Vladímir Putin aseguró que se muestra abierto a discutir un plan de paz para Ucrania, pero el escepticismo dentro de su país ante este nuevo impulso negociador es máximo. La prensa afín al Kremlin y sus analistas de referencia no confían en absoluto en que el texto final sea aceptado por Moscú. Acusan a Volodímir Zelenski y a sus aliados europeos de querer continuar la guerra iniciada por la invasión rusa y declaran con firmeza, pero a la vez con aparente resignación, que si el otro bando no está dispuesto a ser flexible, no tendrán más remedio que seguir luchando hasta conseguir sus objetivos militares.
Tal y como apunta Mark Galeotti, profesor en la facultad de Estudios Eslavos y de Europa del Este de la University College of London y una de las personas que más y mejor analiza la prensa rusa, en un artículo en The Spectator, en los últimos días el Kremlin tocó a rebato.
Si habitualmente los periódicos oficialistas pueden mantener posiciones relativamente diferenciadas sobre cuestiones de actualidad —dentro de unos márgenes tolerables para el régimen—, desde la filtración del primer plan de paz norteamericano, los matices se diluyeron en una corriente de opinión unívoca a favor de Putin y contra los supuestos intentos occidentales de hacer descarrilar el proceso.
El motivo son los llamados tiomniki, directrices informales que traslada la administración presidencial sobre temas sensibles y que los directores de las cabeceras siguen a pies juntillas. “Cuando la prensa habla con una sola voz, esta voz es la de Putin”, resumió Galeotti. No es casualidad, pues, que muchas de las columnas que se publican estos días reproduzcan citas literales del presidente para expresar su punto de vista.
El mito de Alaska
El Kremlin sostiene que toda discusión debe partir de los acuerdos de la cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin en agosto. Aquella reunión formalmente no condujo a ningún avance y, según el Financial Times, el presidente ruso terminó con la paciencia del líder norteamericano con sus características digresiones históricas. Pero Moscú convirtió la cita en una especie de mito fundacional, ya que tuvo la percepción de que ahí, por primera vez, Washington respaldaba su exigencia de resolver las “causas fundamentales del conflicto”.
Por eso desde el pasado viernes aseguró que el plan inicial de 28 puntos constituía una base para un acuerdo. Pero ya incluso entonces, aunque desde Kiev y Bruselas se entendió como un documento muy favorable a los intereses rusos, muchas de las condiciones no eran suficientes para Putin, que en ningún momento ha dado síntomas de querer ceder en sus exigencias maximalistas.
La teoría compartida por los analistas rusos es que el empuje de Alaska se detuvo tras los contactos de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, y Zelenski con Trump durante la Asamblea General de Naciones Unidas, a fines de septiembre. Los opinadores consideran que los aliados de Ucrania dinamitaron los progresos conseguidos por Rusia y Estados Unidos, y alejaron a la Casa Blanca de la senda de la paz.
Crónica de un fracaso anunciado
Ahora pronostican un desarrollo similar, siguiendo la línea marcada por el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, que acusó a los europeos de socavar los esfuerzos de Trump rehaciendo el plan de paz “a su manera”.
Seamos sinceros, este es probablemente el tercer o cuarto intento que empieza con la idea 'es increíble, los estadounidenses aceptaron todo lo que queríamos y Ucrania se encontró frente a un hecho consumado'
En su canal de Telegram, el analista Serguéi Poletáev, del think tank Vatfor, escribió: “Aprovechando la ignorancia del presidente americano, los europeos, junto con Zelenski, intentarán diluir tanto este plan que, aunque se mantenga igual en la forma, esencialmente se convertirá en inaceptable para Rusia y, si se adopta, garantizará la preservación de un régimen antirruso en Ucrania”.
En Komsomólskaya Pravda, que tiene la fama de ser el diario favorito de Putin, uno de los mayores expertos rusos en política internacional, Fiódor Lukiánov, también es pesimista. “Seamos sinceros, este es probablemente el tercer o cuarto intento que empieza con la idea 'es increíble, los estadounidenses aceptaron todo lo que queríamos y Ucrania se encontró frente a un hecho consumado'. Ya vimos cómo acabaron. Hasta ahora, no hay ninguna razón para creer que las cosas serán fundamentalmente distintas”, apuntó el analista, que añadió: “No creo realmente que la guerra acabe este año”.
¿Europa quiere guerra?
La prensa repite uno de los mantras de la propaganda del Kremlin: Rusia quiere la paz, pero Europa se obstina en seguir luchando y arrastra a Ucrania hacia un conflicto sin fin. También en Komsomólskaya Pravda, el subjefe de Política, Andréi Zobov, cree que Occidente está “horrorizado”. “Los líderes de Kiev se retuercen como una serpiente en una sartén y los líderes europeos gritan tonterías, intentando salvar y preservar la guerra”, dijo.
Elena Karaeva, una de las voces más duras contra Occidente de la agencia de noticias RIA Nóvosti, es extremadamente crítica con Francia y Alemania, a pesar de tener nacionalidad francesa y haber elogiado a este país antes de la guerra. “Hoy en día, ningún país está menos interesado en acabar con el derramamiento de sangre que Francia y Alemania (y sus líderes, Macron y Merz)”, escribió. “Los países que no han hecho más que iniciar guerras siguen siendo incapaces de romper ese hábito monstruoso”. Y concluyó: “Hoy en día, no existe ningún país que desee una paz segura, duradera y garantizada con sus vecinos y en Europa más que Rusia”.
Sin embargo, el gran enemigo de Moscú ahora mismo es Londres. Otro de los mantras rusos que acompañan cada intento de retomar las negociaciones de paz es que Reino Unido va a intentar sabotearlas. En las últimas horas, la prensa difundió un comunicado del Servicio de Inteligencia Exterior Ruso (SVR), que acostumbra a propagar informaciones falsas sobre complots contra el Kremlin. En esta ocasión, afirmó que Gran Bretaña no se puede permitir el desenlace de la guerra porque su economía depende de los beneficios “de la sangre del pueblo ucraniano” y por eso va a aumentar el suministro de drones a Kiev.
De hecho, los medios rusos llevan tiempo preparando psicológicamente a sus ciudadanos para una eventual confrontación con la OTAN provocado por el supuesto afán militarista europeo. Sin ir más lejos, esta misma semana, el exdiputado socialdemócrata Mijaíl Emeliánov, en su columna en el periódico Nezavísimaya Gazeta, sostuvo que “la cláusula vaga [incluida en el plan de 28 puntos] sobre un comprensivo pacto de no agresión entre Rusia, Europa y Ucrania requiere tanto trabajo que ahora mismo parece una fantasía”. Y agregó: “Un futuro choque es inevitable”.
Conseguir los objetivos por la fuerza
La misma pirueta retórica que permite al Kremlin culpar a los europeos de hacer saltar por los aires el camino hacia la paz sirve a Putin para justificar que, si fracasan las conversaciones por la cabezonería de Zelenski y sus aliados, Rusia continuará avanzando en el frente hasta conseguir sus objetivos por la fuerza.
Lukiánov, el experto en asuntos internacionales, que modera cada año el foro Valdai, donde Putin esboza su visión geopolítica global, se hizo eco de esta idea en otro artículo, esta vez en el periódico del Gobierno ruso, Rosískaya Gazeta. El analista defiende que “el medio principal” para garantizar la seguridad de las fronteras rusas es “la fuerza militar”. Y desliza un argumento para rechazar un alto el fuego previo a las negociaciones: “Mientras sigan las hostilidades, nuestra influencia permanece. En cuanto cesen, Rusia se encontrará sola (no nos hacemos ilusiones) ante la presión política y diplomática coordinada”.
La única estrategia realista de Rusia sigue siendo la presión militar continua, destinada a cambiar la situación sobre el terreno hasta el punto de que Kiev no tenga más remedio que capitular
En Moskovski Komsomólets, el redactor jefe adjunto, Vadim Poegli, tampoco parece muy optimista sobre el éxito de las conversaciones ni especialmente inclinado al diálogo. “Las posibilidades [...] son mínimas. E incluso si se firma [un acuerdo], no se implementará sobre el terreno, ya que esto solo es posible con patrullas de ocupación en las calles de Kiev. Así pues, seguimos luchando”, remató su columna.
No es casual que estos posicionamientos de periódicos de la órbita del Kremlin se alineen con los discursos más radicales. Por ejemplo, en la web de la televisión ultraortodoxa Tsargrad TV, a menudo crítica con Putin, se puede leer: “La única estrategia realista de Rusia sigue siendo la presión militar continua, destinada a cambiar la situación sobre el terreno hasta el punto de que Kiev no tenga más remedio que capitular”.
O el corresponsal de guerra de Komsomólskaya Pravda, Aleksander Kots, bloguero leal al Kremlin, pero partidario de no negociar con Ucrania, en los últimos días escribió: “Vladímir Putin respondió claramente a los rumores sobre un acuerdo de mierda que actualmente se discuten en los medios de comunicación mundiales. El presidente ruso dejó claro que no habrá congelación de las líneas del frente. Ofrecimos nuestra opción. Advertimos de que la siguiente sería peor. ¿No la queréis? Entonces continuaremos con la operación militar especial”.
Demostrar que el otro no quiere la paz
Algunos analistas creen que los intentos ucranianos y europeos de reescribir las cláusulas del acuerdo juegan a favor del relato de Moscú. “Esto es exactamente lo que esperaba el Kremlin: necesitaba demostrar quién no quiere la paz. Ahora los belicistas quedarán al descubierto”, apuntó Dmitri Popov, columnista histórico de Moskovski Komsomólets.
Esta estrategia no es nueva, sino que Putin la pone en práctica desde el inicio del deshielo con Estados Unidos. Se trata de abrirse formalmente a negociar cualquier iniciativa pacifista, incluso impulsarla, para luego enterrarla en condiciones inasumibles y señalar al otro como el saboteador.
Cuando Trump y Zelenski propusieron en marzo al dirigente ruso un alto el fuego de 30 días, él respondió afirmativamente para, a continuación, exigir que se dejara de armar a Ucrania. Poco después, los norteamericanos ofrecieron una tregua de ataques sobre infraestructuras civiles, que Putin transformó unilateralmente en una tregua sobre plantas energéticas y se pasó un mes culpando a Zelenski de violarla.
Entre abril y agosto, Rusia planteó dos treguas de pocas horas para demostrar a Trump su compromiso con el diálogo, resucitó unas conversaciones directas con Ucrania en Estambul durante las cuales se dedicó a amenazar a Kiev con nuevas conquistas y a exponer sus condiciones de máximos, y consiguió esquivar todos los ultimátums del presidente norteamericano sin dejar de avanzar en el frente.
Ahora, al mostrarse dispuesto a discutir el plan de Estados Unidos, Putin intenta ganar tiempo para seguir luchando, empujar a Trump hacia sus postulados y que un Zelenski acorralado parezca, a sus ojos, el obstáculo para la paz. La prensa rusa coincide en que el Kremlin no se encuentra lo bastante desesperado como para aceptar un armisticio que no satisfaga sus ambiciones en Ucrania. Entre un mal acuerdo y continuar la guerra, Putin va a escoger la guerra.