La discusión por el salario: Las empleadas domésticas cobran la sexta parte que el resto de las trabajadoras

En Argentina, las trabajadoras domésticas ganan la sexta parte de lo que percibe el resto de las asalariadas. Según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las jornadas cortas afectan los sueldos de estas empleadas cuyos sueldos representan el 33,5% del ingreso promedio de las demás asalariadas. En días como los de ayer, en los que se reunió el Consejo del Salario, las cifras sirven para poner foco en uno de los trabajos con mayores índices de informalidad.

Los datos oficiales indican que las trabajadoras de casas particulares cobran 362,50 pesos la hora. Según la página de AFIP, que indica las remuneraciones para el personal de casas particulares de tareas generales con retiro, para junio de 2022 el salario mensual es de 44.517 pesos. Una cifra bastante lejana de lo acordado ayer por el Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil que acordó fijar en 51.200 pesos la base sobre la que se determinan los sueldos de septiembre.

Sobre este universo indagaron cuatro periodistas mujeres que escribieron el libro “Puertas adentro. Una crónica sobre el trabajo doméstico”, de Editorial Marea. Se trata de una investigación narrada con herramientas literarias por Camila Bretón, Carolina Cattaneo, Dolores Caviglia y Lina Vargas.

Les dicen muchachas, mucamas, sirvientas, siervas, criadas, shikses, las keli, las “chicas que ayudan”. Según la ley son trabajadoras de casas particulares. Las periodistas retrataron así a estas trabajadoras que superan el millón en todo el país: “Hay algo seguro: es una mujer. 99% lo es. Es argentina. 85% lo es. No terminó el secundario, tampoco lo hizo el 68%. Tiene entre 25 y 49 años, como casi el 56%. Gana la sexta parte que el resto de las asalariadas. Es la única que aporta ingresos a la casa, como el 35%. La mitad pertenece al quintil más pobre del país”. Los datos presentados en el primer capítulo muestran la marginalidad de este sector.

“Las historias son muy diversas, pero hay un montón de puntos en común que se repiten en las trayectorias de vida”, sostiene Carolina Cattaneo, una de las autoras. “Se trata de mujeres que vienen de zonas rurales y que primero van a las ciudades cabeceras de sus provincias y después llegan a la Ciudad de Buenos Aires muy jóvenes y con escolaridad incompleta. Mujeres que vienen de países limítrofes y que, en muchos casos, dejan a sus hijos afuera para enviar dinero a su familia. Suelen trabajar hasta muy avanzada porque no tienen aportes. Muchas son jefas de familia y viajan muchas horas. Lo que enciende una luz roja es que el 70% está bajo la informalidad, es el dato que tiene que despertar alarmas y abrir el diálogo social”, afirma en diálogo con elDiarioAR.

En el libro, los datos tienen historias que los confirman. La de Graciela es una de ellas. “Tarda tres horas y media en ir desde su casa hasta Nordelta. Un recorrido que hace dos veces al día, de lunes a sábado. En 2013, cuando ya llevaba diecisiete años trabajando para la misma familia, les pidió a sus empleadores que le empezaran a pagar las vacaciones. Ellos le contestaron que no podían, pero ella insistió y finalmente accedieron. Dos años más tarde, en 2015, su empleador le pidió el documento para registrarla como trabajadora de casas particulares en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Desde entonces, además de vacaciones, Graciela cobra aguinaldo y tiene acceso a una obra social, aunque nunca se dio de alta”, se lee en uno de los capítulos.

Solo 3 de cada 10 trabajadoras domésticas están registradas. Graciela integra ese universo pequeño, demoró casi dos décadas en ingresar. Desde 2013, en Argentina está vigente la Ley 26.844 del Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el  Personal de Casas Particulares, sin embargo cerca del 70% de las trabajadoras domésticas trabaja de manera informal. No tienen aguinaldo, cobertura en días de enfermedad, vacaciones pagas, licencia por maternidad, indemnización por despidos o cobertura por accidentes laborales. Si existe una ley que lo regula, ¿Por qué los números de informalidad son tan elevados?

“El trabajo doméstico no está internalizado como un trabajo, es el gran tema”, indica Cattaneo. Es algo que está arraigado. Según los especialistas entrevistados, es un trabajo que no está considerado como tal. No está internalizado socialmente.  Las razones tienen que ver en parte con sus orígenes en la esclavitud. Lo llevan a cabo las mujeres y son un sector de la población que está invisibilizado. Además, son pobres. Hay un cuarto factor y es que hay mucho desconocimiento, hay falta de información de empleadoras y trabajadoras. Se cree que la registración va a ser carísima y va a ser súper engorrosa y no es así. Se hace fácil en la página de AFIP, no es caro. Tampoco es cierto que la trabajadora pierda los programas sociales como la Asignació Universal por Hijo“, agrega Cattaneo.

El trabajo en casas particulares es el sector con mayor nivel de informalidad de toda la economía argentina. Según un informe de la Dirección de Economía, Igualdad y Género realizado en noviembre del año pasado, es una de las principales opciones laborales para las mujeres y representa el 5,3% del trabajo total del país. Antes de la pandemia, 1,2 millones de mujeres se dedicaban al trabajo doméstico, una cifra que bajó bruscamente en 2020: en el segundo trimestre de ese año, más de 460.600 trabajadoras perdieron el trabajo y es una de los sectores de la economía con recuperación más lenta. 

La semana pasada, el Gobierno nacional informó que el programa Registradas, que da un subsidio para el pago del salario de las trabajadoras domésticas, tendrá la inscripción vigente hasta el 31 de diciembre. Se trata de un incentivo para la formalización impulsado por los ministerios de Trabajo y de Mujeres, Géneros y Diversidad que cubre entre el 30% y el 50% del salario de las trabajadoras. Durante seis meses, el Estado paga una parte del salario de hasta 22.258  pesos y la parte empleadora se compromete a registrar a las empleadas y mantener el trabajo hasta cuatro meses después de recibir el subsidio.

Según las autoras, hay otras dos características que inciden en el trabajo doméstico. Uno tiene que ver con los vínculos con las y los empleadores y, otro, con el trabajo en soledad que impacta en la baja organización sindical. “Es lógico que se generen vínculos afectivos si se comparten muchas horas. Puede llegar a ser un problema si el afecto y el amor es una manera de invisibilizar el trabajo que realiza esta persona. Cuando se mezclan puede ocurrir que, por ejemplo, que los dueños de casa le digan: '¿Te podés quedar un ratito más cuidando a los chicos que salgo tarde del trabajo?'. Ese ratito más, ¿se lo paga o espera que la trabajadora le haga un favor porque hay afecto?. Puede funcionar el cariño y el amor como un factor de invisibilización del trabajo. Hay una señal de alarma, que no sea el cariño una excusa para no poner a la trabajadora en blanco”, explica Cattaneo.

El libro mezcla información, entrevistas y crónicas con las historias de trabajadoras. Además de periodistas, las cuatro son alumnas del taller de la escritora Leila Guerriero. Allí se conocieron hace nueve años y en 2018 decidieron iniciar esta crónica sobre un sector amplio, pero poco visibilizado. 

CDB/MG