COLUMNA NÓMADE

Luz de agosto

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Ahora que llega septiembre pienso en agosto. La luz de agosto tiene cierta tendencia a la dispersión. Es puro invierno pero en breve llegará la primavera. Algo en la luz sabe eso.  

En agosto comprendí que la paternidad no se bajaba como una aplicación. Agosto, Agosto, grita Luca Prodan en una canción de Sumo llamando a una perra que andaba por ahí. Hay un chico tirado en la calle temblando, está bajo la luz de agosto, pero el sol parece no hacerle nada. Me acerco y le digo si quiere comer algo, pero me dice que quiere dormir, me habla sin abrir los ojos. Y a cada paso que ando bajo la luz de agosto encuentro gente durmiendo en diferentes lugares de la calle. Apoyados en las paredes de las casas, fumando, durmiendo tapados con lo que sea. El capitalismo no tiene salidas: esta gente es usada como señaladores de lo que te puede pasar si hacés las cosas mal.  

En agosto, mi papá se quedaba en casa por las noches y yo me ponía un pijama y me sentaba a su lado a pasar la trasnoche viendo en el Kenia Sharp Club unas películas que nunca más volvimos a ver, ni nadie conoce. En una un hombre mayor cantaba mientras manejaba borracho “Yesterday”, de los Beatles. Esa escena me impresionaba. En otra, un hombre leía un libro que lo ayudaba a ascender en el trabajo. Hasta que era paralizado por un gerente que, cuando el tipo salía de la oficina, uno veía que sacaba del cajón del escritorio el mismo libro que leía el tipo que trataba de ascender. Mi papá se reía. En otra peli, que veíamos en las noches de agosto, un hombre se casaba con una mujer a la que había cortejado todo el tiempo, pero en el momento de casarse ya estaba enamorado de la hermana de su esposa, la película se llamaba El rompecorazones. Nunca nadie me dijo que la vio. Creo que eran películas que pasaban sólo para mi padre y para mí. Era agosto y la gente trata de pasarlo porque –como me contó Victoria– hay un dicho que reza: Hay que pasar agosto. Porque, dicen, la gente muere en agosto. ¿Será por eso que mi viejo no salía?¿No era porque quería estar más con nosotros, su familia? 

En agosto vamos en un auto hacia Paraná y esa luz de agosto pega sobre el parabrisas y veo un cartel que dice: Serodino. Y le propongo a Victoria desviarnos para conocer el pueblo donde nació Juan José Saer. Cuando entramos no hay, a primera vista, nadie, nada. Un pueblo vacío, una maqueta de un pueblo. Parece que todos en la siesta abandonaron el lugar. Pero de golpe nos cruzamos con un hombre que vive cerca de la estación del ferrocarril. Y le preguntamos por la casa de Saer y nos da indicaciones. Es ahí nomás. Una casa vieja, con un cartel que dice que ahí nació el crack de las comas. Cada coma puesta donde va, cada coma puesta donde no va. Y así aprendimos a respirar con él bajo esta luz tenue de agosto.  

A William Faulkner le habían rechazado un relato. Ningún problema. Empezó otro. Agarró una hoja y anotó en un extremo: 17 de agosto. Escribió con letra de imprenta “Dark House”. Empezó a levantarse temprano para escribir casi todo el día. El tipo que armó un mezcladito con la Biblia, Shakespeare y el whisky solía andar a caballo, ocuparse de su finca y después sentarse con Estelle, su mujer, al final de la tarde, para tomar un vermut en la galería de la casa. Un día que estaban ahí sentados, Estelle le dijo: “Bill, ¿no te parece que la luz de agosto siempre es diferente a la de cualquier otra época del año?” Faulkner se levantó de la silla. “Así es”, le dijo a Estelle y entró a su escritorio y donde decía “Dark house” tachó y escribió “Luz de agosto”.  

Si nunca leíste Faulkner no te aconsejaría que empieces por Luz de agosto. Te puede volver loca o loco de tristeza. En el condado de Yoknapatawpha, cuya capital es Jefferson, las cosas son horribles como en la vida real: no hay escapatoria. Y en agosto hace calor. Y la gente, dice Faulkner, hace cualquier cosa influenciada por el clima. Pero ahí está Lena. Sentada en la carretera, contemplando el carro que sube la cuesta hacia donde está ella. Piensa: “Vengo de Alabama: buena caminata”. Lena, Joe Christmas, Miss Burden, el reverendo Gail Hightower. Los seres humanos de Faulkner a la deriva de las pasiones y su locura, el sur profundo bajo una luz de agosto criminal. 

FC