Franco Parisi, el candidato competitivo que irrumpe en plena campaña y desordena el mapa electoral chileno

La política es veleidosa y siempre sorprende. En la contienda presidencial chilena, al inesperado desplome que en los últimos dos meses ha registrado la candidata favorita por mucho tiempo, Evelyn Matthei, y al explosivo aumento de la carta comunista Jeannette Jara, tras las primarias, se sumó en los últimos días la irrupción de Franco Parisi.
En la última encuesta de Cadem, el inesperado salto de Parisi (a un 10% de las menciones espontáneas) relegó a Matthei a un cuarto lugar (con apenas el 8%). Este fenómeno, que instaló al candidato del Partido de la Gente como una carta competitiva con 12% de las preferencias en primera vuelta, lo ha transformado en un factor de desequilibrio capaz de cambiar el rumbo de las elecciones.
La capacidad que ha demostrado Parisi para arrebatarle votos a la derecha y a la izquierda lo convierte en un actor impredecible, en una bofetada para los partidos tradicionales y en una advertencia de que la vieja política ya no tiene el monopolio del poder político en Chile.
Para entender la razón de este fenómeno, es importante entender quién es Franco Parisi. Es doctor en administración en la Universidad de Georgia, Estados Unidos, y economista e ingeniero comercial de la Universidad de Chile, donde posteriormente fue profesor y decano interino. También fue director de la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco). Aunque su popularidad no la forjó precisamente en las aulas ni en su paso por el sector público, su fama la construyó en los medios de comunicación.
A principios de la década de 2010, Parisi se convirtió en una figura conocida por sus apariciones en radio y televisión, donde explicaba conceptos económicos de manera coloquial, traduciendo el complejo lenguaje de las finanzas a términos que la gente común podía entender. Se construyó una imagen de “economista de la gente”, un experto que no hablaba desde la torre de marfil, sino que denunciaba los abusos y señalaba las ineficiencias del sistema. Participó, junto a su hermano, en un programa de economía en Radio El Conquistador; luego, en algunos episodios en el programa de humor de Kike Morandé del canal de televisión Mega y, posteriormente, tuvo su propio programa en televisión, Los Parisi: el poder de la gente, en La Red.
Su incursión en la política electoral fue una consecuencia directa de esta popularidad amasada en los medios. En 2013, se presentó como candidato presidencial independiente y, para sorpresa de muchos, obtuvo un 10,11% de los votos. Fue un resultado notable para un candidato sin el respaldo de un partido tradicional. Posteriormente, en 2021, realizó la candidatura presidencial más extravagante que se haya visto en el ámbito local. Fue una campaña telemática desde Estados Unidos, forzada por una orden de arraigo en su contra por una deuda de pensión de alimentos superior a los 207 millones de pesos chilenos (equivalentes a US$213.831) A pesar de la distancia y las críticas, logró un tercer lugar en la primera vuelta y, de forma notable, obtuvo la primera mayoría en la Región de Antofagasta, demostrando su capacidad de seducir al electorado descontento.
Hoy, la situación ha cambiado. A tres meses de la primera vuelta del 16 de noviembre, Parisi ya no está en el exilio autoimpuesto. Tras acordar el pago en cuotas de su deuda, puede entrar y salir de Chile libremente, lo que le ha permitido realizar una campaña en terreno. Este cambio de estrategia ya se ha materializado con la presentación de Pablo Maltés como nuevo vocero de su campaña. Maltés, periodista y expareja de la diputada Pamela Jiles, quien ha manifestado su apoyo al candidato, ha sido claro en su misión: armar propuestas y “salirse de esta pelea permanente que hay entre los candidatos de la derecha y la candidata del oficialismo”. Parisi, por su parte, se ha enfocado en un discurso de orden y eficiencia, prometiendo “terminar con estos sueldos exageradamente altos que se pagan los amigos de Boric, Marcel y Jara”. Su promesa es reactivar la economía y la construcción, y también mejorar la Pensión Garantizada Universal (PGU).
La irrupción de Parisi en las encuestas ha generado debate en el ambiente político. La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, al referirse al crecimiento del candidato del PDG, pareció darle una especie de bienvenida a la “parte alta de la tabla de posiciones”, reconociendo que está en la pelea junto a Jara, Kast y Matthei. Algunos analistas, siendo profundamente especulativos, ven en las palabras de la ministra un intento sutil de validar a Parisi para así aumentar la dispersión de votos al interior de la derecha. Y es que el candidato del Partido de la Gente avanza, en gran medida, por el carril de la derecha, capitalizando un discurso ofensivo, anti-establishment, con ecos de figuras como Donald Trump y Javier Milei. Sus prioridades programáticas, como achicar el Estado a través de la fusión de ministerios, rebajar sueldos en cargos públicos y combatir el ‘narcoterrorismo’ con “operaciones comando”, resuenan fuertemente en ese sector.
La llegada de Jiles y Maltés a sus filas introduce un nuevo elemento de sorpresa. Si bien ambas figuras tienen un pasado vinculado a la izquierda, su actual ambigüedad política calza a la perfección con la colectividad de Parisi, que se define como “ni de izquierda ni de derecha”. Probablemente, su incorporación no generará que militantes de izquierda se descuelguen de la candidatura de Jara, pero sí podría atraer a simpatizantes menos convencidos, que están descontentos con la gestión del gobierno actual y que ven en la candidatura de Parisi un espacio de protesta. Este sería un pésimo escenario para la exministra del Trabajo de Boric, cuya candidatura, pese a que aglutina a toda la izquierda, incluida la DC, no sobrepasa el techo de 35%.
En un escenario de segunda vuelta entre Kast y Parisi, la competencia es algo impredecible. Aunque Kast lidera en intención de voto y posee una base sólida entre los electores de derecha, Parisi podría capitalizar el desencanto transversal con la clase política y posicionarse como una alternativa “outsider” más moderada frente a la imagen dura de Kast. Su retórica tecnocrática y liberal en lo económico podría atraer tanto a sectores del centro como a votantes jóvenes desilusionados, dejando a Kast en una situación incómoda, obligado a moderar su discurso sin perder a su base más conservadora. En un eventual balotaje entre Jara y Parisi, en tanto, el oficialismo también tendría razones para preocuparse. Aunque la candidata oficialista tiene el respaldo del Partido Comunista y otros partidos de la coalición de gobierno, Parisi podría absorber votantes de la centroizquierda decepcionados con la administración de Boric y a independientes que rechazan la polarización ideológica. Su ambigüedad ideológica sería una ventaja táctica que le permite criticar tanto a Kast como al PC sin comprometerse con ningún bloque. En este contexto, Jara no solo tendría que unificar a su sector, sino también convencer a un electorado desconfiado que la asocia al comunismo y a la continuidad del gobierno de Boric.
En ambos escenarios, Parisi aparece como el gran disruptor del escenario político chileno, que puede reconfigurar el clivaje tradicional entre izquierda y derecha, obligando a ambos extremos a enfrentar una candidatura que se alimenta del rechazo ciudadano a los polos.
El próximo 16 de noviembre, sabremos si Franco Parisi sacude finalmente el sistema político chileno y si esta figura outsider pasa a segunda vuelta, se sabrá la fuerza parlamentaria que podría acompañarlo y si terminará disputando el balotaje con alguno de los candidatos que participan en esta contienda, hasta ahora liderada por las opciones más polarizadas. En el escenario político actual, cualquier cosa podría pasar.
JJD
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