Salud

Frío en la piel: 3 de cada 10 consultas dermatológicas se deben a las bajas temperaturas

elDiarioAR

19 de junio de 2025 17:45 h

0

Comienza el invierno y con ello la vuelta de algunas afecciones cutáneas características de las bajas temperaturas. Así lo registran desde la División de Dermatología del hospital escuela de la Universidad de Buenos Aires, donde informan que un 20 a 30% de las consultas médicas hasta agosto, inclusive, están directa o indirectamente vinculadas con los efectos del frío y de los ambientes calefaccionados.

“Las patologías por las que suelen consultar en el invierno son la xerosis cutánea (piel seca), la dermatitis atópica (o eczema invernal), la queilitis (labios agrietados), la rosácea y la psoriasis (que desmejoran con el clima frío intenso). Además, si bien no son tan frecuentes como las anteriores, debemos mencionar dermatosis típicas de las temperaturas bajas como ser la perniosis, la paniculitis fría, el fenómeno de Raynaud y la urticaria por frío. Además, en el invierno pasado aumentó como hace años no se veía la cantidad de casos de eritema pernio (sabañones)”, amplía la Dra. Graciela Manzur, jefa de la División de Dermatología del Clínicas (MN 63141).

Desde el sector explican que el frío reduce la actividad de las glándulas sebáceas, y en consecuencia la producción de sebo y lípidos que componen el manto hidrolipídico. Esto deteriora la función barrera, facilitando la pérdida de agua. El resultado es una piel más seca, tirante y reactiva. Por otro lado, pasar repetidamente del exterior frío a interiores calefaccionados genera vasodilatación reactiva, que puede exacerbar condiciones como el enrojecimiento de la rosácea.

El uso de estufas y calefactores eléctricos o a gas reduce la humedad ambiental. Esto sumado a las bajas temperaturas, comprometen la respuesta inmune innata cutánea. Hay una reducción en la expresión de péptidos antimicrobianos (como catelicidina y defensinas), lo que facilita sobreinfecciones en piel agrietada. Se altera también la microbiota superficial, favoreciendo la disbiosis.

Por su parte, el viento erosiona mecánicamente la capa córnea, particularmente en zonas expuestas (cara, labios, manos). Favorece la aparición de microfisuras y disrupciones en el estrato córneo, lo que incrementa el riesgo de inflamación e ingreso de irritantes o alérgenos. Además, el viento produce vasoconstricción superficial, disminuyendo el flujo sanguíneo cutáneo y ralentizando los procesos de reparación.

Además del frío y el viento, hay otros factores que afectan la salud de la piel durante el invierno. Entre ellos se encuentran el tipo de calefacción utilizada, los cambios en los hábitos de higiene, el uso de ropa oclusiva o irritante, la menor exposición al sol, la reducción de la ventilación de la piel, las variaciones en la alimentación e hidratación, y el uso frecuente de barbijos, bufandas o prendas ajustadas al cuello.

Recomendaciones para el cuidado de la piel durante el invierno:

  • Consultar a un dermatólogo: que brinde orientación específica según tipo de piel. En líneas generales, la piel seca o sensible requiere más emoliencia y protección, la piel grasa necesita mantener una limpieza equilibrada y tratar brotes por oclusión o disbiosis. No automedicarse.
  • Hidratación frecuente: usar cremas ricas en ceramidas, urea (5–10%), ácido hialurónico, glicerina, manteca de karité, pantenol o niacinamida. Aplicar las cremas justo después del baño, con la piel aún húmeda. Repetir la aplicación al menos dos veces al día, especialmente en piel seca, sensible o agrietada.
  • Higiene suave: evitar duchas largas y con agua muy caliente. Usar limpiadores sin jabón (syndet), preferentemente en crema o emulsión. Evitar productos con sulfatos, perfumes, alcohol o exfoliantes agresivos.
  • Protección de zonas vulnerables: en labios, evitar productos con fragancias y aplicar bálsamos con vaselina, lanolina, manteca de karité. Manos: usar guantes de algodón y cremas barrera tras cada lavado. Pies: aplicar cremas con urea al 20% si hay sequedad o engrosamiento. Rosto: cubrir con bufandas suaves y evitar la exposición directa al viento.
  • Mantener el uso de protector solar: aplicar diariamente, incluso en días nublados o fríos. Elegir fórmulas hidratantes, adaptadas al invierno. También es importante aplicarla si se pasa mucho tiempo frente a pantallas (computadoras, celulares, tablets, etc.) por su luz azul y sus efectos negativos.
  • Evitar contrastes térmicos bruscos: no exponerse directamente a la calefacción intensa. Evitar cambios rápidos de temperatura entre el exterior frío y espacios cerrados calefaccionados.
  • Vestimenta: preferir ropa de algodón o tejidos suaves en contacto con la piel. Evitar prendas sintéticas o lana directa sobre zonas sensibles. Para quienes trabajan al aire libre, se recomienda proteger la piel con barreras físicas (ropa adecuada) y usar protector solar todos los días.
  • Alimentación e hidratación saludables: beber entre 1.5 y 2 litros de agua por día, aunque no haya sensación de sed. Consumir alimentos ricos en omega 3 y 6 (pescados grasos, chía, nueces, aceite de oliva), vitaminas A, C, E, D, zinc y antioxidantes.
  • Cuidado especial en niños y adultos mayores: en los más chicos, aplicar emolientes con frecuencia, evitar productos irritantes y cuidar zonas de pliegues. Los adultos mayores requieren una humectación diaria intensiva, dado que la principal causa de prurito en este grupo es la sequedad de la piel.
  • Atención a patologías dermatológicas agravadas por el frío: mantener tratamientos. Consultar ante fisuras, prurito intenso, sangrado o signos de sobreinfección. Evitar desencadenantes de rosácea como comidas picantes, alcohol, sauna o calor directo.