ELECCIONES EN CHILE

Jeannette Jara: la candidata comunista enfrenta el dilema de no ser el Caballo de Troya del PC chileno

Erick Rojas Montiel

Santiago de Chile —

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En política, los movimientos rara vez son casualidades. Y cuando una estrategia parece diseñada con precisión, es porque simplemente así es. Si tiene cabeza, cuerpo y cola de gato, qué duda cabe, es un gato. En las últimas semanas, tras el contundente triunfo de la candidata del Partido Comunista, Jeannette Jara, en las primarias oficialistas chilenas, se ha reconfigurado el tablero electoral chileno, de cara a las elecciones presidenciales de noviembre, dejando a la carta oficialista a la cabeza de las preferencias.

Lo que más ha llamado la atención en este contexto es la estrategia de desmarque de Jara del partido que milita desde los 15 años, partiendo por criticar a todos los quienes la tratan de comunista, pues ella insiste que es la candidata del socialismo democrático. Sí, el mismo que el PC criticó con dureza hace muy poco tiempo, acusándolo de haber desperdiciado los últimos 30 años.

La operación de adaptación discursiva que, para algunos, evoca el famoso Caballo de Troya ha generado mucho revuelo. No porque sea necesariamente una amenaza oculta, sino más bien por la tensión que genera un relato que contrasta con su identidad y la de su partido con la necesidad realista que tiene la candidata de ampliar su base electoral para tener algún chance de llegar a La Moneda.

Jeannette Jara, figura central del Partido Comunista, intenta ahora conquistar un electorado que, históricamente, le ha sido esquivo: el votante moderado, el que busca estabilidad, empleo y desconfía de los cambios radicales. Su reciente idea de congelar la militancia (descartada por el momento) generó un intenso debate e instaló la duda razonable sobre si esta decisión respondía a un gesto de renuncia a sus principios partidarios en post de un proyecto colectivo o, simplemente, a una simple estrategia instrumental para llegar al poder, que posteriormente se puede desconocer si el clima lo permite.

Más allá de las especulaciones y suspicacias que genera la carta oficialista, en concreto Jara ha buscado ajustar el tono, suavizar los bordes, incorporar palabras como “seguridad”, “crecimiento” o “emprendimiento” para conquistar un electorado más amplio y aumentar sus posibilidades de ganar la presidencia. Conceptos que hasta hace muy poco, para algunos sectores de la izquierda, fueron vistos con recelo, pero que hoy son muy importantes para la opinión pública.

¿Pero podrá Jara convencer a la ciudadanía de que es una candidata de centro izquierda que valora los acuerdos para avanzar en las soluciones a los problemas reales que tienen los chilenos? Si bien en lo discursivo puede apelar a los aprendizajes que dejó para el sector el estallido social, el proceso constituyente, y a su gestión como ministra del Trabajo de este gobierno, relevando el acuerdo para sacar adelante la reforma a las pensiones, sus propuestas económicas, que apelan al estatismo y a volcar el modelo económico hacia la demanda interna, dejan varias dudas.

No es casualidad que voces relevantes del Socialismo Democrático, como Óscar Landerretche y Nicolás Eyzaguirre (ambos PS), Álvaro García (PPD), Alejandro Micco y Guillermo Larraín (los dos DC), se hayan negado, en los últimos días, con distintos argumentos, a sumarse a la campaña de Jara.

Y es que para muchos –algunos lo reconocen abiertamente, mientras que otros prefieren dar un paso al costado– la agenda de transformaciones, no ha sido archivada por el PC y más bien ha sido postergada a la espera de los resultados de las próximas presidenciales y, especialmente, de las parlamentarias de noviembre próximo, que podrían darle al partido la fuerza transformadora para hacer los cambios refundacionales que promovieron, sin éxito, en los dos últimos procesos constituyentes y en el actual gobierno.

Entonces, la respuesta a la profundidad reformista de un eventual gobierno comunista está más bien la fuerza parlamentaria que consigan en las elecciones de noviembre próximo para impulsar su histórico proyecto marxista-leninista desde el Congreso, donde se juega la verdadera capacidad de transformación e incidencia.

Con todo, la invitación es a no caer en voluntarismo y a no autoengañarse. Si la candidata del oficialismo llega a La Moneda con una mayoría parlamentaria o un Congreso fragmentado que permita negociaciones ideológicas, la moderación de campaña pasaría a ser solo una simple anécdota. El riesgo, para algunos, es una segunda ola de reformas sin los contrapesos necesarios, especialmente si el Socialismo Democrático ve mermada su capacidad de influencia. Tras unas primarias donde este sector quedó en una posición de menor peso y sus referentes se han desmarcado, el desafío es asegurar que un eventual próximo gobierno de izquierda en Chile mantenga un equilibrio interno y una capacidad de diálogo amplia, lo que se logra a través de un equilibrio razonable en la correlación de sus fuerzas.

Por lo tanto, la candidatura comunista Jeannete Jara no debe ser reducida solo a sus atributos personales (que los tiene), debe ser abordada como una estrategia de coalición que debe fijar líneas rojas y que debe incentivar un contrapeso del Socialismo Democrático en el próximo Congreso para lograr los equilibrios que se necesitan para evitar la aplanadora reformista que se vendría si el PC tiene mayoría de la izquierda en ambas cámaras.

Tan importante como el candidato (a) es su equipo y su la capacidad de construir un proyecto que sea verdaderamente representativo y que responda a las urgencias de los chilenos. No bastan las palabras, se necesitan propuestas concretas.

Teniendo eso claro, la responsabilidad recae en la ciudadanía de comprender la magnitud del proyecto político que se propone y de exigir la transparencia y la rendición de cuentas necesarias y, especialmente, las garantías de que se cumplirá la palabra empeñada.

También el sistema político tiene la responsabilidad de recuperar la estabilidad perdida, como consecuencia de la última reforma que fragmentó y polarizó el Congreso. Hoy hay dos propuestas que se tramitan en el Parlamento y que buscar fortalecer a los partidos, disminuirían la hiperfragmentación y le pondrían freno al discolaje, incentivado el diálogo y los acuerdos en la política.

Sin estos mínimos, seguiremos en este juego perverso de suma cero, que podría terminar siendo la antesala de una regresión institucional. Porque si no hay equilibrios ni contrapesos, el relato moderado de campaña puede convertirse en el envoltorio perfecto para una agenda refundacional. Y ahí es donde muchos ven el verdadero riesgo: que estemos frente a un Caballo de Troya, cuidadosamente diseñado para entrar sin resistencia en el corazón del sistema, y desde dentro, ejecutar una transformación profunda que fue disfrazada de moderación. La historia ya ha enseñado que las formas suaves, cuando no van acompañadas de convicciones democráticas sólidas, pueden ser solo tácticas. Y en política, la ingenuidad puede pagarse muy caro.

ERM/MG