ARGENTINA, 40 AÑOS DE DEMOCRACIA Habla el padre del nieto 133 recuperado por Abuelas

Julio Santucho: “Daniel es la demostración viva del plan siniestro de la dictadura y su llegada abre una luz de esperanza”

“Ahora es distinto”, le dijo con firmeza Cristina Navajas a su esposo, Julio Santucho, en junio de 1976. Hacía tiempo que vivían en la clandestinidad, con sus dos hijos pequeños, Camilo, de tres años entonces y Miguel, de uno. “Si a mí me pasa algo, tenés que llevarte a los chicos con vos”, insistió Cristina esa última vez que se vieron. La escena tuvo lugar en Retiro: él estaba por subirse a un micro que lo llevaría primero a San Pablo, Brasil, para seguir viaje después hacia Europa y Argelia. Es que Julio había sido designado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) –la organización fundada por su hermano, Roberto Mario Santucho– como responsable internacional y debía cumplir con algunos compromisos. La dictadura, por esos días, desaparecía personas, desataba con toda ferocidad su plan. Por eso las palabras de Cristina: “Ahora es distinto”.

Un mes después de aquella despedida, durante un operativo policial Cristina fue secuestrada junto a su cuñada Manuela Santucho (la hermana de Julio) y Alicia D’Ambra, otra compañera del PRT-ERP que pasaba unos días con ella en el departamento del barrio porteño de Villa Crespo que compartían.

En el lugar quedaron solos y aterrados los pequeños hijos de Cristina y también Diego, el hijo de Manuela hasta que una vecina llamó a la abuela Nélida Navajas que fue en su rescate. Según le contaron a Julio, a diferencia de otros operativos, en ese momento los militares no revolvieron el lugar, que quedó tal como lo habían dejado. De hecho Nélida llegó a rescatar la cartera de su hija, que tenía entre otras cosas una carta para Julio que nunca había llegado a enviar. Allí Cristina le contaba a su marido que creía que estaba embarazada.

A cuarenta y seis años de aquel episodio –un mundo y tantas vidas después–, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo anunció en julio de este año la recuperación del nieto 133. En un acto emocionante como cada vez que se restituye la identidad de una persona apropiada durante la dictadura, Estela de Carlotto anunció que se trataba del hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho, nieto de Nélida Navajas, quien hasta su muerte en 2012 había sido una buscadora incansable de la institución. El bebé, según contaron durante aquel anuncio, nació durante el cautiverio de su madre en el centro clandestino de detención conocido como el Pozo de Banfield.

A cuarenta y seis años de aquellos tiempos –en los que su familia se vio diezmada, con la desaparición de Cristina, y también de sus hermanos Manuela, Carlos y Mario Roberto, RobyJulio Santucho llega por primera vez a su Santiago del Estero natal con su hijo recientemente recuperado, Daniel

“Fue muy fuerte porque te imaginas que es una parte de Cristina y una parte mía, algo que yo había perdido. O que en realidad me la habían quitado, me la habían robado. Y bueno, ahora volvió y está con nosotros. Encima él es muy cariñoso y nosotros somos una familia grande. Con este encuentro siento como que recupero mi integridad, mi completitud, o como se diga. Me siento completo y además es lo que Cristina había deseado. Si lo deseaba con los otros dos hijos, también hubiera deseado que yo estuviera con Daniel”, cuenta Santucho a elDiarioAR unas horas antes de una presentación que padre e hijo harán en la Feria del Libro de Santiago del Estero. Una actividad que promueve Santucho, quien desde hace años dirige el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, junto al Instituto del Espacio para la Memoria de la capital provincial.

“Acá tenemos mucha familia. Yo tengo dos hermanos todavía. Raúl que tiene 101 años y Omar, el Gringo, que tiene 96. Además están sus hijos, los nietos y los hijos de otros de mis hermanos desaparecidos”, agrega Santucho, que creció en Santiago y luego se fue a estudiar a Córdoba y a España.

-¿En su juventud iba a ser sacerdote o tenía la intención en algún momento de seguir esa carrera?

-Sí. Mi mamá era muy católica, nos educó a todos en esa línea. De niño me pasaba el día en la parroquia porque estábamos a una cuadra y media de la parroquia de La Merced, casi que me crié ahí. Pero porque había muchos juegos y con otros chicos  tomábamos ese lugar como centro de diversión. Por influencia de uno de los sacerdotes que tenía mucha capacidad así de convencer o de atraer, no sé, en la adolescencia me propuso ir a terminar mis estudios secundarios a Córdoba y entrar en lo que sería la preparación del sacerdocio. Y bueno, yo lo tomé con mucho entusiasmo. En ese tiempo tuvimos grandes discusiones con mi hermano Mario Roberto porque él me decía que la Iglesia Católica estaba muy emparentada con los poderosos. Que el discurso cristiano estaba adulterado, que ya no era el mensaje de Cristo sino que estaba dirigido a mantener a los pobres en la paciencia y en la obediencia al sistema, etcétera, etcétera. Y eso duró muchos años.

-Me imagino la intensidad que deben haber tenido esas conversaciones, esos debates. 

-Claro, hay cartas. Por suerte hay cartas donde él me sigue discutiendo ¿no? Y cuando yo estaba en España, me fui sensibilizando. Porque aparte que había en la Iglesia un movimiento fuerte, se empezó a hablar de los sacerdotes del Tercer Mundo. Estamos hablando de los años ‘65 , ’66. Para entonces ya había sacerdotes que estaban en las organizaciones revolucionarias. Y eso ocurría en todo el mundo, no solo en la Argentina. Yo tenía ya un pensamiento social y el toque de gracia para repensar mi carrera me lo dio mi hermano. Porque en el ‘68 él viaja a Cuba y de regreso –siempre a la ida y a la vuelta pasaba por Europa, no se podía ir directamente– un día  estábamos paseando y hablando me cuenta que ya estaba bastante desarrollado el proyecto que él tenía del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Entonces me convenció. Así que volví en enero del ‘69 y ya me incorporé al partido. Seguía relacionado con el seminario y con la Facultad de Teología en Buenos Aires hasta que me fui del seminario pero saqué el título de licenciado en teología que años después me sirvió cuando me fui al exilio para dar clases en la Universidad. Cuando dejé el seminario mi hermano, que antes se había opuesto, ahora se enojó conmigo. Me decía: “Los sacerdotes si son revolucionarios tienen más influencia en la sociedad. No tenés que perder esa oportunidad”. Volvimos a discutir bastante, pero yo ya había tomado la decisión. 

-¿Con los años siguió pensando lo mismo?

-La verdad es que me fui distanciando. Sobre todo filosóficamente. O sea, desarrollé otra concepción de la vida, del universo. Pero por supuesto tengo mucho respeto por los creyentes. Daniel es creyente, de hecho. Cuando fuimos a ver al Papa (N. de la R.: la familia Santucho viajó a Roma poco después de la restitución de la identidad de Daniel) él le pidió que le bendijera dos rosarios para sus hijas. Así que estaba muy emocionado. Pero bueno, el camino fue ese. Pienso que lo que importa es cuáles son los objetivos que uno tiene en la vida, si es individualista, si es el hacer dinero y alejarse, vero o no ver las necesidades sociales. O, como plantean algunos candidatos ahora durante la campaña presidencial, eso de que todo lo resuelve el mercado. O pensar que no, que las personas sensibles tienen que hacer todo lo posible para que haya justicia social.

-¿Usted conoció a Cristina estudiando?

-Sí, la conocí cuando yo estaba en el seminario. Cuando volví de España viví un tiempo ahí en la calle Reconquista y Cangallo en el convento de San Ramón, que es una manzana, un antiguo convento, que era de los mercedarios. En ese período en el segundo piso funcionaba la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Argentina y Cristina estudiaba ciencias sociales ahí. Ahí, a través de amigos comunes la conocí. Cuando me fui del seminario seguimos en contacto, después comenzamos una relación, y eso fue prosperando hasta que nos casamos. A fines del ‘71 nos casamos. Me casé por civil y por iglesia con cinco compañeros míos de la facultad que eran sacerdotes.

-¡Todos conocidos!

-Sí, fue una misa celebrada por todos mis compañeros. Por supuesto mis compañeros de izquierda, ¿no? Porque había otros a los que no les caía simpático. Eso fue el ‘71, en el ‘73 nació Camilo y dos años después Miguel. Ahí cambió nuestra vida porque nosotros teníamos un departamento en el centro de Buenos Aires pero nos fuimos a vivir a Avellaneda en el ‘72. Y era un período interesante por la convocatoria a elecciones del ‘73 y porque entonces nosotros ya actuábamos como una rama del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) mediante los comités de base por el socialismo. Hicimos un centro cultural muy lindo en Dock Sud donde hacíamos actividades culturales. También teníamos un periódico legal que era El nuevo hombre. Nosotros lo vendíamos, lo repartíamos en el barrio. Y bueno, ella estaba muy a gusto, yo también con ese trabajo. Después nos fuimos más allá todavía, a Florencio Varela. Para entonces fui ascendiendo en responsabilidades políticas y ahí hacíamos un trabajo ya un poco más intenso, más profundo, que era en las fábricas de la zona donde el partido tenía una presencia importante. 

-¿Cuándo empiezan a vivir en la clandestinidad?

-Cuando fracasa una acción del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), el asalto al Comando de Sanidad del Ejército me empiezan a decir que ya no podíamos actuar con nuestros nombres. Porque además el gobierno ilegaliza al Partido.  Así que pasamos a militar en lo que fue la escuela del partido, también una experiencia muy linda que la vivimos intensamente tanto yo como Cristina. Fue del ‘74 hasta fines del 75. Llegamos a tener cinco casas que funcionaban tres en Buenos Aires y dos en Córdoba. Cinco casas que eran escuelas, donde entraban unos quince a veinte compañeros, se quedaban encerrados quince días a estudiar, a discutir, a pensar. Por esos lugares pasaron miles de compañeros. Y nunca cayó una escuela, teníamos un sistema de seguridad muy organizado.

-¿Cómo los encuentra el golpe del ‘76?

-Ahí es cuando me nombran responsable internacional y me proponen viajar a Europa. Yo le consulto a Cristina, lógicamente. Era por un período, no era para siempre. Tenía que ir y ya estaba previsto que unos meses después me reemplazaba otro compañero porque mi idea no era dejarla sola en esa situación ya con el golpe de Estado con dos chicos. Y ella me decía “no, tenés que ir”. Además estaba interesada en que yo pudiera ayudarla desde Roma porque allá estaba monseñor Pironio, un cardenal progresista que ella pensaba que podía ayudar porque él seguía trabajando con los cristianos por el socialismo. Al final viajé y estuve un mes afuera haciendo distintas cosas, incluso en Argelia donde me invitaron a una conferencia internacional de movimientos de liberación de todo el mundo. Cuando volví el 13 de julio a Roma intenté comunicarme con Cristina y no pude. Entonces pruebo en lo de mi suegra. El 14 de julio la llamo, porque además era el cumpleaños de mi cuñado, el hermano de Cristina. Y ahí Nélida me dice: “Anoche se llevaron a las chicas”. Fue así que me enteré de que las habían secuestrado, a ella y a mi hermana. Hicimos lo que hacíamos siempre, hacer denuncias, hacer una conferencia de prensa. Además a mis responsables, a mis superiores, que estaban allá en Italia, Luis Mattini y Gorriarán, que quería volver a la Argentina a buscar a los chicos porque es lo que me había pedido Cristina. Me dijeron: “No, vos no podés volver. No podés ir a la Argentina en este momento”. Para entonces había perdido a Cristina y a tres de mis hermanos en apenas una semana. Ellos coincidieron con una compañera argentina que vivía en Roma que estaba con el partido e hicieron el viaje a buscar a los chicos. Por suerte salió bien. Fue duro también para mi suegra: Camilo tenía 3 años y al principio no quería viajar porque lo único que conocía era a mi suegra, su abuela. En su cabeza la mamá había desaparecido, yo había desaparecido. Pero al final se convenció. El otro, Miguel, todavía era muy chiquito y no entendía nada.

-¿Cómo fue el reencuentro con ellos?

-Los fui a esperar al aeropuerto De Gaulle en París, lo primero que hago es abrazar abrazos a los dos. Y un poquito después lo separo a Camilo que para ese entonces tenía 3 años y medio más o menos. Y entonces me arrodillo y le digo: “Camilo a tu mamá se la llevaron los militares y no sabemos dónde está”. Y él entonces con toda soltura me dice: “Ah, entonces no es que me había abandonado”. Fue impactante. ¡Él estaba sufriendo pensando que lo habíamos abandonado!

-¿Cómo se enteran del embarazo de Cristina?

-Fue porque ella me lo dice en una carta que no me puede enviar y que mi suegra la encuentra en la cartera de Cristina. Después hubo testigos a los cuales ella les dijo que estaba embarazada. Había testimonios de mujeres detenidas con las cuales ella se cruzó en los centros clandestinos. Pero no sabíamos si el nene había nacido. Con el paso del tiempo y los testimonios, es probable que Daniel estuviera con Cristina desde que nació, que calculamos por los documentos, fue el 10 de enero del ‘77, hasta el 24 de marzo. Porque encima hacen eso: a él le ponen la fecha de nacimiento el 24 de marzo en sus documentos falsos. 

-¿Cómo fueron estos años de búsqueda?

-Cualquier pista que había nosotros la seguíamos. Hasta poco antes de la identificación me contacté por LinkedIn con alguien que me habían pasado. Y también llegamos a tener hace años una cita con una chica que también nos decían que podía ser y al final resultó que no. Pero bueno, hay que destacar que esta restitución fue totalmente gracias al esfuerzo de Daniel. Le costó mucho. Porque él a los 20 años empieza a dudar. Pero su apropiador lo engaña, le miente, lo confunde. Hasta que desde el 2019 que se termina de convencer cuando una hermanastra, una mujer veinte años más grande que él que había sido también adoptada por esta gente, le dice “estos no son tus padres”. Así que bueno, pero vos te imaginas el sufrimiento, las contradicciones que tuvo, la angustia que tuvo que pasar Daniel.

-El apropiador de Daniel, Estanislao González, murió muy poco después de la restitución. ¿Cree que seguirá la investigación por este delito de todas maneras?

-Sí, la investigación sigue, pero te imaginas que Daniel con él todavía vivo tenía pocas esperanzas de que confesara, y nunca lo hizo, incluso cuando ya era evidente. Pero bueno, por suerte él está feliz ahora de haber encontrado a su familia y no puedo explicar nosotros lo contentos que estamos. 

-Daniel votó recientemente con su documento que lo identifica como Daniel Santucho Navajas. En la campaña electoral se escucharon voces que negaron, relativizaron y hasta reivindicaron el terrorismo de Estado. ¿Qué le pasó a usted, siendo víctima de esos hechos, al escuchar ese tipo de discurso?

-Bueno, yo siempre pensé que no iba a tener éxito esta ofensiva de (Javier) Milei porque me parece muy burda. Tal vez sí muy efectista, con eso de que va a romper todo. No sé, eso puede atraer a gente que está muy disconforme y que no ve salida, etcétera, etcétera, pero por un lado yo creo que la sociedad argentina ha demostrado que hay cuestiones asumidas. Acá nosotros tuvimos un genocidio organizado y planificado. Hay miles de sentencias judiciales con miles de testigos que han comprobado los hechos. Muchos son casos de estudio internacional. Por otro lado, pienso que algún déficit estuvo en nuestro trabajo también, y yo digo como organizador de un festival de cine derechos humanos, para que haya un sector de la población que acepte estos discursos, o que por lo menos no genere cuestionamientos a la propuesta de un candidato que diga eso. Por lo menos hay un 30% al que no le importa que digan que no hubo dictadura, que fue una guerra, que hubo excesos. O tal vez no le da importancia a esos dichos. Porque yo tampoco creo que toda la gente que lo votó coincida exactamente en eso. 

-¿Cómo se hace para seguir concientizando sobre estos asuntos?

-Hay que reforzar la búsqueda de la verdad. Nosotros desde el festival lanzamos una miniserie que se llama Se busca. Y en cada espacio que se pueda hay que seguir. El caso de Daniel es de hecho la demostración viva del plan siniestro que tuvo la dictadura y su llegada abre una luz de esperanza. Porque por desgracia los desaparecidos no están pero él está vivo y él es una prueba de que lo apropiaron y que el robo de bebés a mujeres detenidas que los parieron en condiciones indignas era uno de los métodos de la dictadura.

AL

Si tenés dudas sobre tu identidad o conocés a alguien que puede ser hijo de desaparecidos, contactate con Abuelas de Plaza de Mayo: +54 11 4384-0983