Ensayo General Opinión

Escribir un policial sobre un caso abierto

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Siempre que me voy de viaje pienso que voy a escribir la columna sobre eso, y nunca termino escribiendo la columna sobre eso. No sé a quién citaba Woody Allen cuando decía eso de que la comedia es tragedia más tiempo, o sea, que la tragedia mirada con la distancia del tiempo se vuelve comedia, pero hay algo parecido para decir sobre las escrituras de la intimidad: siempre tienen que ser sobre el pasado. La explicación más trillada, que seguro tiene algo de cierto, es que a las cosas que a una le pasan hay que procesarlas y entenderlas. La que a mí se me hace más importante cuando escribo es la cuestión de los demás: necesito que pase el tiempo suficiente como para que la amiga que me contó esa historia y el muchacho que me crucé esa noche dejen de poder reconocerse en lo que escribo. Me pregunto seguido, por ejemplo, por qué escribí tanto sobre mi madre en mi última novela y tan poco sobre el que entonces era mi novio; no era porque no importara, más bien lo contrario. No se puede escribir un policial sobre un caso abierto.

A veces me pregunto, igual, si no serán nimiedades esas: en el sentido de que son preocupaciones por mi vida que se interponen en mi literatura, si yo no escribiría columnas mejores si no me importara que los demás se reconocieran en ellas. Viniendo a Madrid vi en el avión la temporada relanzamiento de Sex and the City, And Just Like That, que no había visto entera. Me indignó bastante (sobre todo, que quisieran convencerme de que un grupo de mujeres que se habían pasado los 30 rodeadas de amigos gays en los boliches más faloperos de Nueva York se escandalizaran por hablar de masturbación o de marihuana a los 50, como si hubieran llevado esas vidas de señoritas pacatas de las que las vimos huir explícitamente hace veinte años), pero sobre todo me hizo acordar a la columna de Carrie en la serie original, que era mucho más jugada que casi todas las columnas de sexo que he leído en la realidad (How to Do It, de la actriz porno Stoya, es la excepción que se me ocurre). No por lo explícito ni por lo innovador, ni por cómo estaba escrita, por supuesto, sino porque escribía en presente sobre gente de verdad; recuerdo particularmente el capítulo del candidato a alcalde que la deja después de leer una columna de ella sobre sus fantasías (las de él) de orinarla durante el sexo. Carrie no fue cobarde como a veces pienso que soy yo en esta columna, no se preocupó por quedar mal con nadie.

Y sin embargo, pienso que también puede ser una forma de cobardía, de puñalada por la espalda; al fin y al cabo, las personas que menciono aquí no tienen derecho a réplica. Es casi una forma de autoritarismo lo que puedo hacer en este espacio, imponer mis versiones de los acontecimientos como una especie de boletín oficial de mi vida y la de todos los que me conocen. Una pesadilla: enamorarse de una chica que tenga una columna y tener que enterarte semana a semana lo que le pasa con vos por este medio. Otra pesadilla: desenamorarse de una chica que tenga una columna y tener que enterarte semana a semana lo que le pasa con vos por este medio. 

Quizás solo estoy tratando de consolarme, pero finalmente creo que no se trata solo de un problema moral y personal: es obvio que esa escritura del presente y de la guerra no puede ser demasiado buena para la literatura. Supongo que hay algo atractivo en el fragor del presente, pero es el atractivo de los realities o los documentales de animales: la documentación de lo salvaje, de lo extraña que puede volverse la vida cotidiana cuando se la pone bajo la lupa de la obsesión y el impudor. Me gustaría que alguien se inmolara e hiciera eso, una columna semanal con nombres propios, pero más por morbosa que como un deseo literario.

A mis alumnos de la carrera de escritura, cuando escriben crónicas personales, les quemo la cabeza una y otra vez con uno de los pocos consejos auténticamente útiles que tengo para dar sobre eso: no escribas lo que vos necesitás decir, para eso está la terapia, para eso están tus amigos. Escribí lo que necesita el texto. No es fácil hacer eso, no es posible, con los casos abiertos: cómo habría de concentrarse en otra cosa alguien que está luchando por su libertad, peleando por su vida.

TT