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Cristina fuera de la boleta

El último renunciamiento de CFK, la orfandad del PJ y el dilema del elegido

Cristina Kirchner

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Dos veces en diciembre, el 6 y el 27, otra en marzo -el 29, vía Twitter-, y una más en abril, el 27 en el Teatro Argentino. Este martes, 48 horas antes de que se cumplan cuatro años del sábado de mayo del 2019 en que anunció la fórmula Fernández-Fernández, con la que inoculó orden y competitividad al peronismo, Cristina Fernández de Kirchner volvió a avisar, ahora por escrito, que no será candidata.

Cinco veces en poco más de 5 meses para ratificar una idea cuya raíz está en 2019 cuando decidió aceptar la validez del mandamiento “con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede” que allanó la candidatura a Alberto Fernández y la alejó a ella de un tercer mandato presidencial. Ahora, la vice canceló esa opción con la carta pública de este martes en la que, como si huyese de la literalidad, dedica varias frases a explicar los porqué de su renunciamiento sin terminar de decirlo nunca.

Cristina se movió forzada por un operativo clamor silvestre y emocional que parecía incomodarla y comenzó a estorbar su táctica electoral. Lo explicitó, con algo de fastidio, con aquel “Presidenta nada” que dijo en La Plata hace 20 días, atardecer en el que, para los que se detienen en las sutilezas, hubo un detalle particular: ni Máximo Kirchner ni la dirigencia de La Cámpora se plegaron a los cantitos que la vice silenció con un ademán. La paradoja es que la última postal antes de publicar la carta que es, hasta acá, su último anuncio de que no será candidata a nada, sonó el coreo de “Cristina presidente” en el Congreso del PJ.

Como si el clamor peronista fuese el prólogo, minutos después, Cristina tuiteó su adiós electoral.

Orfandad

En su carta, la vice despejó algunos malentendidos. Uno referido a que su renunciamiento de diciembre, post sentencia de la Causa Vialidad -que según decía, “estaba escrita” desde mucho antes por lo cual no pudo sorprenderla- no fue una reacción en caliente sino que se trató de una decisión meditada y, a su vez, el anticipo de lo que podría venir si decidía competir.

El doble fallo de la Corte sobre las candidaturas de Juan Manzur en Tucumán y Sergio Uñac en San Juan, ambas reñidas con las constituciones, se leyeron -más en la forma que en el fondo- como el indicio de que el tribunal que preside Horacio Rosatti estaba dispuesto a intervenir en el proceso electoral ante la eventualidad de que la vice decidiera ser candidata.

Cristina movió antes: en diciembre, cuando dijo que no le permitirían competir, desactivó su candidatura con el objetivo de que el peronismo encuentre una dinámica ordenadora. Cuando lo hizo, Sergio Massa emergía como un ministro eficaz que había logrado bajar la inflación a menos de 5 puntos y proyectaba un descenso, continuo, hasta un 3 y algo en abril. Algo así como el candidato inevitable. Una buena performance de Massa como ministro anulaba, a su vez, la supuesta reelección de Alberto.

Cuarenta días más tarde, tras el sablazo del 6% de la inflación de enero, la alternativa Massa estaba en veremos y el mapa del FdT seguía sin ordenarse. El que parecía el plan B de la vice, un giro hacia el centro, una apuesta al peronismo clásico, entró en crisis. Ocurrió algo más: empezó a brotar en el kirchnerismo el rechazo a que la vice bendiga a un candidato, menos que menos a un extra K como Massa.

Esa orfandad se profundizó con el reanuncio de CFK: ningún actor del dispositivo K logra permear entre los votantes de Cristina, como si sus militantes tuviesen el reflejo condicionado del 2019 en el que la vice los subió a esa aventura fallida que fue, para el cristinismo, la presidencia de Alberto. El karma persigue sobre todo a Massa, pero abruma también a Eduardo “Wado” De Pedro, que podría ser el hijo dilecto de la vice, pero por alguna razón no logra siquiera atravesar la primera frontera de un candidato: hacerse masivamente conocido.

Para el purismo K, “Wado” es casi demasiado centrista, justo eso que el ministro del Interior quiso y supo hacer, como si cumpliera un rol que le dio Cristina: ser el más moderado de La Cámpora, el dialoguista, enlace con sectores empresarios y de poder, el que se anima a compartir escenario con Luis Barrionuevo o el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley. Pragmatismo puro y duro, para gobernador, para hacer acuerdos, pero poco digerible para los fans de Cristina.

El domingo en elDiarioAR se publicó parte de una encuesta de CELAG que mide preferencias entre los votantes del FdT: es muy la baja la performance de De Pedro, muy lejos de Axel Kicillof, el más taquillero pero solo un poco arriba de Massa. Hace tiempo, en los informes que se publican o muestran, los consultores que hacían estudios a pedido del kirchnerismo, recibían el pedido explícito de no medir a Cristina.

La persistencia del clamor, una herramienta ineficaz frente a la “proscripción” que denunció la vice -¿cómo se vence una proscripción potencial, cómo se combate un intangible, cómo se revierte lo que todavía no ocurrió?-, condicionaba la construcción de candidatos y roles. Por eso, ahora emerge la magia, la espera de que la vice haga un juego magistral, ordene las piezas de tal manera que el peronismo vuelva a estar en carrera, que el 2023 no ofrezca la derrota electoral que Cristina augura desde marzo del 2022, cuando se firmó el acuerdo con el FMI.

PI

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