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El 8M volvió a la masividad: el repudio de los crímenes de género recuperó el centro de la escena

Tras la pandemia, las mujeres y los feminismos ocuparon masivamente la calle en Buenos Aires y en otras grandes ciudades.

Julieta Roffo

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Esto no se hace. Publicar el backstage de una crónica, ¿para qué? ¿De qué le sirve al lector saber si la cronista llegó al lugar de los hechos en subte, en taxi o helicóptero? ¿Si estaba nerviosa o tranquila o apurada? Lo que pasa es que a veces el camino que lleva a la crónica es parte del paisaje que está a punto de ser narrado. Entonces: en el camino desde Palermo hacia la marcha por el Día Internacional de la Mujer en la Plaza Congreso, a la hora que los chicos y chicas del turno tarde y los que tienen doble escolaridad salen de la escuela, 32 mujeres caminan con esos chicos y chicas, a cargo de llevarlos a casa o a lo de un amiguito o a karate o a pintura, y a la misma hora y en el mismo trayecto, 5 varones están a cargo de esos mismos cuidados.

Una de esas 32 mujeres, o una de las miles de las que caminan la marcha porteña, o alguna de las que participan en las movilizaciones convocadas en las grandes ciudades de distintas provincias, o esta cronista pueden ser, en promedio y estadísticamente, la próxima mujer muerta en la Argentina sólo por el hecho de ser mujer. De esos crímenes hay uno -y una víctima- cada 29 horas en este país.

Fundido a negro y ahora sí: crónica desde el lugar de los hechos. En Avenida de Mayo y 9 de Julio, vestidas con ambos blancos, cuatro trabajadoras de la salud que integran un grupo de autoconvocadas a esta movilización sostienen las tapas de telgopor de cuatro conservadoras en las que trasladan a veces fármacos y a veces vacunas. La suma de las cuatro tapas dice: “Violencia silenciada = Muerte asegurada”. Posan para las fotos de sus amigas y compañeras de trabajo, para las de un fotoperiodista que posó sobre ellas su atención primero y su lente después, y apuran el paso, porque desde Plaza de Mayo empujan columnas de organizaciones comunitarias, políticas, sociales y sindicales.

Desfilan la UTEP, Cartoneros, el Frente Darío Santillán, el Movimiento Evita Mujeres, La Garganta Poderosa, ATE, y siguen las banderas. Por Avenida de Mayo, en las esquinas, las mujeres -hay adolescentes, hay nenas con sus mamás, hay jóvenes y hay viejas- ponen cara de alargar la vista para ver si ven llegar a la hermana o a la amiga que están esperando.

Las paredes de la Avenida de Mayo, entre 9 de Julio y la Plaza de los Dos Congresos, sirven para anticipar lo que está a punto de verse frente al Palacio Legislativo. Sobre los afiches para convocar al 8M de la organización Somos, alineada al Frente de Todos, hay otros del Plenario de Trabajadoras, Las Rojas y el Polo Obrero -todas agrupaciones de izquierda- para anunciar su propio acto por el Día Internacional de la Mujer. En algo están de acuerdo todos esos afiches, tanto los más oficialistas como los más lejanos: rechazan el pago de la deuda externa. En los afiches de izquierda, se repudia cualquier acuerdo con el FMI. En los más oficialistas, dice: “La deuda es con nosotras, ¡que la paguen los que la fugaron!”.

Frente al Congreso, en ambos actos, esas consignas sobre la deuda son centrales y vienen acompañadas de otras: implementación plena de la Educación Sexual Integral, reformulación del reparto de las tareas de cuidado a través de políticas que apunten a eso, reforma judicial con perspectiva de género y erradicación de las formas más extremas de la violencia de género. A la presencia de dos actos se le suma la batalla por la banda sonora hegemónica. Del lado de las organizaciones de izquierda, cientas de mujeres cantan a capella el himno partisano que popularizó “la serie La Casa de Papel” -Bella Ciao- pero con letra feminista. De los parlantes del escenario central sale un repiqueteo de tambor remixado: una versión que moderniza el ritmo de la Marcha Peronista, pero que no puede hacer mucho por actualizar una letra en la que los únicos mencionados son los muchachos.

La masividad de la movilización es directamente proporcional al fin de la jornada laboral. Eso que a las cuatro de la tarde hace sospechar que esta marcha será la enorme vuelta de las mujeres y los feminismos a la calle tras dos años de pandemia, a las seis y media de la tarde está confirmadísimo. Callao está apretada en las tres cuadras más cercanas a la Plaza Congreso. Rivadavia y la Avenida de Mayo, también. Los drones sobrevuelan la marcha para buscar la foto que mejor dé cuenta de que este martes soleado es un día feminista.

La mesa -verde, claro- de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, protagonista excluyente de las reivindicaciones de mujeres desde 2018 hasta que la Interrupción Voluntaria del Embarazo fue ley en diciembre de 2020, está presente en esta marcha. Pero, con la ley ya sancionada, ocupa un lugar lateral, sobre avenida Rivadavia. Este martes, se ve en el glitter de las adolescentes maquilladas, en los pañuelos y barbijos que más venden los puesteros, en las cartulinas que eligieron las más jóvenes y las más viejas para sus consignas, el color violeta volvió al centro. Es el que representa la lucha contra la violencia machista.

“Cerrá los ojos”, le dice Catalina a su mamá, Adriana, para maquillarle la cara. Vinieron en juntas en el Sarmiento, desde Haedo. Catalina tiene 17 años y ya había estado en marchas de mujeres. Adriana, no. “Para mí fue difícil sentirme cerca de la idea de ser feminista. Me parecía algo extremo, de mujeres enojadas. Pero Cata me fue enseñando, me tuvo paciencia para que yo entendiera que el feminismo empieza en las cosas chiquitas de cómo nos organizamos en casa y de cómo criamos a nuestras hijas y también a nuestros hijos. Por eso vine, porque ahora me siento parte”, explica ella. La hija le repasa los pómulos con brillantina y sonríe con el gesto de haber ganado la primera de muchas batallas.

Las mujeres, encolumnadas o no, ocupan la calle con consignas coyunturales y también con las históricas. Que prefieren ser libres a tener que ser valientes. Que cómo pueden llamarlas nazis si no son ellas las que matan y violan. Que no las cuidan ni el Estado ni la Policía, sino sus amigas. Que a igual tarea corresponde igual salario -y no casi el 30% menos, la brecha salarial vigente entre varones y mujeres en la Argentina-. Que lo de “feliz día” va a ser una consigna basada en hechos reales el día que no falte ninguna mujer por crímenes de género. Mientras tanto, mientras las mujeres son víctimas de violencia física, psicológica, laboral, económica, sexual, simbólica y tantas otras más, otra consigna describe el escenario vigente. La cartulina es violeta y dice: “Nacer mujer es un peligro”.

JR

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