Visita oficial

La nueva mesa del poder: los ‘tecno bros’ y otros magnates en el banquete para Trump en el Reino Unido

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —

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Los inversores, ingenieros y ejecutivos de las empresas más ricas y poderosas del planeta se sentaron a la mesa de más de 47 metros de largo del castillo de Windsor. Según la casa real británica, había 139 velas y 1.452 piezas de cubertería que había costado una semana colocar en una enorme sala que presume de medieval pero fue reconstruida después del incendio de 1992 que la destruyó.

Allí cenaban Tim Cook, el consejero delegado de Apple, Sam Altman, el fundador de la empresa que ha creado ChatGPT, Satya Nadella, el consejero delegado de Microsoft, y Steve Schwarzman, el jefe del mayor fondo privado de inversión del mundo, Blackstone, criticado por su papel en la recesión tras el colapso hipotecario de 2008, la crisis climática y la subida de los alquileres por todo el mundo. También estaban los jefes de Bank of America, Citibank, Nvidia, que domina la producción de chips para la inteligencia artificial, Salesforce, la poderosa empresa de software de relaciones con clientes, y DeepMind, una empresa de inteligencia artificial de Google. 

Entre ellos se sentaban el presidente de Estados Unidos, el primer ministro británico y los reyes y príncipes que hacían de anfitriones.

Cada posición quería significar algo. Cook entró en la sala en el desfile real junto a la Tiffany Trump, la hija del presidente, y Keir Starmer se sentó al lado de Schwarzman, uno de los grandes donantes de Trump, que acaba de terminar el gran centro de humanidades en la Universidad de Oxford y ha prometido inversiones de 90.000 millones de libras (más de 100.000 millones de euros) en el Reino Unido dentro de sus planes multimillonarios en Europa, sin determinar en qué. También estaba cerca Brian Moynihan, el consejero delegado de Bank of America, uno de los bancos que también ha anunciado más inversiones en el Reino Unido. 

Kemi Badenoch, la líder del Partido Conservador y todavía jefa de la oposición, estaba sentada junto a Altman, una de las estrellas de la noche junto a Jensen Huang, el fundador y consejero delegado de Nvidia, el líder mundial en la fabricación de chips y que unas horas después anunció un gran acuerdo con Intel, antigua líder y ahora en apuros.

El centro del poder en la mesa correspondía a empresarios de tecnología, varios centrados en inversiones en inteligencia artificial, y fondos financieros. Rupert Murdoch, el magnate australiano-estadounidense de medios, también estaba allí, pero más esquinado, lejos de la vista de Trump, que en julio denunció al Wall Street Journal, uno de sus periódicos, por publicar detalles del dibujo que lleva su firma para Jeffrey Epstein, el empresario convicto por prostitución de menores.

También estaba Christopher Ruddy, el consejero delegado de Newsmax, un canal conservador que compite con Fox News por la derecha. Ruddy, a menudo portavoz oficioso de Trump en la prensa en el Reino Unido, contó después que las conversaciones habían sido sustanciosas y que el presidente se había pasado la noche hablando con la princesa de Gales.

Si bien es habitual invitar a empresarios del país en cuestión en las visitas de Estado, el banquete del miércoles por la noche tenía un aspecto y un tono diferentes, sin la mezcla habitual de actores, escritores y otras figuras que se veían con presidentes anteriores. La mesa de esta semana dista mucho del convite para Barack Obama en 2011, con Tom Hanks, JK Rowling, David Beckham y Tim Burton.  

Mensajes sutiles

Los discursos de Trump y el rey enfatizaron, como es habitual, los lazos históricos entre ambos países y evitaron en gran medida referirse a cuánto han cambiado Estados Unidos y el Reino Unido en la última década.

Trump sí dijo que su país estaba “muy enfermo” hace un año y que ahora es “uno de los más deseados del mundo”. Carlos III hizo referencias más sutiles a la importancia de que Estados Unidos no abandone a sus tradicionales aliados, luche junto a ellos contra “la tiranía que amenaza a Europa” y proteja el medioambiente. 

El rey insistía en proteger “las tierras y los mares” de la degradación medioambiental ante Trump, que mantenía entonces un gesto muy serio. El presidente se ha salido del acuerdo internacional contra el cambio climático y está desmantelando las políticas nacionales contra la reducción de emisiones contaminantes en Estados Unidos.

Carlos III hablaba también ante varios de los empresarios que más recursos naturales están consumiendo por las necesidades de agua y energía de las nuevas infraestructuras de inteligencia artificial que ahora Starmer promete expandir para ellos en el Reino Unido. De hecho, el gasto en energía puede ser uno de los precios que tenga que pagar el país para los nuevos centros de datos, entre las concesiones esperadas, que también pueden ser fiscales.

Este jueves, en la rueda de prensa junto a Trump, Starmer alabó a las empresas tecnológicas y los acuerdos de cooperación con Estados Unidos para la investigación y la inversión como el símbolo de “una nueva era” en la que la inteligencia artificial será utilizada, según él, “para amplificar el potencial humano”, “curar enfermedades”, “hacernos más ricos y más libres” y “fortalecer la causa de la democracia, no la tiranía”.

Después del Brexit

Mientras otros gobiernos estudian cómo independizarse de Estados Unidos y sus empresas, el Reino Unido, especialmente tocado por el aislamiento del Brexit, trata de conseguir más inversiones estadounidenses, incluso en sectores clave para su seguridad como la energía y la defensa.

El Gobierno de Starmer habla ahora de un compromiso de inversión de 150.000 millones de libras (más de 170.000 millones de euros), la mayoría de Blackstone y con pocos detalles. Otras inversiones vendrán de Microsoft, con el equivalente a más de 25.000 millones de euros, Google, con un plan de más de 5.000 millones, y otras empresas de tecnología más pequeñas de negocios inmobiliarios, comercio electrónico y análisis de datos. 

Algunos de esos anuncios afectan a la seguridad nacional, como el acuerdo con Palantir, una empresa de software de Colorado especializada en datos, con el Ministerio de Defensa británico por valor de 1.500 millones de libras (más de 1.700 millones) para utilizar inteligencia artificial en “el proceso de decisión” y la elección de objetivos militares. La empresa ya trabaja para la CIA, el FBI y el Pentágono y está acostumbrada a gestionar “datos sensibles”.

Hasta Trump mostró alguna duda sobre el poder de estas empresas y la dirección de la inteligencia artificial. “La inteligencia artificial está conquistando el mundo. Os estoy mirando, Jensen y otros... Y no sé lo que estáis haciendo”, dijo este jueves con un suspiro. “Espero que acertéis”. Hablaba junto a Starmer, agitando la cabeza y apuntando hacia Jensen Huang, el consejero delegado de Nvidia, durante un evento con empresarios.

Nick Clegg, el ex líder del partido liberaldemócrata británico y que ha trabajado para Meta en California gran parte de la última década hasta su dimisión en enero de este año, es una de las voces que ha alertado esta semana de los riesgos de estrechar lazos en este momento con las grandes empresas tecnológicas estadounidenses. El acuerdo tecnológico transatlántico que Starmer anunció para justificar la visita de Trump representa, según Clegg, “las sobras de Silicon Valley”. Él cree que la construcción de infraestructura de las grandes empresas ya prevista no resolverá el problema de fondo para el Reino Unido y Europa.

“Somos una especie de Estado vasallo tecnológico… En el momento en que nuestras empresas tecnológicas tienen cierta escala o ambición, tienen que ir a California porque aquí no contamos con el capital necesario para crecer”, dijo Clegg en una conferencia en Cambridge este miércoles, en plena visita de Trump. “En cierto sentido, este acuerdo tecnológico entre Estados Unidos y el Reino Unido sólo es otra versión de cómo el Reino Unido se aferra a las faldas del Tío Sam. Tenemos que ser un poco más realistas sobre nuestra situación y un poco más firmes respecto a lo que podemos hacer nosotros mismos”. 

Olivia O’Sullivan, directora del programa sobre relaciones internacionales del Reino Unido en el think-tank Chatham House, recordaba este martes que el “proyecto 2025” de la Heritage Foundation que ha inspirado al Gobierno de Trump incluye intentar debilitar los lazos del Reino Unido con la Unión Europea. El documento dice que hay que desarrollar con “urgencia” nuevas relaciones comerciales “antes de que Londres se deslice otra vez hacia la órbita de la Unión Europa”.

“Esta manera de pensar refleja una antipatía especial hacia Europa y un interés por el Reino Unido, pero tal vez no sea la visión que queremos”, explicaba O’Sullivan. “Una diferencia es que no hay un grupo político coherente en Estados Unidos y, debido a su caos, el enfoque hacia el Reino Unido no está claro”.