Chile busca quedarse con presidencia de la ONU: la estratégica coincidencia de Boric y Bachelet en Nueva York

La próxima Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York será una instancia clave para medir con más claridad si las opciones de una candidatura de Michelle Bachelet, para liderar la organización multilateral tiene alguna posibilidad.
La propia expresidenta chilena ha admitido que está explorando esa posibilidad, dando el primer paso en la carrera para liderar la ONU, en reemplazo de António Guterres.

Bachelet, que ya dejó su huella como fundadora de ONU Mujeres y como Alta Comisionada para los Derechos Humanos, es una carta natural en un contexto donde pesan dos factores clave: el principio rotativo de Naciones Unidas, que favorece que el próximo secretario general provenga de América, y la voluntad expresada en la asamblea de avanzar hacia una conducción femenina. Si a esto se suma la sólida trayectoria de la exmandataria chilena en organismos internacionales y en la política nacional chilena, sus credenciales y posibilidades son bastante altas. Aunque, como suele ocurrir en la arena multilateral, los atributos no son suficientes y es importante saber leer bien los contextos políticos, entender las tensiones y jugar las cartas con inteligencia.
En este escenario, Gabriel Boric juega un rol central. El presidente chileno, que encarna una generación de liderazgos progresistas que hoy buscan proyectarse globalmente, puede en lo que resta de su gobierno darle respaldo de Estado que necesita la candidatura de Bachelet para tomar fuerza.
La Cumbre de Defensa de la Democracia, convocada por Lula da Silva y Pedro Sánchez, será una vitrina donde Boric probablemente tratará de tejer alianzas desde el lenguaje de los valores democráticos, los derechos humanos y la justicia social.
Bachelet y Boric coincidirán en Nueva York. La primera llega el 20 de septiembre para participar en su calidad d vicepresidenta del Club de Madrid y, por el momento, está previsto que participe en dos evento paralelos: “Protegiendo, fortaleciendo y reformando los pilares de derechos humanos de la ONU” y el evento de la Organización Mundial de la Salud, “No hay salud sin salud mental: Un compromiso compartido”. Mientras que el mandatario chileno estará en Nueva York entre el 22 y 25 de septiembre. El martes 23 realizará su discurso en el pleno de la asamblea y, previo a instancia, dirigentes oficialistas ya lo han exhortado a apalancar la candidatura de Bachelet.
Para Bachelet, que se mueve con naturalidad en el terreno diplomático, contar con un Boric activo, influyente y con capacidad de persuasión regional y europea, es una ventaja estratégica. Porque si algo requiere una candidatura a la ONU, es transversalidad y la capacidad de generar confianza más allá de las etiquetas ideológicas.
Aunque sería ingenuo pensar que el terreno está despejado. En primer lugar, está el factor geopolítico, ya que la secretaría general requiere el visto bueno del Consejo de Seguridad, con sus cinco miembros permanentes y sus respectivos vetos. Un Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, difícilmente vería con buenos ojos a una socialista con trayectoria crítica frente a los autoritarismos. Mientras que China podría recordar las denuncias que Bachelet impulsó en materia de derechos humanos durante su gestión como Alta Comisionada.
A lo anterior, se suman las variables locales. El desenlace de la elección presidencial en Chile de fines de año es un dato que sobrevuela la candidatura. Un eventual triunfo del candidato de ultraderecha, José Antonio Kast, con su narrativa abiertamente crítica de Naciones Unidas, si bien no derrumbaría automáticamente las opciones de Bachelet, podría quitarle sustento político interno y capacidad de movilizar recursos diplomáticos. De ahí la importancia del rol de Boric para “amarrar” la candidatura como una política de Estado, antes del cambio de mando.
¿Y quiénes son los principales contendores de Bachelet? La Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley, se perfila como una de las rivales más fuertes, pues es una candidata carismática, con credenciales en materia climática y capacidad de conectar con la agenda del sur global. También aparece Rebeca Grynspan, hoy al frente de la UNCTAD (ONU Comercio y Desarrollo), con amplia experiencia en organismos multilaterales. La competencia es dura, pero la ventaja de Bachelet está en su doble condición de exjefa de Estado y exfuncionaria de la propia ONU, lo que le permite conocer esta organización desde adentro y desde afuera.
Más allá de los números y de las gestiones diplomáticas, lo que realmente se juega en esta elección es la narrativa. ¿Qué significa que Michelle Bachelet encabece Naciones Unidas en este tiempo histórico? Significa colocar a una mujer latinoamericana con experiencia en democracia, inclusión y derechos humanos en el epicentro de un sistema multilateral golpeado por las guerras, el ascenso de los nacionalismos y la ultraderecha y la crisis climática.
Su figura es incómoda para quienes promueven la concentración de poder autoritario y cómoda para quienes apuestan a una ONU reformada, más cercana a la gente y más comprometida con la igualdad de género. En un mundo fracturado, la candidatura de Bachelet más que una cuestión de méritos personales, es una candidatura simbólica para el mundo progresista y latinoamericano.
Para la región, respaldar a Bachelet es la posibilidad de reposicionar a América Latina en el tablero internacional, después de décadas en las que el continente ha quedado relegado frente a las urgencias de Europa, Asia y Medio Oriente. Que un liderazgo latinoamericano conduzca Naciones Unidas sería un triunfo colectivo y un recordatorio de que el progresismo regional puede proyectar gobernanza global.
Por lo tanto, la estrategia de Boric y su cancillería debe ser capaz de construir un consenso regional, incluso con gobiernos que no comulgan del todo con la izquierda, y articular puentes hacia África y Asia. Solo así se logrará la masa crítica necesaria para enfrentar vetos y resistencias.
Hay, finalmente, una dimensión simbólica interna a considerar. Para Chile, que una expresidenta encabece la ONU es un triunfo diplomático y también un legado político. Sería el corolario de una trayectoria marcada por la apertura democrática, las políticas de género y los derechos humanos. Y, al mismo tiempo, un mensaje claro de que el país, incluso en medio de sus tensiones internas, sigue proyectando liderazgos hacia el mundo.
El desafío, claro, es que ese legado no quede atrapado en las disputas de corto plazo. Si la candidatura de Bachelet logra instalarse como una política de Estado, entonces no importará tanto quién gane en las elecciones presidenciales de fin de año de Chile, pues la bandera ya habrá sido plantada en Nueva York.
La pregunta, entonces, no es si Michelle Bachelet tiene las credenciales para liderar Naciones Unidas. Eso ya está resuelto. La verdadera interrogante es si la correlación política global y regional le permitirá transformar esa posibilidad en realidad.
Esta carrera recién empieza y la Asamblea General de septiembre son apenas los primeros metros de esta carrera. Pero si algo ha demostrado la historia reciente es que, en momentos de incertidumbre global, las figuras capaces de tender puentes y construir consensos adquieren un valor especial. Veamos que futuro le depara a Bachelet.
ERM/MG
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