Cristina-Alberto, la batalla de los 60 días y la PASO peronista con el método Néstor

Antes de morir, Néstor Kirchner buscaba el abracadabra para volver a ser presidente. El instrumento que en su laboratorio electoral presumía más eficaz era una PASO amplia y diversa, pero acotada a la provincia de Buenos Aires: él, arriba, único candidato a presidente y, abajo, una triple oferta para gobernador bonaerense, con Daniel Scioli -por su reelección-, Martín Sabbatella y Sergio Massa.

“Uno por el centro, uno por izquierda, otro por derecha: todos sumando para él”, era la máxima que simplificaba el plan de desplegar un menú de opciones del oficialismo, por entonces con el sello Frente para la Victoria (FpV), para pescar en varias lagunas, todas afluentes de un mismo río: el regreso de Kirchner.

El plan nestorista, como se sabe, se truncó el 27 de octubre de 2010, pero un año después, con un atajo que construyó Jorge Landau, otro ausente, Cristina fue por su reelección con tres candidatos en Buenos Aires: Scioli compitió con Mario Ishii como en la PASO -le ganó 93,8 a 6,2- y en la general, con una “colectora” -que estaban prohibidas pero no tanto- Sabbatella fue adherido a la presidencial de Cristina. Scioli, que aceptó una primaria aunque era gobernador, juntó 4,3 millones de votos y el dirigente de Morón aportó medio millón.

Para inicios de mayo, deberían resueltas tres cuestiones básicas: 1. Si Fernández buscará su reelección, 2. Si Cristina revisa su decisión de no ser candidata y, 3, sometido a los factores anteriores, si el FDT sigue con vida

El modelo Néstor reapareció ahora en las mesas de arena del FdT. Se menciona como opción en Olivos, la plantean en el Senado y en Economía. Aparece con una enmienda: la variación que aplicó Mauricio Macri en 2015, una PASO administrada contra el radical Ernesto Sanz y Elisa Carrió, que le permitió pescar en distintas lagunas, con lo que además de desplazar del segundo lugar a Massa, logró volumen y legitimización interna.

Dispersión

Tras la mesa del FdT, y con un operativo clamor en marcha, los Fernández entraron en la guerra de los 60 días, un período de tironeo público y negociación privada para ensayar un último ejercicio de convivencia que permita la continuidad, o la supervivencia, de la unidad panperonista. Para inicios de mayo, deberían resueltas cuestiones básicas: 1. Si Fernández buscará su reelección, 2. Si Cristina revisó su decisión de no ser candidata en 2023 y 3. Atado a los factores anteriores, si el FdT sigue con vida. La atomización, agudizada por la confrontación y la incomunicación entre los Fernández, ofrece una PASO cómo último recurso para evitar fugas y aplicar aquella verdad peronista que reza que el que gana conduce y el que pierde acompaña.

Pero la PASO, solución teórica aceptada, tiene un problema: el camporismo entiende inviable una primaria en la que participe Alberto Fernández. Sugiere, sobre todo, una desigualdad en la competencia: con el manejo del Estado, ningún candidato tendría las mismas posibilidades que el presidente. En criollo: el manejo de los fierros políticos.

Asoman, en sectores del FdT, dos dictámenes de naturaleza política. 1. Si un candidato le gana las PASO al presidente, sale doblemente fortalecido para la general. 2. El candidato que le gane una PASO a un candidato del cristinismo, “sale de la primaria como futuro presidente”. Lo primero incluye a Fernández. Son dos tesis que proyectan hipotéticos beneficios a las primarias, una herramienta que el peronismo (y sobre todo el cristinismo) utilizó muy poco. Puede ser por la sentencia de José Maria “Tati” Vermet: “Perder no es grave, lo grave es la cara de boludo que te queda”.

En esencia, la razón capital por la que se evitan las internas es por el temor a perder. Incluso, a no ganar por escándalo. Un operador sostiene, sobre esa base, que las PASO deben ser producto de un acuerdo post desacuerdo. Traducción: si no se logra unificar posiciones -la fantasía del candidato único-, hay que ir a una primaria que puede ser competitiva, pero que tiene que formar parte de un acuerdo preexistente. Gambetear las esquirlas del duelo Aníbal-Julián en 2015.

A Sergio Massa, que insiste con que no será candidato, se le atribuye el planteo sobre una PASO múltiple que legitime al candidato y logre, en ese trámite, entidad propia más allá de la bendición de los Fernández: el candidato debe llegar sin vetos, sobre todo de Cristina, pero al mismo tiempo tener una validación vía PASO. Aplica aquel teorema nestorista de la mariposa y el candil: ni muy lejos para morir de frío, ni tan cerca como para quemarse.

Promotores

Fernández es, junto a Scioli, el principal promotor de las PASO. Este viernes, en una entrevista con C5N, cementó esa línea: dijo que no quiere que el candidato sea elegido a dedo -el método que lo convirtió a él en postulante- y que su prioridad es que gane el FdT antes que su hipotética reelección. Ese zigzageo incomoda a La Cámpora que utiliza la que, por momentos, parece su única arma: la postulación de Cristina Fernández de Kirchner. El operativo clamor tendrá su episodio primario el 11 de marzo, todo indica que sin la vice.

En el mundo Alberto hay una lectura de ese proceso y la explican con una frase que, dicen, Máximo Kirchner pronunció en la mesa del FdT que se reunió en la sede del PJ en la calle Matheu. “Si no tenemos a Cristina candidata, no tenemos nada”, se pone en boca del diputado y se lo traduce como un gaffe que confiesa la debilidad del dispositivo K. La discusión de fondo deriva de eso: cómo se estructura el FdT a algo más de 100 días para el cierre de listas, un trámite que todos los habitantes del planeta PJ consideran necesario, pero donde difieren los tiempos: Fernández no demuestra ningún apuro mientras que el cristinismo quiere que sea ya y que incluya, además, lo que el presidente resiste: un renunciamiento.

En el entorno de la vice ven que la peor hora de Fernández pasó, que sobrevivió al precipicio que pronosticaba una Asamblea Legislativa en julio del 2022 y tuvo un respiro post Mundial. “Ahora gana tiempo. Alberto dilata, nosotros nos enojamos y salimos a gritar, él le saca rédito a eso”. En el mundo Cristina se afirma, como en casi todo el universo político, que el presidente no es una figura competitiva pero que puede usar su posición para negociar. ¿Negociar qué?: ser parte de lo que viene, no como candidato, sino como facilitador de una eventual continuidad. Hay algo más básico: el temor de Fernández es que lo tiren del barco peronista, o lo escondan en la campaña, que lo pasen a pérdida antes del final.

Cerca del presidente deslizan que en la primera quincena de mayo habrá decisiones. Remite, quizá, a que el 18 de mayo de 2019, la vice anunció la fórmula Fernández-Fernández. Sin mesa de negociación con Cristina, el presidente no parece apurado por definir cuál será de su futuro político. Tiene, además, un entorno que lo quiere con poder de fuego para negociar su propia continuidad. “Cristina dijo que no va a ser; Sergio dice que no quiere ser...”, repiten como un mantra. Hay una versión con una diferencia nada sutil: “Cristina no quiere ser: en mayo se resuelve si es Alberto o si es Sergio”.

En medio, Scioli se convirtió en el candidato más proactivo del peronismo. En la vendimia, además de aportar una postal que lo muestra con Victoria Tolosa Paz y Anabel Fernández Sagasti -insumo para las especulaciones sobre que la vice pueda ser una de las dos- incursionó en un relato de campaña, donde se siente cómodo y que apunta a algo que él advirtió hace tiempo: pensar en el voto de Javier Milei. “Estoy a la derecha de la derecha”, dijo Scioli sobre la cuestión de la inseguridad y el factor narco en Rosario. Esa versión del exgobernador encaja en la construcción de un menú a lo Néstor: Juan Grabois por izquierda y Scioli por centroderecha, ¿Massa por el centro?

Serguismos

“Sergio no necesita bajar la inflación, sólo necesita que la economía no explote. Con eso le alcanza para ser candidato. Después debe llegar con el guiño de Cristina, que no lo vete, y que Alberto lo sienta como propio”, apunta un funcionario con varias terminales. Le agrega dos elementos. Uno refiere a que advierte que en el último tiempo se tensó el vínculo entre Massa y La Cámpora, una relación que el ministro cultiva y trata de preservar´. Dos, que el ministro se ve como un candidato de consenso mayoritario, que podría atravesar una PASO de sparring, por caso contra Grabois, pero no está dispuesto a una primaria real. Otro factor que asoma, y circula en el massismo, descarta a Eduardo “Wado” De Pedro como eventual vice de Massa. El metamensaje es otro: ningún K explícito como dos.

El clamoreo por CFK, al que Wado se acostumbró, impacta sobre el imaginario de Massa como candidato salvador y de “la unidad”. En Casa Rosada entienden que Cristina no será candidata. “Si no fue en el 2019, cuanto tenía más chance ¿por qué lo sería ahora?”, afirman, con la gambeta de la pregunta. “Es la única que ordena, es la que más mide, es la única en condiciones de enfrentar lo que viene”, sostiene una fuente cristinista.

PI