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Opinión

¿Volver con un ex o perder un deseo?

¿Volver con un ex o perder un deseo?

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Es posible decidir el fin de una pareja, pero no de un deseo. Hay parejas que llegan a su conclusión porque el deseo se perdió en el camino. Sin embargo, hay otras a las que les toca hacer un duelo complejo: ya no el duelo por la relación que terminó, el vínculo que daba ciertas seguridades o, al menos, una identidad y un aire de vida cotidiana; me referiré aquí más bien a la pregunta por cómo se hace el duelo por un deseo que une con otra persona cuando ya no vamos a continuar juntos.

Para explicar mejor de qué hablo, voy a contar un ejemplo bastante típico. Lo haré a partir de situaciones que son corrientes en los relatos de experiencias de análisis, la de nadie en particular, sino la de muchas y distintas personas que comparten un modo más o menos habitual de sentir. No se trata en estas líneas de una consideración universal, sí de algo que viven varias personas que conocí y conozco, no sé si hay mejor motivo para hablar de estas cuestiones.

Después de varios meses de peleas irreconciliables, dos personas deciden ponerle un punto final a su relación. Durante un primer tiempo ambos están aliviados, pero de repente empiezan a preguntarse por qué el otro no llama, piensan en escribirse, quizá lo vienen haciendo, pero ahora se preguntan en qué andará el otro, ¿se estará viendo con alguien? No digo que se haya acostado con otra persona, esto es imprevisible, más bien la pregunta es si está “conociendo” a alguien. ¿Volverá a enamorarse?

Sí, es muy posible que el otro vuelva a enamorarse, ¿se lo podemos prohibir? En este punto, además, hay que ser coherente: en la despedida dijimos “Te deseo lo mejor” y seguramente eso incluye que el otro pueda “rehacer” su vida, si es que una vida puede rehacerse. Por cierto, ¿quisiéramos volver con el otro? Esto es claro, nuestra decisión es indeclinable. No éramos felices y, seamos honestos, nosotros estamos en pleno inicio de una relación que nos tiene entusiasmados. No es este un caso de esos que los artículos proponen cuando plantean la pregunta: “¿Cuándo regresar con tu ex?”.

Esta última expresión es curiosa: ¿es realmente posible volver con un ex? La idea misma de “ex” es extraña, porque supone un vínculo en presente, pero con alguien del pasado. Un “ex” es el presente que nos une con el pasado, o la continuidad del pasado en el presente, como no resuelto; quizá por eso quienes “regresan con sus ex” terminan reeditando la relación que tienen, o bien lo hacen para confirmar que querían separarse. Una pareja necesita a veces múltiples retornos antes de poder despedirse. Sin embargo, no es de esto que hablo en esta ocasión. Incluso pienso que hay quienes pueden estar de nuevo con alguien con quien tuvieron algo en otro momento, pero este reencuentro no es “volver con un ex”, sino empezar nuevamente (es decir, de manera novedosa) con esa persona a la que alguna vez creyeron que conocían. En este punto, es saludable que las relaciones a veces concluyan con dos personas diciéndose: “Te desconozco, no sé quién sos”. Si realmente supiéramos quién es el otro, o si nos creyésemos la ficción de que sabemos quién es el otro, lo cierto es que esto se parece más a la necesidad de justificar algún tipo de irresolución personal, puede ser justamente el modo de tratar un deseo que aún permanece: necesito decir(me) que el otro es así o asá… para reprimir el deseo que me une con él o ella.

Así es que regresamos a nuestro tema. ¿En qué andará el otro? Entonces, puede ser que asuma dos actitudes: quizá cada tanto le mande un mensaje, o le haga llegar alguna noticia mía, para “tantear” si aún me responde, si está disponible, si se acuerda de algo que yo no puedo olvidar (un día en que fuimos felices), etc. En definitiva, por esta vía lo que hago es tantear si aún soy el objeto de su deseo. La otra actitud consiste en sufrir si veo una foto suya, si nos cruzamos por la calle y lo (o la) veo de un modo conmovedor, seguramente con un atractivo mayor al que tenía cuando estábamos juntos. Si sufro, es porque deseo. Hay personas que, por ejemplo, nunca pierden el deseo de acostarse con un ex, a pesar de que no quieran retomar la relación. Hay ex que se acuestan y, luego, se arrepienten, o buscan la manera de irse lo más rápido de la escena, tanto como están los que no pueden dejar de hacer alguna mención que demuestre que “conocen” al otro, tal vez como una manera de esperar un reconocimiento por haber sido objeto de ese deseo alguna vez.

Freud decía que el deseo es indestructible. Esto no quiere decir que no haya deseos que se pierdan. A veces el fin de una relación se debe a que después de haber realizado los deseos que nos unían con otro, ya no queda mucho más que hacer. El problema son los deseos no realizados. O esos que quedan “pendientes” cuando dos personas deciden que ya no quieren estar juntos. También hay parejas que solo estuvieron unidas por un par de deseos y quizá por eso nunca se pusieron de acuerdo. El deseo produce un lazo, pero no siempre es de unión irrestricta. El deseo, como muchas veces escribí, también separa, porque en el deseo no hay simetría: ojalá una relación humana se pudiera reducir al simple “Yo te deseo”, “Vos me deseás”, “Nos deseamos” y listo. No le voy a pedir al lector que lea a Hegel o a Lacan, para tener una visión más compleja del deseo, pero me alcanza con decir que en el deseo no hay “compañerismo”, porque en el deseo siempre quiero del otro algo que no puede darme sin dejar de ser quien es; con el deseo siempre se trata de cambiar al otro, de una manera en que si incluso cambiara, no quisiéramos. El deseo es lo que ocurre entre pedirle al otro que cambie (de un modo que no quiere) y un cambio que, si realizase, no querríamos. No hay que leer a Hegel o a Lacan, alcanza con leer las pintadas en las paredes o los pasacalles del estilo “Gordi, volvé conmigo, ahora me baño”. Cuando leemos un anuncio semejante nos reímos, porque creemos que el destinatario nunca estará de acuerdo, pero nuestra risa reprime aquello que menos nos gustaría escuchar: que quien se ofrece de ese modo, lo último que quiere es volver.

Para concluir, pienso que durante mucho tiempo pensamos la pareja desde el punto de vista del deseo. Sin duda es un factor importantísimo, pero también puede ser el que menos hable de la pareja que dos personas conformaron. Incluso puede haber un deseo que una a dos personas, pero no es fácilmente integrable a su condición de pareja. Por otro lado, también hay parejas que al principio no encuentran un deseo, pero después de un tiempo se descubren viviéndolo. Estas son las parejas más interesantes, porque no se basan en la inmediatez pasional, sino porque descubren una pasión como resultado del encuentro: la de estar juntos. No es lo mismo decir “Sos el objeto de mi pasión” que descubrir que “Mi pasión es estar con vos”. Estas parejas, más interesantes, suelen ser también más frágiles, atadas a lo transitoriedad, no porque duren menos (a veces se prolongan durante muchos años), sino porque no basan la pareja más que en lo que hacen como pareja.

LL

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