A Timothy Snyder se le escapa alguna risita al hablar de Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX que publicó en 2017, distribuyó gratis hasta imprimiendo fragmentos convertidos en carteles y dice que se lee en un rato. Ahora el ensayo volvió a ser el número uno en las listas de los más vendidos en Estados Unidos.
“Es halagador llamarlo libro. Es un pequeño panfleto”, dice el historiador estadounidense, especialista en Europa central y oriental, en un coloquio horas antes de recibir el honoris causa de la Universidad de Oxford. Pero no se sorprende cuando en una sala llena de estudiantes y profesores, la decana de la Escuela de Gobierno Blavatnik, Ngaire Woods, pregunta quién leyó Sobre la tiranía, y la mayoría levanta la mano.
Snyder explica que lo escribió en pocos días “pensando en Rusia, Ucrania, Europa y la tiranía posmoderna”, pero se basa en ideas de libros anteriores sobre el nacionalismo y sus estragos en la Europa del siglo XX, como el clásico Tierras de sangre: Europa entre Hitler y Stalin.
“Escribí Sobre la tiranía en parte como historiador, en parte como alguien que estaba relacionado con Ucrania y Rusia como observador y, en cierta medida, como participante. Y lo que estaba viendo en Estados Unidos me recordó a lo que ya había visto en Europa del Este”, explica. “Estados Unidos hace cosas que los europeos del Este hicieron antes, pero muchas veces de una forma un poco menos elegante”.
Obedecer por anticipado
Ahora Snyder es una de las voces más enérgicas y críticas sobre lo que está pasando en Estados Unidos y los peligros que entraña, una especie de historiador Pepito Grillo.
Cree que la lección más importante de Sobre la tiranía —y por eso la pone la primera— es “no obedezcas por anticipado”, que proviene de Alemania en la década de 1930. “Es un buen ejemplo de la pertinencia de las cosas que uno aprende del siglo XX”, explica en el coloquio en Oxford. “La única ventaja que tenemos sobre los alemanes de la década de 1930 es que conocemos su historia. No somos más cultos. No somos más inteligentes… voy a enfatizar esto de que no somos más inteligentes. A diferencia de ellos, nuestro coeficiente intelectual se desploma año tras año”.
La única ventaja que tenemos sobre los alemanes de la década de 1930 es que conocemos su historia
En abril, Sobre la tiranía volvió a llegar al número uno en la lista de no ficción del New York Times y ahora está en el segundo puesto. Es habitual ver el libro en el podio de los más vendidos en librerías de referencia.
“Cada vez que se vende un libro, anotamos el título en nuestro cuaderno de inventario para llevar la cuenta y pedir más ejemplares. Me gustaría saber cuántas veces escribí las palabras Sobre la tiranía en ese cuaderno desde 2017”, explicaba hace unas semanas Troy Chatterton, librero de Three Lives, en el Greenwich Village de Nueva York. “Durante ocho años, el manual de Timothy Snyder estuvo en nuestra lista de reposiciones, aunque su demanda sube y baja según el estado del mundo. Desde hace meses, las ventas han sido constantes”.
La historia ucraniana
Snyder publicó en 2018 un libro más tradicional centrado en el ascenso del autoritarismo en Rusia, El camino hacia la no libertad, algo que lo obsesiona. Desde la invasión rusa de Ucrania, se dedicó a explicar de manera pedagógica la historia rusa y la historia ucraniana de las últimas décadas. Y, antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, también hizo campaña en particular pensando en Ucrania.
Unos días antes de los comicios de noviembre, en una charla organizada por un grupo de ucranianos-estadounidenses, el historiador se dirigió a los republicanos que recelaban de Kamala Harris por otros asuntos: “No voten por Trump. Si les importa Ucrania, no voten por Trump. Si lo hacen, se van a arrepentir cuando vean lo que Trump y Putin van a hacerle a Ucrania”, les dijo.
Entonces Snyder, catedrático durante más de dos décadas en la Universidad de Yale, ya estaba en Toronto de año sabático acompañando a Marci Shore, su esposa y también académica especializada en Europa. Su mudanza definitiva a Canadá causó cierto revuelo, aunque él insiste en que no tiene relación con Trump y que no habría vuelto aunque hubiera ganado Harris.
Snyder arranca así la semana próxima como catedrático de Historia Europea Moderna especializado en estudios ucranianos en la Escuela Munk de la Universidad de Toronto.
En todo caso, el historiador participa habitualmente en charlas y también en protestas en Estados Unidos. De hecho, fue uno de los oradores en la marcha de Filadelfia el 14 de junio, parte de un movimiento nacional de protesta contra el presidente y su desfile militar en Washington.
Snyder cree que las protestas están marcando la diferencia y que a la Administración Trump sí le importan.
“La condición previa para la resistencia a gran escala es la protesta. No siempre funciona, pero es realmente difícil pensar en casos de resistencia sin un paso de protesta”, dice. Mira al público en Oxford y comenta, en referencia a las marchas del 14 de junio: “No sé cuántos organizaron una protesta con 10 millones de personas, pero la verdad es que requiere mucho trabajo”.
¿Fascismo?
En el coloquio, un académico cuestiona la comparación entre el fascismo y el Gobierno de Trump, y Snyder le rebate recordando la retórica y la psicología que se está repitiendo en ciertos aspectos de la vida estadounidenses.
“El fascismo empieza con la idea de que no importa nuestra capacidad racional, sino nuestra capacidad de sentirnos parte de nuestro grupo, sufrir por el dolor innecesario y creer cosas que en un entorno más sobrio reconoceríamos como falsas”, dice Snyder. “Sin duda, hay gente en la Administración Trump que es fascista, y hay momentos en los que Trump dice cosas inequívocamente fascistas, como cuando habla de periodistas como enemigos del pueblo o de conspiraciones internacionales... Su idea de que representa directamente al pueblo, que articula una y otra vez, es, en mi opinión, también fascista”.
El historiador reconoce que las comparaciones tienen sus límites, pero mirar a la historia ayuda a entender el presente y recuerda las raíces del autoritarismo en el siglo XX.
“El fascismo parte precisamente de la premisa de que la política se puede hacer de otra manera. Y eso lo veo en el mundo, y no sólo en Trump. Lo vi por primera vez en Rusia. Empecé a escribir sobre fascismo de nuevo por Putin”, dice.
La decana Woods insiste en encontrar algún mensaje de optimismo para los jóvenes que escuchan y también preguntan inquietos por sus propios países.
Una de las lecciones históricas es que reconocer los peligros ayuda a preservar la democracia, según Snyder: “Lo que me da optimismo es que, si miramos a la historia, el fascismo no siempre gana… Creo que gana más cuando la gente lo teme o no lo reconoce”, explica.
El estalinismo
Ante la insistencia de buscar contraargumentos, Snyder recuerda que no hace falta hacer equivalencias con el fascismo para ser crítico cuando Estados Unidos es ya, en su opinión, una autocracia competitiva, es decir un sistema donde sigue habiendo elecciones, pero el espacio para la disidencia está cada vez más limitado y las reglas del juego pueden ser adulteradas en contra del partido de la oposición.
“Hay otras cosas malas además del fascismo. Otra cosa que me preocupa es la forma del debate, cuando la gente dice: ‘Si puedo demostrar que no es fascismo, puedo seguir afilando mis lápices durante los próximos cuatro años’... Y se pueden hacer paralelismos con el estalinismo. Para mí, gran parte del trasfondo intelectual de lo que escribo sobre Trump tiene que ver con el estalinismo más que con el nacionalsocialismo”.
Estados Unidos no es Hungría
Cree que las comparaciones tan habituales ahora con Hungría y Polonia son algo forzadas, entre otras cosas dado el tamaño de Estados Unidos.
“Estados Unidos no es ni como Polonia ni como Hungría. Es un país de 340 millones de personas con muchos centros de poder diferentes y una diversidad muy real. Se pueden hacer cosas que desmantelen el sistema. Y creo que es más probable que haya algún tipo de fragmentación en Estados Unidos que una toma de control uniforme, trumpiana y tiránica de todo”, explica.
Estados Unidos no es ni como Polonia ni como Hungría
También cree que, a diferencia de las experiencias en otros países, las ideas sobre el Estado de Trump y las personas que lo rodean son contradictorias, en particular por la reducción drástica del gasto público en servicios que afectan a la vida diaria.
Cita, por ejemplo, cómo en sus discursos Putin mezcla su mensaje nacionalista con una atención, aunque sea supuesta, a los parques nacionales o a que esté bien pavimentado un parking. Y resalta el contraste con su país: “En Estados Unidos, en cambio, lo que se observa es simultáneamente un intento de destruir el estado de bienestar y de hacer que el gobierno en su conjunto sea más opresivo. Es una combinación inusual. Y creo que esa lógica tiende más a la fragmentación que a un cambio de régimen general”.
En Estados Unidos hay un intento de destruir el estado de bienestar y de hacer que el gobierno en su conjunto sea más opresivo. Es una combinación inusual
Cinco meses después
El 3 de febrero, Snyder dijo en una charla en Barcelona: “Hay muchas cosas que los estadounidenses todavía pueden hacer… Si la gente pasa tres meses sin reconocer que esto es una amenaza existencial para nuestro Estado de derecho, entonces evidentemente vamos a perder”.
Casi cinco meses después, esta periodista de elDiario.es le recuerda en Oxford sus palabras para preguntar en qué punto está ahora su país.
“No pretendo evadir la pregunta, pero creo que sigue siendo bastante impredecible”, contesta. “Uno de nuestros problemas es que no recordamos nada. Y es increíblemente banal. Pero una de las razones por las que Trump pudo ser elegido una segunda vez es que la gente simplemente no recordaba cómo fue la primera vez”.
Aun así, el historiador dice tener más esperanzas que en febrero: “Hay mucha gente protestando ahora que no protestaba antes. El nivel de aprobación de Trump es muy bajo. Ni una sola de sus políticas es popular. Muchos abogados hicieron un buen trabajo”, dice. “Aunque el Gobierno desobedeció órdenes legales individuales y cuestiona todo el sistema legal, todavía no rompió con el Estado de derecho. Y creo que el tiempo no está de su lado”.