Elecciones en Chile: El error de la candidata del oficialismo que pone cuesta arriba su campaña a La Moneda

En el corazón de la política, la credibilidad es un activo muy frágil. Se construye con esfuerzo y paciencia y puede desmoronarse en un instante. Esta semana, la comunista Jeannette Jara, candidata presidencial del actual oficialismo en Chile, se encontró con esta dura realidad. La carta más creíble a La Moneda, la que había sido capaz de conectar con la ciudadanía por su discurso empático, con un discurso simple que apela a la sinceridad y que insiste majaderamente que no caerá en falsas promesas, tuvo su primer traspié luego que quedará expuesta por negar una propuesta de reforma que ella había prometido y que hoy no le conviene levantar.
En un país que ha visto demasiadas promesas rotas y cambios de rumbo repentinos, esta contradicción pública es un tremendo error, que agrieta la confianza de un grupo de votantes huérfanos de la centroizquierda que está buscando argumentos para votar por una comunista.
¿Qué fue lo que pasó? El traspié de la candidata ocurrió este miércoles en el conversatorio “El futuro de la minería en Chile”. En la oportunidad el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, cuestionó a Jara por su propuesta de nacionalización del cobre, la que respondió en forma tajante que ese tema que jamás se tocó y que es lamentable que la obliguen a desmentir cosas que se tiran al aire. El problema es que el programa con el que Jara compitió en la primaria y que fue entregado al Servicio Electoral de Chile, sí habla de nacionalizar el cobre. Específicamente la décima medida de su programa prometía “promover una minería sustentable y con valor agregado, nacionalizando el litio y el cobre”, lo que fue amplificado por los medios de comunicación.
Al día siguiente, en un nuevo debate presidencial al que Jara se ausentó, Kast arremetió contra la abanderada oficialista acusándola de faltar a la verdad. La réplica la hizo la exministra en conversación con Radio Festival de Valparaíso. “Tiendo a no aceptar de personas que han usado la mentira como parte de la campaña de desinformación contra la candidata Matthei; gente asociada a Kast, incluso la mentira como herramienta contra el Presidente de la República ese tipo de comentarios. Pero sí tengo la hidalguía en reconocer que en programa hubo un error y ese error se va a corregir”, aseveró.
Forzada a reconocer su equivocación, Jara intentó explicarlo como un “detalle técnico” que había pasado desapercibido. Pero la rectificación no pudo borrar la imagen que ya se había grabado: la de una candidata atrapada entre sus palabras y sus acciones, entre una promesa de franqueza y la compleja realidad de la política.
Una explicación tardía
Esta polémica, sin duda, ha sido devastadora para la candidata. Si bien hay que ver como este tema golpeará su posición en las encuestas, lo cierto es que este traspié daña su credibilidad y pone cuesta arriba la búsqueda de apoyos hacia el centro.
Y es que gran parte del atractivo de Jara se basa en la idea de que es diferente. Mientras otros candidatos cambian su discurso para adaptarse a cada público, ella se presenta como una figura honesta, dispuesta a defender sus convicciones. Este “pacto” con los votantes, el de no mentir es el alma de su campaña. Por eso, este traspié se siente como algo más que un error administrativo, se percibe como una fractura en el corazón de su identidad política.
La comparación con sus rivales, en particular con Kast, es inevitable. Él aprovechó el momento para sembrar una duda poderosa sobre su coherencia. En política, la duda es como un virus que se propaga con rapidez y sin control.
Curiosamente, el debate sobre la nacionalización del cobre es casi secundario. Hemos escuchado esa propuesta tantas veces que ya no sorprende. El verdadero conflicto está en la reacción de la candidata. ¿Admitió un cambio de opinión de forma honesta o intentó camuflarlo como si nada hubiera pasado? Su explicación llegó tarde y bajo presión, lo que dañó su credibilidad y generó la sensación de improvisación. Y en una campaña, la improvisación es a menudo interpretada como una falta de preparación para gobernar.
El daño de este episodio no se limita al electorado general. Dentro de su propio partido, el Partido Comunista, la moderación de su discurso ya venía causando incomodidad. La llegada del economista Luis Eduardo Escobar, conocido por su pragmatismo y su escepticismo sobre banderas históricas del PC, ya había abierto heridas. Escobar ha descartado públicamente promesas que fueron clave en la primaria, como el sueldo mínimo de 750 mil pesos chilenos (1 millón de pesos argentinos) o el fin de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP)

Para una base de militantes acostumbrada a defender sus ideales hasta el final, ver cómo estas reformas se diluyen tan rápido es una decepción y un recordatorio de que las primarias y la elección general son dos batallas diferentes. Les recuerda, aunque en la práctica no les agrade, que la moderación es casi una obligación para atraer a votantes más allá del círculo de confianza.
La presencia de Escobar también plantea otra pregunta: ¿quién define el rumbo de la campaña? Que sea él quien anuncie los cambios programáticos, y no la propia Jara, da la impresión de que la candidata no está completamente al mando de su agenda económica. Un verdadero líder no solo toma decisiones; también las comunica y las defiende. Ceder ese papel a un asesor, por más competente que sea, abre una vulnerabilidad que sus rivales y críticos internos no dudarán en explotar.
La candidatura también enfrenta problemas para sumar apoyos de figuras técnicas de alto perfil. El ministro de Hacienda, Mario Marcel, ha descartado unirse a un eventual gobierno de Jara con una frase que resonó con fuerza: “Ya tengo bastante con lo vivido en estos años. Debe haber capacidad de recambio”. Esta declaración es un mensaje claro: no ve en su proyecto un lugar para seguir invirtiendo su capital político. El expresidente del Banco Central, Roberto Zahler, ofreció una colaboración más amable, pero también mantuvo su distancia, comprometiéndose a dar ideas, pero no a unirse formalmente al comando. Estos rechazos alimentan la percepción de que la candidatura de Jara aún no logra atraer a los expertos necesarios para proyectar una imagen de solidez y confianza. Anteriormente, un grupo amplio de economistas ha rechazado la invitación a sumarse a su campaña y eventual gobierno. Entre ellos, los PPD, Nicolás Eyzaguirre (el exministro de Hacienda), Álvaro García (exministro de Economía), y Pablo García (exvicepresidente del Banco Central). Otros, como los DC, José De Gregorio (expresidente del BC) y Alejandro Micco (exsubsecretario de Hacienda) derechamente han anunciado que votarán por Evelyn Matthei, El primero en desmarcarse fue el economista PS, Oscar Landerretche.
Para Jara, el camino por delante es complejo. Debe reconstruir su credibilidad sin que parezca una simple maniobra para ganar votos. Necesita reafirmar su liderazgo sobre su propio programa, demostrando que ella es quien marca el rumbo y no sus asesores. Y, quizás lo más difícil, debe encontrar la forma de volver a ser vista como una figura genuina y confiable.
El incidente del cobre les dio a sus oponentes el ejemplo perfecto para desmontar su principal fortaleza: su superioridad moral. Desde ahora, cada vez que hable de decir la verdad, habrá quienes le recordarán que, en una ocasión, sus palabras y sus hechos no coincidieron. Y, probablemente, surgirán nuevas inconsistencias.
En una campaña, el primer error grave puede no ser el último, pero a menudo es el más caro. No por el error en sí mismo, sino porque inicia una narrativa negativa que es muy difícil de detener. Jara aún tiene tiempo para corregir el rumbo, pero en el mundo de la política, ese tiempo siempre es más escaso de lo que parece.
ERM/MG
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