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COLUMNA NÓMADE

Operación Dragón

Bruce Lee en Operación Dragón, estrenada en 1973

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La primera persona que me habló de Bruce Lee fue mi padrino Bruno. Una noche, cuando volvió a casa después de su ronda nocturna, me dijo que había visto una película que le había parecido extraordinaria: Operación Dragón. Me contó varias escenas y la forma en que Bruce Lee usaba unos nunchakus a una velocidad increíble. Como la película no era para niños, yo me la fui imaginando en la cabeza de acuerdo a las cosas que me decía mi padrino. Durante una semana le fui preguntando más y más escenas y la fui armando en mi cabeza. Cuando finalmente la vI, me decepcionó. Pero el mito de Bruce Lee –a quien después vería como Kato en el Avispón verde- siempre me fascinó. Lo mataron por divulgar los secretos de las artes marciales, me había dicho mi padrino. Parece que cuando se estrenó Operación Dragón Bruce ya estaba muerto. Los reyes no van al estreno. 

Me acordé de Bruce Lee porque me compré un librito chiquito que se llama Apuntes filosóficos y es de Bruce Lee. Una edición lindísima de Bikini Ninja editada en Paraguay. Está traducido y prologado por Gabriel Pacheco. Dice Pacheco que Lee era hijo de un actor de una compañía de teatro chino. Que nació en California. Que al finalizar la guerra la familia de Lee volvió a Hong Kong y que ahí Bruce pasó su infancia y adolescencia, donde se entregó a las peleas callejeras que le dejaron secuelas de por vida. Que tuvo problemas con la mafia local y que los padres lo enviaron a Estados Unidos para que se rescatara. 

En su vida corta, trabajó como camarero y estudió en la universidad. Daba a la vez clases de Tai Chi y Kung Fu en parques pero rápidamente creció el volumen de alumnos y se puso un gimnasio. A fines de los sesenta, Bruce Lee ya era una celebridad de las artes marciales. Eso lo llevó a hacer películas –entre ellas la citada más arriba–. En 1970, sufrió una grave lesión lumbar y durante su convalecencia escribió ciertos apuntes filosóficos que fueron publicados dos años después de su muerte. Una estudiante alemana –Anne Schröder– los tradujo al alemán y los vendía en su adolescencia en las calles de Hamburgo. La edición paraguaya sigue la traducción de Anne. Los escritos de Lee son una mezcla del Tao, el Budismo Zen y algo de Star Wars. 

El escrito tres dice: Si no hay nada rígido en el interior, las cosas exteriores se revelarán. En movimiento, ser como el agua. En reposo, ser como un espejo. Responder como un eco. El nueve, dice: La consciencia de sí mismo es el mayor obstáculo para la correcta ejecución de todo movimiento. El quince: Dejarse llevar por la enfermedad, estar con ella, mantenerse en su compañía, ese es el modo en que la enfermedad se supera. El Dieciséis: La debilidad es algo importante y la fuerza no es nada. Cuando un hombre nace, es débil y flexible. Cuando muere, es duro e insensible. Cuando un árbol crece, es blando y maleable, pero cuando está seco y duro, muere. Rigidez y fuerza son compañeros de la muerte. 

Estos textos de Bruce Lee tienen algo del filósofo coreano Byung-Chul Han que suele vindicar el vacío y la filosofía oriental, en oposición a la filosofía occidental. Me divierto pensando en un filósofo occidental que viva en oriente y vindique el materialismo y el cansancio capitalista. ¿Existirá?

De un viaje que hice por Asia le traje a mi hermano Juan una remera con un dragón inmenso, de colores. Creo que no la usó nunca. De otro viaje le traje una gorra con un dragón en la frente: no se la vi puesta nunca. A mi hermano le decimos El Dragón por una situación divertida e íntima que no voy a revelar. Mi hermano es una de mis personas preferidas en la Tierra. El también tiene una serie de máximas y prácticas pero, como Cristo, no las escribe, las dice o las hace: es decir, que quedan fijadas sólo por la experiencia de quienes estamos con él en ese momento. Por ejemplo, si va a ver una película de un amigo y le parece malísima, él aconseja –si el amigo le pregunta qué le pareció– decir: me sorprendiste. Una vez se olvidó que me había contado esto y cuando fuimos a ver una película que hizo un amigo basada en una novela que yo escribí, nos dijo: me sorprendieron. 

Mi hermano hace una sopa de cebolla y cabellos de ángel descomunal. También cocina un tuco denso, poderoso y aromático. Cuando le pregunto las recetas, me dice: la miré a mamá cocinar. En un momento de su vida El Dragón tuvo una crisis vocacional y me citó en un bar para que le diera un consejo: no sabía si ser representante de artistas como mi papá o fotógrafo, algo que a él le gustaba mucho. Le dije que para mí él era fotógrafo, que hiciera eso. Se decidió por eso y ahora saca unas fotos increíbles y se gana la vida de esa manera. Durante mucho tiempo pensé que yo lo había aconsejado con este tema de la vocación, que lo había conducido. Hoy me doy cuenta de que fue al revés. Pero no lo puedo explicar con palabras. 

Mi hermano tiene muchas amigas y amigos y vive en diferentes casas que le prestan todo el tiempo. Es de perfil bajísimo. Y si habla es porque todavía no dominó bien el arte de la telepatía. Ejecuta a la perfección el consejo diecinueve de Bruce Lee: No afirmar nada sobre uno mismo. Pasar rápido como lo que no existe y estar en silencio como lo puro. Ganar es perder. Nunca ir adelante, siempre ir detrás.

FC

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