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COLUMNA NÓMADE

Escuché que pintabas casas

Escena de El irlandés, de Martin Scorsese.

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Como quiere que le traiga algo desde un país adonde viajo, Caaman me escribe para decirme que le gustó muchísimo una columna que escribí hace semanas. Igual me aclara: “Fijate que era al revés, El maestro está en Londres y el discípulo en Estados Unidos. Yo vi The Master hacer poco, por eso lo sé. Igual para lo que vos querés explicar es lo mismo”. ¿Qué era lo que quería explicar? pienso mientras escucho el ruido que hacen los autos y los ómnibus y las motos que cruzan sin parar día y noche por esta avenida de la que veo sólo un retazo por el lavadero de la casa de Victoria. Un trabajo espiritual sería convertir este ruido de autos en el ruido del mar. Y así con casi todas las cosas que te agobian en el día a día: tomar la distorsión lamborghinesca y devolverla multiplicada en alegría.  

¿Sabés –le digo a Caaman– que el Chango me volvió a recomendar una película que me hizo mierda? Lo hace siempre, parece que goza con eso. “Jaja, cuál”, dice Caaman.  

El Chango ve miles de películas por día. Ve esas películas que yo nunca vería y muchas de las que me gustan. Me ha recomendado algunas, siempre con una visión singular, es decir, no diciéndome simplemente que le gustó sino narrando alguna parte de la película, sacando una conclusión disparatada que me hace querer dejar de hablar con él de inmediato e ir a ver la película. Aunque sé que es una trampa. “¿Qué película te recomendó?”, me pregunta de nuevo Caaman. El irlandés, de Scorsese, le digo. Me contó sólo una escena del final cuando la enfermera le pregunta al Irlandés –encarnado por De Niro– ¿Quién es Jimmy Hoffa? Y el personaje de De Niro –y tal vez De Niro–  se da cuenta que todo lo que hizo en la vida no sirvió para nada.  

Traté de ver el Irlandés apenas salió. Es una película producida por Netflix pero que se tiene que ver en el cine. Me acuerdo que me impactó el trabajo digital sobre los rostros de De Niro, Pacino y Joe Pesci para rejuvenecerlos y que me pareció una película igual a muchas de las de Scorsese y la dejé de ver enseguida. Pensé que tendría que haberme dado cuenta que esos rostros alterados digitalmente –en vez de elegir actores jóvenes– eran la señal de que algo malo iba a pasar. Y vino la pandemia.  

Pero ayer domingo –le digo a Caaman– puse de nuevo El irlandés y no pude parar de verla. Miraba cómo con la imagen digitalizada Scorsese hacía pedazos una y otra vez la teoría de André Bazin del montaje prohibido. Por ejemplo, si hay un niño y un tigre –como en la película La vida de Pi– hay que filmar estos dos elementos heterogéneos en el mismo plano para aumentar el realismo, si se filma al tigre por un lado y al niño por el otro y se hace un montaje, disminuye el realismo. Y la potencia del cine, diría Bazin. Ahora que Spielberg creó dinosaurios que se mueven más rápido que Flash, hay algo –pienso– que el cine perdió. Y que ganó el entretenimiento y por eso uno se mete en la oscuridad de la sala y aparece a nuestro lado un tipo con un vaso de gaseosa y un balde de pochoclo.  

 El irlandés es una variación de las películas de Scorsese de la mafia como Buenos Muchachos y Casino, es un intento de hacer su propio Padrino 2 (incluyendo crisis con Cuba y el mismo actor: Pacino). Es como siempre el Viejo testamento, sangriento y brutal, pero encarnado por mafiosos. Pero sobre todo, trata de la importancia que puedan tener los testigos en tu vida, esos testigos que pueden ser un amiga, un amigo, un hermano y para los que uno hace todo lo que hace. En el caso del personaje del Irlandés, la testigo defraudada es la hija que no le habla nunca más desde que sabe que su padre mató y traicionó a Jimmy Hoffa.  

Igual oficialmente no se sabe qué le pasó a Hoffa, nunca se encontró el cuerpo, le digo a Caaman. Esta es la versión de Scorsese sostenida en el libro de Charles Brandt, “Escuché que pintabas casas”. Pero viste que el mundo tiene versiones hasta de cosas que vimos todos. O escuchamos. Por ejemplo, durante mucho tiempo se decía que el verso “Un disparo de nieve”, de Ojalá de Silvio Rodríguez, en realidad era “Un disparo de Nievi”. El tal “Nievi” era un guerrillero de no sé qué país. Tuvo que salir Silvio a desmentirlo. Dijo que era “Un disparo de nieve”. Pero cuando pones el tema, Caaman, si ya estás al tanto de la polémica, es increíble pero escuchás: “Un disparo de Nievi”. No puede ser, dice Caaman. Fijate. 

FC

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