Polémica en la Casa Blanca: Donald Trump modificó el “Paseo de la fama presidencial” con críticas a expresidentes
La Casa Blanca volvió a quedar en el centro de la polémica tras una intervención impulsada por la administración de Donald Trump en el denominado “Paseo de la fama presidencial”, un corredor ubicado junto al Ala Oeste donde se exhiben los retratos de los expresidentes de Estados Unidos. Lejos de una actualización institucional o histórica, las nuevas placas incorporadas bajo cada imagen reflejan una lectura abiertamente política y alineada con la retórica del actual mandatario.
Las descripciones, grabadas en piedra, incluyen durísimas críticas a expresidentes demócratas y valoraciones elogiosas hacia figuras republicanas afines a Trump. El caso más extremo es el del expresidente Joe Biden, cuya imagen fue reemplazada por una fotografía de una máquina de firmar documentos, en alusión a las denuncias republicanas sobre su capacidad para gobernar.
El texto que lo acompaña lo califica como “el peor presidente de la historia de Estados Unidos” y sostiene que llegó al poder tras “las elecciones más corruptas jamás vistas”.
Barack Obama tampoco escapó a la mirada crítica: la Casa Blanca lo definió como “una de las figuras políticas más divisivas” y cuestionó duramente su reforma sanitaria, rebautizada en el texto como “Ley de Asistencia Sanitaria Inasequible”. Según la placa, esa política habría provocado la pérdida del control del Congreso por parte del Partido Demócrata.
En el mismo tono, la administración Trump relativizó los logros legislativos de Bill Clinton, atribuyéndolos al impulso republicano en el Congreso, y aprovechó la reseña para recordar la derrota electoral de Hillary Clinton en 2016. También destacó que Trump puso fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, uno de los acuerdos emblemáticos del período clintonista.
En contraste, los expresidentes mejor considerados por el actual mandatario recibieron tratamientos claramente favorables. Ronald Reagan fue descripto como “El Gran Comunicador”, se destacó su reelección arrasadora y se subrayó una supuesta admiración mutua entre ambos dirigentes. Richard Nixon, pese al escándalo de Watergate, fue presentado como protagonista de “una de las mayores remontadas políticas” del país, mientras que Gerald Ford fue elogiado por haberlo indultado, una decisión calificada como “valiente”.
El recorrido también incluye lecturas críticas sobre figuras históricas. Bajo el retrato de George W. Bush se mencionan las guerras en Afganistán e Irak y la crisis financiera global que marcó el final de su mandato, mientras que John F. Kennedy es recordado por la fallida invasión de Bahía de Cochinos y Lyndon B. Johnson por el impacto de la guerra de Vietnam en su presidencia. En cambio, George H. W. Bush aparece reseñado únicamente a partir de sus logros.
La intervención se inscribe en una estrategia más amplia de Trump para personalizar los símbolos del poder presidencial y utilizar espacios institucionales como plataformas de confrontación política. Desde su regreso al poder, la administración no ha ocultado su disposición a provocar y “trolear” a adversarios políticos, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
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