Con la CGT en la Plaza, el Gobierno activó una mesa política para reordenar su agenda legislativa
El sonido llegaba antes que las palabras. Desde el Patio de las Palmeras, en el corazón de la Casa Rosada, se colaba el crepitar seco de los tambores, una cadencia constante que sube y baja según el viento. Cada tanto, el estallido más áspero de un cohete cortaba el aire y hacía vibrar los ventanales. Desde Plaza de Mayo, a pocos metros, la protesta de la CGT imponía su propia banda sonora: bombos, redoblantes y música amplificada que rebota contra la fachada rosada y se filtraba hasta el interior del edificio donde, casi al mismo tiempo, el poder político intentaba ordenar su respuesta.
Los primeros rumores empezaron a correr casi en simultáneo con el inicio del acto. Eran las 15 cuando, mientras las columnas sindicales terminaban de acomodarse frente al escenario montado, en los pasillos de la Casa Rosada comenzó a circular la versión de una reunión inminente. Nadie la confirmaba oficialmente, pero el movimiento inusual de asesores, custodios y funcionarios en los alrededores terminó de darle forma a la escena. Afuera, los bombos marcaban el inicio formal de la protesta; adentro, el poder empezaba a replegarse.
Minutos después, se terminó de confirmar lo que hasta entonces era un murmullo. En una de las salas de la Casa Rosada se reunieron el jefe de Gabinete Manuel Adornil, la jefa de bloque del Senado, Patricia Bullrich, el ministro del Interior Diego Santilli, el asesor presidencial Santiago Caputo, el ministro de Economía Luis Caputo y el titular de la Cámara de Diputados Martín Menem. Además, participó del cónclave Ignacio Devitt, flamante mano derecha del ministro coordinador.
El presidente Javier Milei se encontraba en la Casa Rosada, pero no participó del encuentro. La coincidencia horaria no pasó desapercibida dentro del edificio. “Vino a actualizar la firma digital”, deslizaron oficialmente, como si el mandatario estuviera ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
Definiciones
En Balcarce 50 explican que la reunión no fue improvisada, pero sí reactiva. El diagnóstico interno combina alivio y límite. Para el Gobierno, haber logrado la media sanción del Presupuesto después de tres años es un hito político que no minimizan. Pero la lectura se vuelve estricta cuando se entra en el detalle: el texto tal como salió de Diputados, sostienen, no respeta el equilibrio fiscal. “Nosotros no vamos a aceptar un presupuesto así”, definieron, contundentes. Las leyes que quedaron vigentes en el Capítulo XI —Discapacidad y Financiamiento Universitario— son consideradas directamente “impagables” bajo el esquema de superávit que el oficialismo pretende sostener.
Por eso, según pudo saber elDiarioAR, el foco de la reunión estuvo puesto en el Senado. El objetivo inmediato es trabajar una modificación del proyecto en la Cámara alta, con la intención de obtener dictamen lo antes posible. En el oficialismo deslizan que, si el Senado introduce los cambios que buscan, la idea es volver a tratar el Presupuesto en Diputados el próximo 29. Para esa ingeniería legislativa, el rol de Bullrich es central: es quien hoy conduce las negociaciones en el Senado y quien debe definir el camino reglamentario para reabrir el texto.
En ese esquema, el PRO aparece como un aliado valorado. En el Gobierno destacan que el bloque amarillo acompañó sin fisuras y puso “todo en la cancha” durante la votación. No ocurre lo mismo con otros espacios. Puertas adentro, reconocen además que los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) no garantizan disciplinamiento automático: hubo abstenciones clave, como un diputado de Chaco y dos radicales de Entre Ríos, que dejaron al descubierto que la negociación sigue abierta y que todavía queda trabajo por delante.
La reunión funcionó así como una mesa de coordinación política, más que como un encuentro de emergencia. Y con el correr de los minutos, la dinámica interna empezó a mostrar movimientos. Cerca de una hora después de haber ingresado, Bullrich se retiró del encuentro para continuar las gestiones legislativas.
Mientras afuera la movilización seguía activa y el triunvirato de la CGT amenzaba con un paro general, adentro el Gobierno comenzaba a definir su plan de acción en el Palacio. La escena quedaba así partida en dos planos simultáneos: la Plaza todavía en movimiento y la Casa Rosada funcionando como centro de decisión, con el Presupuesto y la reforma laboral (que finalmente llegará al recinto en febrero) como próximos capítulos de una negociación que, lejos de cerrarse, acaba de entrar en su fase más delicada.
PL/CRM
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