Un G20 con la impronta de sur global

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La presidencia del Grupo de los 20 (G20) a cargo de Indonesia durante 2022, a la que seguirán las de India en 2023 y Brasil en 2024, abre una continuidad sin precedentes de países emergentes al frente del foro que podría, por fin, desplazar la atención mundial hacia las necesidades de los países del Sur global.

Indonesia toma la posta de Italia, cuya presidencia hasta el 1 de diciembre de 2021 concentró los esfuerzos del G20 en tratar de encauzar un planeta devastado por la pandemia y amenazado por los efectos del cambio climático.

Coincidentemente, se celebran 65 años del establecimiento de relaciones bilaterales de Indonesia y Argentina, reflejada por una marcada amistad y colaboración en los foros internacionales. Ese vínculo ha sido profundizado en la reunión de intercambio y coordinación de los Sherpas de los países emergentes en el G20 (Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía), que habitualmente coordina nuestro país.

 Hasta aquí, la agenda del G20 estuvo preferentemente más centrada en los problemas del mundo desarrollado que en los desafíos específicos que urgen a las economías emergentes y a los países en desarrollo. Sin embargo, en estos próximos tres años, las sucesivas presidencias de Indonesia, India y Brasil pueden impulsar una nueva perspectiva que evite que la agenda de este foro internacional quede reducida a un mero reciclado de la que lleva el G7.

Desde que el G20 se transformó en una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, en 2008, se celebraron cuatro reuniones en la región de Asia y el Pacífico, y la de este año en Indonesia será la primera en el Sudeste Asiático.

Indonesia, un país insular y diverso, donde conviven más de 300 grupos étnicos, es la economía más grande de la región y su único representante en el G20. Por lo tanto, su presidencia pondrá acento en los desafíos clave del Sudeste Asiático y velará por intereses más amplios que atañen a los países en desarrollo.

La recuperación, un imperativo

Bajo el lema “Recover Together, Recover Stronger” (Recuperarse Juntos, Recuperarse Más Fuerte), Indonesia propone una agenda orientada a la recuperación económica global, resiliente, estable, sostenible e inclusiva.

Pero el reto será traducir esas palabras en políticas concretas y realizables, en un momento en el que iniciamos el tercer año de pandemia bajo las amenazas de nuevas variantes como la ómicron. Esto significa que la recuperación económica real y tangible debe ser un imperativo y no una opción.

La Presidencia italiana en 2021 se centró acertadamente en tres pilares de acción interconectados: Personas, Planeta, Prosperidad. Su objetivo era promover una respuesta internacional rápida a la pandemia. Sin embargo, la inequidad en la distribución mundial de vacunas persiste.

Los países de ingresos altos han aplicado más dosis de refuerzo en cuatro meses que las aplicadas por los países de bajos ingresos en todo el año. En este momento, el 58% de la población mundial está vacunada, pero el abismo entre los países desarrollados y los menos adelantados sigue siendo un problema serio que requiere una solución urgente.

La aparición de la variante ómicron, que se propaga con mayor rapidez que las anteriores, pone en evidencia que estamos aún lejos de lograr el objetivo acordado en Roma a fines de octubre. La meta del G20 era vacunar para fines de 2021 al 40% de la población de cada país y al 70% a mediados del año que viene.

Alcanzar estas cifras implica hacer cambios fundamentales en la arquitectura sanitaria internacional. Para poder controlar la pandemia y prepararse para las futuras será necesario promover la transferencia de tecnologías, intercambiar conocimientos y fortalecer las capacidades de fabricación.

En ese sentido, desde la presidencia del foro Indonesia tiene la oportunidad de liderar reformas en la arquitectura de gobernanza de la salud mundial que actualmente tiene a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su núcleo.

Las disparidades globales de acceso a la salud que puso en evidencia la pandemia de COVID-19 acentuaron la pobreza mundial. Al mismo tiempo, amenazan con dejar atrás a las naciones en desarrollo para una recuperación económica sostenible.

Según Naciones Unidas, es la primera vez en dos décadas que aumenta la pobreza extrema en el mundo. Una situación que está estrechamente relacionada con la crisis de la pandemia, que ayudó, además, a incrementar la brecha de desigualdad entre ricos y pobres en países en desarrollo.

En América Latina, por ejemplo, la Cepal estimó que en 2020 la tasa de pobreza había alcanzado el 33,7%: la región perdió así más de una década de los progresos que hizo para reducirla. Y, a pesar de vislumbrar una mejora en los primeros tramos de este año, el empleo todavía está un 3% por debajo del nivel anterior a la crisis.

 La agenda

El mundo vive un momento marcado por la fragilidad y la desigualdad. Si bien la economía mundial ha mostrado una evolución favorable en 2021 y se proyecta un sólido crecimiento económico para el próximo año, existen también indicios de que la recuperación seguirá siendo dispar y volátil.

Algunas proyecciones indican que el PIB per cápita entre muchas economías emergentes y en desarrollo se mantendrán por debajo de los niveles anteriores a Covid-19 durante un tiempo prolongado.

Este año la agenda de Indonesia tiene como uno de los ejes principales el papel esencial de la tecnología en la economía mundial y los beneficios de la cooperación internacional hacia la transformación digital y la inclusión.

La actualización del estatus del Grupo de Trabajo sobre Economía Digital del G20, que empezará a sesionar en 2022, fortalecerá los esfuerzos de colaboración, evitará posibles duplicaciones con otros sectores y generará un mayor compromiso y legitimidad para discutir cuestiones digitales, como ha reclamado la Argentina.

La transición energética y el financiamiento para mitigar y adaptarse al cambio climático será otro de los asuntos que se abordarán con prioridad en Yakarta. En la Declaración de Roma, los líderes recordaron el objetivo de movilizar 100 mil millones de dólares por año hasta 2025, a ser provistos por los países más avanzados a los países en desarrollo en la lucha contra el cambio climático.

Al igual que otros países en desarrollo, Indonesia ha insistido en que la transición energética y todos los esfuerzos para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas debe ser asequibles. La financiación para cumplir con los compromisos en materia de cambio climático será un punto de especial consideración en su presidencia.

Indonesia anunció que su presidencia del G20 reflejará la perspectiva de los países en desarrollo para crear un orden mundial compartido y más justo, fortalecerá la solidaridad global en la mitigación de los impactos del cambio climático y la promoción del desarrollo sostenible. Ese es, también, nuestro objetivo.

 

Jorge Argüello

Embajador de la Argentina en los Estados Unidos

Sherpa argentino en el G20