yo no me podía imaginar con un aerosol en la mano o simplemente saliendo a pintar una pared. Pero sí que podía ver realista poner mi arte en un pedazo de papel y luego pegarlo. También me animó ver que en su Instagram tenía una comunidad que le apoyaba”.

Ahora Early Riser ya no solo pega paste-up, sino que también hace grandes murales si ve que una calle que ella considera necesita un poco de amor o embellecimiento, a veces con permiso y otras sin él. En su media década compartiendo su trabajo con los viandantes de Nueva York, ha vivido muchas anécdotas. Un día mientras pintaba con brocha una de sus obras en un callejón, un señor se le acercó y le dijo: “Oh, es una obra de arte muy bonita. Por curiosidad ¿tienes permiso para pintar aquí?”.

Ella contestó que no creía que lo necesitaba porque era un callejón. Entonces el señor le dijo que en teoría necesitaría el permiso del propietario del edificio, que era él. “Dije, bueno, aquí puedes ver mi trabajo ¿me das permiso para terminarlo? Y me dio permiso para terminarlo”.

Algo parecido le pasó cuándo después de pintar en lo que creía que era un local abandonado, los nuevos propietarios la contactaron por la redes sociales para que volviera a su fachada a retocar su obra porque alguien la había vandalizado y querían conservarla.  

Eye Sticker se sigue escondiendo para pegar sus obras, pero tras un incidente con un vagabundo por la noche, ahora opta por, o ir con otro artista, o dejar su huella a primera hora de la mañana.

Pese a tener estilos completamente distintos, todas cuentan que su trabajo en la calle les ha dado exposición como artistas que se ha traducido tanto en clientes particulares como invitaciones a galerías y que el principal intermediario es Instagram. Cuentan que hacer su trabajo en las calles les permite seguir creando y compartiendo el arte que ellas quieren hacer en ese preciso momento.

“Sí quiero, obviamente, hacer pinturas y venderlas, que me las compren y estar exponiendo en galerías, pero no me quiero limitar nada más que a las élites y ser inaccesible a otras personas. El arte es para todos, eso es cultura”, dice Zulimiau.

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