En AmCham

“El populismo tiene que desaparecer”: Mario Lugones debutó en público con críticas a la salud como derecho

20 de mayo de 2025 17:24 h

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“El sistema de salud está en terapia. Y no porque lo diga yo, sino porque hace muchos años los funcionarios fueron muy hipócritas”. Esa fue la frase con la que el flamante ministro de Salud, Mario Lugones, eligió abrir su primera intervención pública desde que asumió formalmente el cargo, hace ocho meses. Desde el escenario del AmCham Summit 2025, la cumbre anual que reúne a empresarios, ejecutivos y funcionarios bajo el ala de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, el funcionario habló sin pelos en la lengua: su discurso fue un acto de doctrina, donde apuntó contra “el populismo”, la centralización estatal y el principio mismo de la salud como derecho irrestricto. “El populismo tiene que desaparecer. No podemos decir que todo el mundo tiene derecho a todo. Esa mentira hay que dejarla de lado”, sentenció.

Minutos antes había arremetido contra el sistema tal como se lo conoce: “¿Saben quién creó el PAMI? Lanusse. ¿Y las obras sociales? Onganía. Nunca fue responsabilidad de la Nación manejar la salud, y sin embargo lo hizo. Eso se terminó”. Según Lugones, el modelo sanitario argentino colapsó no por falta de recursos, sino por la “hipocresía” de décadas de gestión pública. “Los gobernadores se llenaban la boca hablando del sistema regio, pero no invertían nada. Era mucho más fácil venir a pedirle plata a la Nación”.

Desde el panel, mano a mano con el periodista Nacho Girón, el médico y empresario planteó la necesidad de “volver a los orígenes” y trasladar a las provincias la gestión de hospitales nacionales. También reivindicó la idea de concesionar su administración al sector privado, a imagen y semejanza del modelo británico de los años 90. “Todos pagamos para ir a un hospital público. ¿Ustedes creen que se puede dar salud con dos mil pesos, como aporta el personal doméstico? No se puede”, dijo Lugones. En su visión, la Nación debe retirarse del rol de prestadora y limitarse a regular. El único hospital que quedaría exento del nuevo esquema es el Garrahan, por su nivel de complejidad y alcance federal.

Pero detrás del tono provocador hubo también una consolidación de poder. El discurso de Lugones no fue el debut de un ministro, sino la confirmación pública de un liderazgo que ya ejercía desde el inicio del Gobierno. Médico cardiólogo, expresidente de la Fundación Sanatorio Güemes, su ascenso comenzó en paralelo al de Santiago Caputo, con quien su hijo Rodrigo —radicado en Madrid— comparte sociedad en la consultora Move Group. Juntos, padre e hijo operaron durante meses sin ocupar cargos formales, pero con control efectivo sobre áreas clave como el PAMI, la ANMAT, el INCUCAI y la Superintendencia de Servicios de Salud.

La renuncia de Mario Russo, en septiembre del año pasado, fue el resultado de esa interna silenciosa. El exministro intentó ponerle límites a Cecilia Loccisano, funcionaria de confianza del tándem Caputo-Lugones, y restringir su margen de maniobra. La represalia fue inmediata: perdió respaldo político y fue eyectado con un argumento oficial anodino. La frase que circulaba en Casa Rosada lo resume todo: “Russo quería mandar”.

Desde entonces, Lugones extendió su control sin interferencias. Colocó a Gabriel Oriolo, exOSDE, en la Superintendencia; empoderó a Loccisano en la coordinación administrativa; y ahora, con su firma formalizada, acelera los cambios. El año pasado, envió una carta a los directores de hospitales para exigir una reducción del 35% en el gasto de medicamentos. Denunció que compraban a precio de venta al público y que era hora de negociar “como corresponde”. Nadie sabe aún si eso implicará mejoras en la eficiencia o menos medicamentos en los depósitos.

La motosierra también alcanzó al universo de la discapacidad. Los recortes en transporte, cobertura escolar y maestros integradores derivaron en dos marchas a la Quinta de Olivos, protagonizadas por personas afectadas, sus familias y prestadores. El plan de fondo es claro: desregular, desfinanciar y forzar a las jurisdicciones a hacerse cargo, o bien abrir la puerta al gerenciamiento privado. Pero ni AxelKicillof, ni Jorge Macri ni Claudio Vidal aceptaron aún el traspaso de hospitales sin presupuesto. Por eso en el ministerio ya hablan sin rodeos de concesionar su gestión, aunque eso implique tensionar con gremios y autoridades sanitarias.

El discurso de Lugones en AmCham dejó ver algo más que un diagnóstico: mostró una estrategia. Una que mezcla ajuste, privatización y una narrativa moralista sobre el rol del Estado. “Yo no tenía ningún rótulo y modifiqué un montón de cosas en salud, sin ocupar ningún cargo”, respondió cuando le preguntaron si era importante mantener un ministerio. Su verdadera credencial, como se vio este martes, no es el título formal, sino la certeza de que ahora tiene el poder —y la exposición— que antes manejaba en silencio.

PL/MG