Cuando faltan tres meses para las elecciones presidenciales de Chile y con las candidaturas ya inscriptas en el Servicio Electoral (Servel), la batalla principal –que se presume intensa y muy peleada– se disputa entre la ultraderecha de José Antonio Kast y la candidata continuista del Gobierno, la exministra Jeannette Jara, que por primera vez representará a toda la izquierda, centroizquierda y a los democristianos.
Los comicios de noviembre, en los que por primera vez desde el retorno a la democracia competirán dos partidos de extrema derecha, avecinan una campaña polarizada entre dos proyectos políticos radicalmente opuestos.
“Esta elección es distinta a otras porque tiene candidaturas fortalecidas en los extremos y con alto apoyo de la ciudadanía, que se ha apartado de sus preferencias más moderadas y de centro que caracterizaron a la política chilena hasta hace menos de una década”, dice a elDiario.es la politóloga de la Universidad de Chile María Cristina Escudero.
Jara, de 51 años, ganó las primarias presidenciales de junio y dejó atrás a la también exministra Carolina Tohá, la opción más socialdemócrata, y al diputado Gonzalo Winter, abanderado del Frente Amplio, donde milita el actual presidente, Gabriel Boric.
Desde entonces, a Jara se le ha visto en sus redes luciendo sus “outfits de la semana”, mostrando lo que lleva en su bolso de mano o preguntándose qué piensa Google de ella en lo que ha sido una campaña “más lúdica y menos ideológica”, dice a elDiario.es la politóloga de la Universidad de Concepción Jeanne Simon.
Unidos contra Kast
A diferencia de otros líderes comunistas, Jara es percibida como una figura cercana y menos dogmática. Se ha distanciado de su partido en cuestiones sensibles como la defensa de Cuba o Venezuela y en su primera versión de programa ha excluido el aborto sin causales para no incomodar a los socios más conservadores de su nueva coalición: “Es evidente que nos vamos a concentrar en lo que nos une. Y en temas valóricos hay una diferencia con la Democracia Cristiana (DC)”, ha explicado Jara.
“La Democracia Cristiana actuará como moderador de las expectativas del Partido Comunista (PC), lo que puede presentar problemas para la nueva coalición al momento de fijar su programa de gobierno”, sostiene Escudero. Para Rodolfo Disi, académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, “el temor a una eventual victoria de Kast actúa como un fuerte factor aglutinador dentro de la coalición”, y coincide en que “será difícil” elaborar propuestas “que satisfagan por igual” a todo ese arco político. “Será una coalición más motivada por la contingencia –añade– que por puntos compartidos más profundos”.
Abogada y exsubsecretaria en el segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018), con quien se la compara a menudo, su nombre empezó a despegar durante su gestión al frente del Ministerio de Trabajo por la capacidad de negociación que demostró en la tramitación de leyes clave para este Gobierno, como la reforma de las pensiones, la reducción de la jornada laboral a cuarenta horas o el aumento del salario mínimo.
“Jara, en su campaña, ha tratado de rebajar la influencia del Partido Comunista, ha bajado las barreras de entrada a su candidatura al presentarse como una socialdemócrata y pragmática que es capaz de alcanzar acuerdos con la derecha, como demostró en la reforma previsional”, explica a elDiario.es el analista Cristóbal Bellolio, de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Kast, “más moderado” y “estadista”
Kast, que por tercera vez intentará llegar a La Moneda y perdió la segunda vuelta con Boric en 2021, rivaliza con Jara por la primera posición en las encuestas, por lo que la ha convertido en su principal adversaria política en esta carrera presidencial. “Al frente tenemos a la heredera de Gabriel Boric, de las mentiras, de la incompetencia”, dijo durante el lanzamiento de su campaña el lunes, desde Antofagasta, al norte del país.
Exdiputado ultracatólico de 59 años, es muy cercano al mandatario argentino, Javier Milei, y al líder de Vox, Santiago Abascal. También es seguidor de Donald Trump y defensor de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y del modelo neoliberal instaurado en ese período.
En la derecha y sus extremos han proliferado las opciones, pero no han alcanzado la unidad. Desde la derecha tradicional y el centro se presenta la exalcaldesa Evelyn Matthei que, eclipsada por Kast, está quedando atrás en las encuestas. También está la extrema derecha de Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario-PNL), más radical e irreverente que la de Kast; y el populista liberal Franco Parisi (Partido de la Gente-PDG), que apunta a los desencantados de la política y quedó tercero en la primera vuelta de 2021.
“Hoy existe un nicho más grande de ultraderecha que ocupa Johannes Kaiser, lo que le permite a Kast no tener que representar directamente todo ese espectro (al menos en primera vuelta)”, dice a elDiario.es Disi. En su opinión, tras los “malos resultados” de 2021, sobre todo con las mujeres jóvenes, Kast “ha optado por no enfatizar los aspectos de su agenda que pueden percibirse como antiderechos”.
“La existencia de Kaiser le ha permitido a Kast posar de estadista”, opina Bellolio. Según él, protagoniza una campaña “más moderada” que hace cuatro años: “Ha evitado entrar en peleas por cuestiones que tienen que ver con la memoria de la dictadura porque entiende que ese público ya lo tiene en el bolsillo y que ahora debe pensar cómo romper el techo de cristal, especialmente con las mujeres jóvenes”.
Un voto mucho más volátil
Más de 15 millones de chilenos estarán obligados a votar el 16 de noviembre en un escenario incierto porque, por primera vez desde 2012, el voto será obligatorio en unas elecciones presidenciales. Según los expertos, se desconoce la preferencia del 40% del padrón electoral porque se trata de electores nuevos tras la reposición del voto obligatorio.
“Estos votantes suelen tener una identidad partidaria muy baja y eso hace que su voto sea mucho más volátil”, apunta Simon. Los analistas entrevistados coinciden en que este colectivo aporta un “voto protesta o destituyente” con el que “quieren mandar un mensaje de bronca contra el establishment y la clase política”.
“Hoy quien está en la posición desafiante de mandar ese mensaje de molestia contra los gobernantes es la derecha, pero eso no significa que el nuevo votante sea de derecha, porque el día de mañana, si es que llegara a gobernar la derecha, ese voto iría para la izquierda”, precisa Bellolio.
Desde 2006 la presidencia de Chile se ha alternado entre el centroizquierda –con Michelle Bachelet– y la derecha tradicional –con Sebastián Piñera–, excepto en 2021, cuando Piñera pasó la banda presidencial al izquierdista Gabriel Boric en un nuevo salto del péndulo. Los próximos comicios revelarán si este péndulo se mantiene en el eje, con Jara, o gira 180 grados hacia Kast.