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Opinión

Los BRICS, una voz más fuerte para la Argentina

Subsecretario de Asuntos Estratégicos Internacionales de la Secretaría de Asuntos Estratégicos
El presidente de Brasil, Lula da Silva, el de China, Xi Jinping, el de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el primer ministro de India, Narendra Modi, y el canciller ruso, Sergei Lavrov, en la última Cumbre BRICS.

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En julio del año 2018, el entonces presidente argentino, Mauricio Macri, participó en Sudáfrica de la cumbre del agrupamiento BRICS en carácter de invitado. Entonces lo calificaba como grupo de las economías emergentes “más importantes del mundo”. Cinco años después, el propio Macri y la candidata presidencial de su espacio, Patricia Bullrich, denuncian el ingreso de Argentina al BRICS como un movimiento ideológico que comprometería de alguna manera al país. Desde esa posición, impugnan la participación en el grupo y amenazan con echarse atrás en el caso de que la exministra de Seguridad sea favorecida por el voto. 

No hay cambios de relevancia que justifiquen el giro de ciento ochenta grados entre la participación entusiasta de antaño y la impugnación actual, salvo las responsabilidades emergentes del ejercicio del gobierno y las irresponsabilidades con que han ejercido, en tantas ocasiones, el rol de opositores.

De acuerdo con la declaración fundacional, desde su creación, el grupo BRICS busca “servir a los intereses comunes de las economías de mercado emergentes y los países en desarrollo”. Desde ese lugar ha impulsado discusiones para generar voces comunes e instancias de cooperación en cuestiones globales en las que existe un interés diferenciado de las economías emergentes como lo han sido el enfrentamiento de la recesión global y el desafío climático (primera cumbre, 2009); el desarrollo de las telecomunicaciones (cuarta cumbre), el desarrollo industrial (décima cumbre, 2018), o el desarrollo tecnológico (décimo primera cumbre, 2019).

Los BRICS agrupan a algunas de las economías emergentes con mayor protagonismo en el escenario global. India y China son los dos países más poblados del mundo, y están llamadas a ser dos de las tres mayores economías mundiales durante toda la segunda mitad del siglo XXI. En tanto, Brasil es la principal economía de América del Sur mientras que Sudáfrica es la principal economía del continente africano y la Federación Rusa es el país más extenso de la tierra

Asimismo, el conjunto de los BRICS originarios nuclea a los principales productores emergentes de commodities, tanto en alimentos como en energía; al principal importador global de estos productos; y, al de mayor potencial de crecimiento de su demanda. Estos rasgos comunes e intereses entrelazados explican la resiliencia y el mantenimiento del agrupamiento desde 2009, sin que ninguno de los jefes de estado haya dejado de participar en una sóla cumbre. Al contrario de otras asociaciones, BRICS ha resistido la prueba del tiempo y de los cambios de liderazgo en cuatro de los cinco países que lo integran.

El bloque BRICS no es un acuerdo de libre comercio o un mecanismo de integración comercial al modo del Mercosur, tampoco es un bloque geopolítico como fueron la OTAN o el viejo Pacto de Varsovia. Por el contrario, es un agrupamiento que amplía sin rivalizar, ya que no excluye la participación en ningún otro foro, agrupamiento o institución internacional. Sus miembros pueden tener distintos regímenes políticos, diferencias en cuestiones globales y bilaterales importantes y en algunos casos, mantienen controversias que involucran disputas incluso territoriales. 

Lo que los países que integran el BRICS tienen en común es una mirada como grandes economías emergentes, que significa necesidades e intereses específicos y alineados tanto para posicionamientos en temas de agenda relevantes como para el desarrollo de la cooperación. No es casualidad que en su seno se haya avanzado en armados institucionales comunes regidos por acuerdos específicos, como el Nuevo Banco de Desarrollo, que opera como institución financiera multilateral, un fondo de reserva para la creación de una divisa respaldada en los recursos naturales, y un esquema de comercio en monedas nacionales, que otorgan sustento y fortaleza material a las necesidades de reforma de la arquitectura financiera global sostenida desde hace años tanto por la Argentina como por la mayoría de los países emergentes del mundo. 

Lejos de ningún revisionismo anti occidental, la invitación a que Argentina se incorpore como miembro del BRICS, tras años de actuar como país invitado, es una oportunidad de ampliar nuestra voz y fortalecer nuestros intereses propios y comunes como país emergente

Desde el justo reclamo para reabrir el diálogo y encontrar una respuesta a la reivindicación de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas, hasta el fortalecimiento de una nueva arquitectura multilateral, de mayor equilibrio y más pendiente de las reivindicaciones del Sur Global, incluyendo una transición ecológica justa y la reformulación de los mecanismos de asistencia financiera multilateral sobre bases de desarrollo. 

También podremos beneficiarnos de las herramientas formales e informales de diálogo multilateral existentes. Instancias como reuniones ministeriales y foros de negocios, que permitirán profundizar las relaciones existentes. Con nuestros socios tradicionales, con los que mantenemos relaciones de asociación estratégica que se han fortalecido sustancialmente durante estos cuatro años, como con los países de África y el mundo árabe admitidos junto con la Argentina, que constituyen no sólo mercados de consumo de enorme potencial para nuestra producción, sino también socios en la generación de posiciones para convertir la abundancia de recursos naturales en verdaderas palancas de desarrollo. 

Argentina tiene una voz protagónica en las grandes discusiones globales en los diversos foros multilaterales, que afectan el desarrollo sostenible. Participar de los BRICS nos fortalecerá para construir un mundo más justo y equilibrado a pesar de lo que digan quienes olvidan, incluso, sus propios posicionamientos recientes.

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